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Publicado 23 de Marzo de 2014
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LA LABOR SOCIAL DEL CLERO EN LA
PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII: EL EJEMPLO DEL ARZOBISPO DE ZARAGOZA D. TOMÁS
CRESPO DE AGÜERO (1668-1742).
RESUMEN
En este trabajo se
analiza la figura del arzobispo de Zaragoza Crespo de Agüero, encuadrado en la
historia de la Iglesia del Antiguo Régimen. El objetivo consiste en integrar la
biografía de este prelado en la vida colectiva. Se le puede definir como un
pre-reformista, en una época de importantes cambios, que pusieron las bases de
la Ilustración española de la segunda mitad del siglo XVIII.
Se parte desde la
subjetividad y la creatividad humana de este personaje, proyectada en la
sociedad de su tiempo, y se aborda aquello que trasciende a la vida del
individuo, que le condiciona y perdura más allá de su persona. Metodológicamente
se ha adoptado el paradigma de la biografía
histórica, ya que no se puede prescindir de las personas y de su influencia
en los acontecimientos; de ahí la transcendencia del factor humano.
Palabras claves:
Arzobispo, Zaragoza, Crespo de Agüero, Ceuta, Rucandio, Carrera episcopal.
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THE SOCIAL WORK OF THE CLERGY IN THE FIRST HALF OF THE
18TH CENTURY: THE EXAMPLE OF THE ARCHBISHOP OF ZARAGOZA Sir.TOMÁS CRESPO DE
AGÜERO (1668-1742)
SUMMARY
This paper analyzes the figure of the Archbishop of Zaragoza Crespo de
Agüero, framed in the history of the Church in Ancient Regime. The objective is
to integrate the biography of this prelate in the collective life. He can be
defined as a pre-reformist, in a time of major changes, which laid the
foundations of the Spanish Enlightenment in the second half of the 18th
century.
It starts from the subjectivity and human creativity of this celebrity,
projected in the society of his time, and deals with that which goes beyond the
life of the individual, which conditions him and endures beyond himself. Methodologically
it has been adopted the paradigm of historical biography, because it is
not possible to do without the people and their influence on events; hence the
importance of the human factor.
Key words: Archbishop, Zaragoza,
Crespo de Agüero, Ceuta, Rucandio, Episcopal career.
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LA LABOR SOCIAL DEL CLERO EN LA
PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII: EL EJEMPLO DEL ARZOBISPO DE ZARAGOZA D. TOMÁS
CRESPO DE AGÜERO (1668-1742)
INTRODUCCIÓN
“Quiero simplemente,
intentar ver el mundo como lo veían estos hombres”. Georges Duby.
Este trabajo se basa en
incluir la biografía del arzobispo de Zaragoza D. Tomás Crespo de Agüero
(1668-1742) en la historia de la Iglesia de la primera mitad del siglo XVIII;
es decir, pretendo incorporar los relatos de la vida de este prelado en la
historia de su tiempo, y a través de su función eclesiástica y de la labor social
que desarrolló nos pueda conducir a una visión más diáfana de la Iglesia, y de
la sociedad española1.
Quiero ir más allá de
la vida individual de este prelado para aproximarme a la vida colectiva, porque
las experiencias personales se proyectan en la sociedad a la que se pertenece.
De modo que mi intención no es hacer una biografía al estilo convencional sobre
el arzobispo Crespo de Agüero, sino proporcionar explicaciones de carácter
sociocultural, y reconstruir un mundo a través de los testimonios de este
protagonista de excepción.
Sin embargo, la relación de la biografía y la
historia ha conocido a lo largo del tiempo desencuentros y aproximaciones. En
la primera mitad del siglo XX, la historia académica trazó una línea de
separación entre biografía e historia. En cambio, la segundad mitad puede ser
considerada como la edad de oro de las biografías, y a partir de los cambios
operados en los paradigmas de la Historia en los años ochenta la biografía
política gozará de la aceptación de la historiografía académica, ese cambio de
rumbo se vio favorecido por la microhistoria y la historia cultural2.
La biografía en los últimos años ha
experimentado un cambio sustancial, y la biografía y la historia no aparecen
como géneros distintos, al contrario van unidas, hasta el punto de que la
simbiosis empieza a tener un nombre propio, que es la biografía histórica,
capaz de ofrecernos “una visión del pasado más plural, más abierta, más capaz
de proyectar una luz nueva o de elaborar de otra forma problemas históricos
sustanciales”3.
Las razones de esta elección
son heterogéneas; desde la empatía, y la relación emocional con el personaje, y
el deseo de hacer visible a esta figura históricamente relevante, hasta la
aspiración de contextualizar sus logros en un marco más amplio; y al mismo
tiempo explorar otras variables históricas, como analizar la función del clero,
su evolución, el papel del clero pre-reformista, y el ascenso social a través
de la carrera eclesiástica, que en el Antiguo Régimen no respondía tanto a una
vocación definida, cuanto a unas estrategias familiares.
En definitiva,
consideré que el arzobispo Crespo de Agüero, se merecía una biografía dentro de
las actuales corrientes historiográficas, pues hasta la fecha no existe ninguna
de este prelado, que llevó a cabo una importante obra social, desde la
desarrollada en su pueblo natal, la Villa de Rucandio ubicada en Trasmiera, una
de las comunidades más antiguas de Cantabria, a las obras que realizó, primero
como obispo de Ceuta (1721-1727), y más tarde siendo arzobispo de Zaragoza
(1727-1742)4.
También, es necesario
consignar, que tanto los documentos eclesiásticos como los episcopologios de
Ceuta y Zaragoza tienen un carácter hagiográfico. Así que no he encontrado nada
negativo en la vida y obra de Crespo de Agüero, por lo que su biografía nace
con un toque casi “angelical”, es una biografía blanca, aunque lógicamente estaría
sujeto a defectos como todos los seres humanos. Por otra parte, contamos con
informaciones sobre la vida personal de este Arzobispo que no podemos
documentar. En el tiempo que le tocó vivir, los eclesiásticos ejercían un
oficio, no podían ser espiritualmente puros, pues formaban parte del paradigma
de eclesiástico propio del Antiguo Régimen, que era un modelo profesional y
corporativo. Resulta imposible que el clérigo en palabras de Jean Delumeau se
situara “fuera del mundo”, cuando tantos lazos familiares, sociales,
honoríficos y económicos le unían a él5.
Las fuentes que
posibilitan el estudio del perfil sociológico del arzobispo Crespo Agüero se
encuentran en los fondos documentales de diferentes archivos: desde el Archivo
Secreto Vaticano, Archivo de la Embajada de España ante la Santa Sede, a los
archivos eclesiásticos de la diócesis de Ceuta, Santander, y Zaragoza, Archivo
del Colegio de las Escuelas Pías de Zaragoza, Archivo Histórico Nacional y
Archivo de Simancas6.
Al arzobispo Crespo de
Agüero le tocó vivir en tiempos de cambio, o de intentos de cambio. De modo que
abordaré el complejo mundo del clero en el último cuarto del siglo XVII y la
primera mitad del XVIII desde la labor social a través de las experiencias que
vivió el protagonista de esta biografía7.
Este estudio se estructura
a partir de dos perspectivas que se complementan. En la primera parte, se
analiza el papel del clero desde la labor social, para dar inteligibilidad al
arzobispo Crespo de Agüero, y en la segunda se exponen ciertas facetas de este
prelado enfocadas a su labor social. La finalidad consiste en destacar la
transcendencia del clero durante la primera parte del siglo XVIII, que iba a
determinar el paso del pre-reformismo a las grandes opciones ideológicas de la
Ilustración y de la monarquía de los Borbones en la segunda mitad del
setecientos8.
Al plantearme este
trabajo debía responder a una serie de preguntas entre ellas ¿por qué este
prelado llevó a cabo tantas obras sociales?, ¿por qué tuvo tal grado
repercusión en su época?, ¿cuáles fueron las necesidades con las que conectó? y
¿cómo lo hizo?
La labor eclesial y
social de Crespo de Agüero contribuye al conocimiento de la historia
eclesiástica de España; y a través de su biografía no solamente se ofrecen
datos de contenido religioso, sino también podemos conocer valiosos aspectos
sociológicos y culturales; además, de ser clave para entender la historia de
las diócesis de Ceuta y Zaragoza de donde fue titular.
1.
La labor social del clero en el Antiguo Régimen
Para llegar a saber lo
que significó la vida y la obra social de Crespo de Agüero, hay que situarse en
el contexto histórico de su época, para lo cual me limitaré a realizar una
breve reflexión sobre el Clero en el Antiguo Régimen. El gran corte hay que
fijarlo en las reformas religiosas de mediados del quinientos como consecuencia
del proceso tridentino, hasta mediados del siglo XVIII con el Concordato de
1753; durante este periodo la Iglesia española apenas experimentó
transformaciones importantes9.
Todas las
manifestaciones de la vida religiosa española estaban presididas por la
Iglesia, era indudable la fuerte influencia social del clero, y junto a la
autoridad moral disfrutaba de importantes privilegios, y acumulaba una riqueza
incalculable; ahora bien, una parte de esos recursos los empleaba en obras
pías, escuelas, hospitales, asilos, fundaciones de inclusas en las grandes
ciudades, y limosnas a los necesitados, que era uno de los motivos de la popularidad
de la Iglesia10. Los recursos económicos provenían de la explotación
de sus propiedades mobiliarias e inmobiliarias, tanto rústicas como urbanas, de
las rentas decimales, diezmos y primicias, misas, matrimonios, entierros,
funciones religiosas, las aportaciones de los derechos de estola, y pie de
altar, de donativos, limosnas, y demás donaciones, y recursos extraordinarios11.
El clero poseía las
tres cuartas partes de las haciendas y la mayoría de los censo. En un documento
de 1630 las rentas eclesiásticas de Castilla se estimaban en 10.410.000 ducados,
y los totales en 113 millones. Ambas evaluaciones pecan por defecto del 50 por
100, se puede decir que durante el siglo XVII las rentas eclesiásticas
representaban la sexta o la séptima parte del total nacional, se supone que en
la Corona de Aragón las proporciones eran análogas, y según el Catastro de
Ensenada fijaba la renta del clero castellano en 346 millones, algo más de un
octavo del total de 2.650 millones de reales de vellón del producto bruto de
sus tierras, pero se omite otros ingresos, como las ofrendas, y los derechos de
estola12.
En cuanto a la
distribución de las rentas eclesiásticas había grandes diferencias entre los
altos dignatarios de la Iglesia española y el bajo clero rural. Los valores
anuales de las mitras según un documento oficial hacia 1800 se estimaban en 3
millones y medio de reales para la Sede primada, la de Valencia 1.800. 000,
Santiago 1.500.000, Sevilla 1.360.000 y Zaragoza 1.000.000; en cambio había
sedes episcopales, como las de Albarracín, Barbastro, Ceuta, Ibiza, Jaca,
Menorca, Tudela, Tuy, Urgel y Valladolid que no llegaban a los 100.000 reales,
bien por la exigüidad de su territorio o la pobreza de su suelo13.
Otro aspecto a tener en
cuenta era la estrecha relación de los eclesiásticos con los demás grupos
sociales, con su familia, su pueblo, su región, y su nación, de modo que una
parte de las rentas se destinaban a obras sociales. El clero era todo lo
contrario de una clase cerrada y exclusiva, en parte porque se reclutaba de
todos los medios sociales; además, debido a su educación en común con los
seglares, dado que escaseaban todavía los seminarios en el siglo XVIII,
compartían ideas, sentimientos y preocupaciones, y sobre todo el clero secular
practicaba una enorme solidaridad familiar, y se mantenía muy unido a su pueblo
natal y a su región14. Dentro de esta mentalidad del estamento
eclesiástico hay que situar la figura del arzobispo Crespo de Agüero.
2.
Las claves de la biografía del ilustre prelado D. Tomás Crespo de Agüero
Para la
biografía del arzobispo Crespo de Agüero, parto de la idea de que “Una imagen
dice más que mil palabras” (Kurt Tucholsky)15. De manera que
analizaré el retrato sobre lienzo del Arzobispo, que se halla a la izquierda
del presbiterio en la iglesia de Santa María Magdalena de Rucandio, su pueblo
natal, que fundó en 1740. El retrato preside las ceremonias religiosas, y como
recuerdo de su generosidad para todas las generaciones. Sobre el autor del
retrato y la fecha de ejecución existen discrepancias, por una parte se le
atribuye a José Félix Rabiella y Sánchez, que pertenecía a una destacada
familia de pintores aragoneses de los siglos XVII y XVIII, y por otra al pintor
José Luzán Martínez, maestro de los Bayeus y de Goya16.
Retrato
al óleo del arzobispo Crespo de Agüero
Según el historiador
Peter Burke, la imagen puede mostrar al individuo como encarnación de ideas y
de valores. Por otro lado, desde el enfoque psicoanalítico de las imágenes su
interpretación resulta especulativa, pero también hay que tener en cuenta, que
las personas proyectan sobre las imágenes sus fantasías inconscientes, pero
además hay que contar con los testimonios17.
Haré una serie de observaciones
por cuenta propia. El retrato del Arzobispo desde la técnica pictórica es
austero, como su vida; la mirada es inteligente, viva y desprende serenidad, se
intuye un carácter reflexivo, y así debía de ser porque fue concienzudo en
todas las empresas que inició. Transmite un profundo sentido de majestad
episcopal, gravedad y mesura, y no exterioriza riqueza, sino humildad, el porte
es digno de su cargo; asimismo cumplía con las disposiciones referentes a la
forma de vestir de manera honesta, vestía con moderación, sencillez y modestia.
Sin embargo, hay que destacar un detalle, en la parte superior derecha del
retrato está pintado el escudo familiar con el deseo de ilustrar su apellido, y
sobresalir entre sus convecinos, era propio de su tiempo y no se debe de tomar
como un signo de vanidad. En definitiva, transmite una serie de virtudes, y
concluyo con esta afirmación apoyada en documentos, Crespo de Agüero encarnaba
los valores del carácter montañés, “fue un trasmerano listo y piadoso”18.
Nació el 8 de diciembre
de 1668 en el pequeño pueblo de Rucandio de la comarca de Trasmiera, en Cantabria19.
Debido a lo abrupto del terreno, obtenían las subsistencias con muchas
dificultades. La mayor parte de los vecinos eran humildes labradores, y algunos
ejercían el oficio de canteros, eran famosos por su buen hacer. Casi el total
de la población pertenecía a la baja nobleza, salvo los privilegios de su
estado, económicamente no se diferenciaban en los trabajos con los pecheros,
pero estaban orgullosos de su hidalguía, y obsesionados con “la limpieza de
sangre”; en sus casas lucían los blasones heráldicos. La emigración era la
válvula de escape a una pobreza secular, y casi la única posibilidad de
movilidad social estaba en el clero20.
La población era escasa
en número, a pesar de no tener cifras de los habitantes para el siglo XVII, y
primera mitad del XVIII, se podrían extrapolar con reservas las cifras recogidas
en las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, que alcanzaban un total
de 50 vecinos, por lo que nos aproximaríamos a unas 200 personas utilizando un
índice generoso de 4 personas por vecino21.
Los padres del
Arzobispo fueron D. Juan Crespo del Hoyo y Dña. Francisca de Agüero y Sierra,
ambos del estado noble, su madre descendía del poderoso linaje de los Agüero,
uno de los más importantes en la baja Edad Media en Trasmiera, por parte de sus
padres contaba con un notable número de parientes ligados al clero según consta
en los Padrones de Hidalguía de Rucandio22. Sobre su familia, y la
primera etapa de su vida no contamos con testimonios, y algunos datos se deben
a la tradición. Era de familia humilde y de escasos recursos. Su padre murió en
1678 sin testar, caben dos posibilidades, que careciera de bienes o le
sobreviniera repentinamente la muerte y no hubiera tenido tiempo de dejar sus
últimas voluntades, murió cuando el Arzobispo contaba con 10 años23.
Sobre la carrera
episcopal, se sabe que emigró a Gijón, y un familiar cura D. García Agüero
sufragó sus estudios de gramática en el colegio de los jesuitas de Oviedo, y se
graduó en la Universidad de esta ciudad. Después, pasó a la Universidad de Alcalá
de Henares, fue profesor de metafísica, y regentó la cátedra de Teología de
Santo Tomás, y Colegial mayor de San Idelfonso. Opositó a la magistralía de
Antequera, y más tarde obtuvo por oposición la Canongía Electoral de la
catedral de Cádiz; pasó después a la catedral de Sevilla ganando por oposición
la Canongía Electoral hasta que en 1720 fue nombrado obispo de Ceuta, y en 1726
arzobispo de Zaragoza, y del Consejo de Su Majestad24.
3.
Las fundaciones de D. Tomás Crespo de Agüero en Ceuta, Zaragoza, y Rucandio
Siguió un auténtico cursus honorum hasta ser designado para
la mitra de Ceuta, gracias a cumplir con los criterios reales para el
nombramiento de los obispos, como era la formación universitaria, tener las
órdenes sagradas, ser honesto, ejemplar, y limpio de sangre25.
Cuando llegó a Ceuta se
encontró con una ciudad sometida a un largo asedio iniciado en 1694 por el
sultán de Marruecos Muley Ismail. Lo que supuso un incremento de soldados y
desterrados; en 1720 llegaron 16.000 soldados que liberaron la ciudad, y unos
meses más tarde se declaró una epidemia de peste, el asedio continuó hasta la
muerte del sultán en 1727. Durante el asedio muchos edificios fueron destruidos
y tuvieron que ser reconstruidos empezando por la catedral. No sólo le había correspondido
una de las diócesis más pobre de España, sino que se enfrentaba a una gran
labor espiritual y de reconstrucción de los edificios religiosos26.
La obra más importante que llevó a cabo fue la reedificación de la catedral,
que había sido demolida por ruina después de haber servido de hospital de
sangre, y de acuartelamiento de las tropas en tiempos del obispo D. Antonio
Ibáñez de la Riva Herrera (1686-1688) familiar de Crespo de Agüero, que más
tarde fue arzobispo de Zaragoza (1688-1710), arzobispo electo de Toledo,
Inquisidor General, y presidente del Consejo de Castilla27.
En 1726 el Cabildo de
Ceuta volvió a la catedral después de 54 años cerrada al culto. El ornato fue
obra sencilla y pobre, y el Obispo mandó pintar a sus expensas cuatro cuadros
de carácter religioso. Continuando con las obras de los templos, concluyó las
iniciadas por sus antecesores, realizó varias reparaciones en el santuario de
Nuestra Señora de África, en la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios y la
del Valle, colocó la primera piedra de la iglesia del convento de los
Trinitarios Descalzos bajo la advocación de Nuestra Señora de Gracia, reedificó
la ermita de San Antonio, concluyó la capilla de Santiago, y el convento de San
Francisco28.
En 1726 Crespo de
Agüero fue promovido a la mitra del arzobispado de Zaragoza. Un indicador para la promoción era el cursus anterior del obispo teniendo en
cuenta la carrera episcopal, y la experiencia personal; el nombramiento estaba
en relación directa con la importancia socioeconómica de la sede, si las rentas
de la mitra eran de tipo medio o bajo el preconizado tenía más oportunidades de
acceder a una mitra más rica, como fue el caso de Crespo de Agüero29.
Desde 1727 hasta su muerte en 1742, estuvo al
frente de la archidiócesis de Zaragoza; se pueden destacar tres aspectos: el
religioso, el mecenazgo cultural y el artístico. En primer lugar, realizó una
visita pastoral al arzobispado, para conocer el marco cotidiano de la vida de
sus clérigos y feligreses, con el fin de predicar y repartir las tareas
pastorales, además de dar limosnas, y enterarse de las cuestiones económicas,
dio sobre todo ejemplo. Las siguientes visitas las realizaron visitadores
delegados como la de los años 1731 a 1734 por D. Gregorio Galindo, y la de 1736
al 1737 por D. Juan del Cotero familiar, y secretario del Arzobispo30.
El
amor a la paz que había mostrado en los Cabildos de Cádiz, Sevilla, y Ceuta le
sirvieron para unir las dos Mensas canonicales de los dos templos Metropolitanos.
El Salvador y el Pilar, después de la bula de unión de 1730 promulgada por el
Papa Clemente XIII, para terminar con los pleitos entre las dos Iglesias31.
A
través de las Cartas Pastorales logró establecer la disciplina eclesiástica, renovar
el espíritu del clero, conservar las buenas costumbres, y extirpar los abusos.
Fundó congregaciones en varios santuarios para la realización de ejercicios
espirituales dirigidos a los clérigos, a los que acudían también seglares, instauró
en Zaragoza la congregación de los “Eclesiásticos Misioneros de San Carlos
Borromeo” dedicados a la predicación y a confesar. Continuó con las limosnas de
sus antecesores, y entregó los cincuenta cayzes de trigo mensuales al Hospital
de la Misericordia, que estaba a punto de cerrar por falta de subsistencias; socorrió
a los pobres convalecientes, y a los militares que habían ocupado el Hospital,
e intentó unir las rentas para beneficio de todos, pero al ser insuficientes,
logró del Papa y del Rey ayuda conforme a la fundación del Hospital. Realizó
otras muchas obras de caridad, y repartió cuantiosas limosnas a todas las
comunidades religiosas. Se puede afirmar que llevó a cabo un proceso de re-catolización
en la diócesis32.
En
segundo lugar, manifestó una honda preocupación por fomentar la educación desde
abajo, pensaba que a través de la enseñanza se formarían buenos cristianos, y personas
útiles para el país, su gran preocupación fueron los niños pobres que no tenían
acceso a la educación, por ese motivo apoyó a los Hermanos de las Escuelas Pías
para fundar los colegios de, Daroca (1728), Alcañiz (1729), y Zaragoza en 173533.
El
Arzobispo proporcionó a expensas de sus bienes y limosnas el dinero necesario
para la construcción del Colegio de los Escolapios y la Iglesia de Santo Tomás
de Aquino de Zaragoza, con el fin de instruir a los niños, y en la Iglesia se
enseñara la doctrina cristiana tanto a los niños como a los adultos, y mandó
que se hicieran ejercicios espirituales. En 1736 eran más de 700 alumnos los
que estudiaban en el Colegio, se enseñaba la doctrina cristiana, primeras
letras, contar, aritmética, matemáticas, gramática y retórica, mediante una
pedagogía nueva, moderna e innovadora. En 1741 el Arzobispo otorgó una escritura
dejando como patronos del Colegio y de la Iglesia después de su muerte a los
sucesivos arzobispos de Zaragoza y al Cabildo, y de copatrono a su sobrino D.
Vitores Crespo de Agüero oidor que fue de la Real Audiencia de Zaragoza, y a su
muerte le sucederían sus descendientes. El Arzobispo pidió la preeminencia de
sus blasones en la fachada de la Iglesia del Colegio que se componen de “Y
pitagórica, dos estrellas y una corona orleada a la parte suprior con las
ínfulas de la dignidad de Arzobispo”34.
Dentro
del capítulo de la enseñanza, no discriminó al sexo femenino y se ocupó de la
educación de las niñas, fue un meritorio avance dentro de la exclusión de las
mujeres en el campo de la alfabetización, encargó de la educación femenina a
las “Señoras de la Real Casa de la Enseñanza”, y para ello les fundó una
Iglesia y les dio muchas limosnas. Fue llamado en su tiempo “Maestro de los
Pobres”35.
En
tercer lugar, tuvo una inquietud artística muy clara, era un persona cultísima,
continuó con las obras de la basílica del Pilar, y de la iglesia del Salvador,
el arquitecto de cabecera fue Domingo de Yarza; encargó renovar la iglesia de
la Magdalena de Zaragoza a Juan de Yarza, y edificar la capilla de la
Inmaculada Concepción en el claustro de la Cartuja; asimismo, mandó reformar
varias iglesias en Teruel.
Dispuso
la construcción de la capilla de San Juan Bautista en el Pilar, y mandó colocar
en el alto su escudo de armas, siendo enterrado en dicha capilla, su sepulcro
fue trabajado por Tomás de Mesa, y lleva gravado el siguiente texto: “HAC SUB GELIDA
JACET URNA THOMAS CRISPUS DE AGÜERO, VILLAE DE RUCANDIO DIOCESIS BURGENSIS
MAJORIS ILDEFONSI COLEGII ALUMNUS, GADICENSIS ET HISPALENSI LECTORALIS
CANONICUS SEPTENIS EPISCOPUS. AC DEMUN HUJUS ECCLESIAE ARCHIEPISCOPUS OBIIT III
MARTHII ANN. MDCCCXLII. R. I. P. 36
Por último, fue un gran
protector de su pueblo natal; a costa de sus bienes fundó la iglesia de Santa
María Magdalena, un ejemplo arquitectónico del barroco montañés, la
construcción se inició en 1736, y finalizó en 1740, según consta en una
inscripción a lo largo del interior de la iglesia, previa al arranque de la
cúpula. Casi con toda seguridad realizó los planos Juan de Yarza, por ciertas
similitudes con las reformas arquitectónicas que llevó a cabo en la iglesia de
la de Magdalena de Zaragoza37.
Preocupado por la
enseñanza dotó a su pueblo de una escuela de primeras letras, y becas para
estudios mayores, la fundación de la escuela se hizo en 1736. La enseñanza de
los niños y niñas debía de comprender “no solamente la doctrina cristiana, sino
también leer, escribir, contar y política, de balde”. La enseñanza, impartida
por un maestro, podría extenderse a los niños de pueblos inmediatos, si a
juicio de los patronos no había perjuicio para los del pueblo38. También
proyectó fundar unas Escuelas Pías, que no logró por la oposición del pueblo,
siendo ubicadas en Villacarriedo en 1746. Fundó dotes para casar a doncellas
pobres o entrar en el convento. Llevó a cabo una micro-política agraria,
constituyendo el Arca de Misericordia, para socorrer a los labradores pobres en
tiempos de malas cosechas39.
Murió en Zaragoza el 3 de marzo de 1742 a la
edad de 74 años en el Palacio Arzobispal, recibió los sacramentos de la
Penitencia y Extremaunción, y no recibió el viático porque no dio tiempo por
sobrevenirle la muerte. Hizo testamento con licencia o dispensación de su
Santidad40. Dejó a su sobrino D. Vitores Crespo de Agüero colegial
de Santa Cruz de Valladolid y catedrático de aquella universidad “todos los
bienes que tenía en Rucandio heredados de sus padres, y la casa y la hacienda
que poseía en Navajeda, con la carga de una misa cantada el día de Santo Tomás
Apóstol”41.
Finalmente, conocemos la
división del pontifical del difunto Arzobispo. Estuvo en el Obispado de Ceuta 5
años y medio, y su renta anual fue de 3.200 libras de plata, en total 17.600.
En Zaragoza estuvo 15 años, y su renta fue de 30.060 libras de plata al año, en
total 450.900. El Pontifical contenía 1030 libras de plata, correspondiendo a
la Iglesia de Ceuta 38, y a la de Zaragoza 99142. Realmente era un
Pontifical muy pobre, lo que justifica sus numerosas obras benéficas.
CONLUSIONES
1.
Es necesario recuperar, divulgar y
perpetuar el legado del arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero; un prelado
imprescindible en la historia de la Iglesia de la primera mitad del siglo
XVIII, y situarle en el lugar que le corresponde. Sin él la historia no estaría
completa.
2.
Le tocó vivir una época de importantes
cambios políticos, sociales, económicos, religiosos y culturales aunque a veces
fueran lentos.
3.
El arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero
veía el futuro desde la necesidad de impulsar religiosa y culturalmente a las
personas, por eso mismo puso el acento en potenciar la escuela pública popular,
y en acercar la enseñanza a las clases más desfavorecidas.
4.
Desde la dimensión ética fue un prelado
filántropo, se preocupó por sus semejantes. Hay que destacar su dedicación a
los más necesitados, y su abnegación. Nunca olvidó sus orígenes humildes.
5.
Realizó una gran labor religiosa, social,
cultural y artística al frente de las diócesis de Ceuta y Zaragoza, y por
último se preocupó de mejorar las condiciones espirituales y materiales de vida
de los vecinos de su pueblo natal.
Dra.
María Jesús Pozas Pozas.
Universidad
de Deusto -Bilbao
NOTAS
13 Antonio
Domínguez Ortiz, "Patrimonio y rentas de la Iglesia", en Enciclopedia de Historia de España, ed. Miguel Artola. III. Iglesia. Pensamiento. Cultura. Madrid, Alianza, 1988, pp.
75-126, y la ponencia de Antonio Miguel, Bernal y Antonio Luis, Martínez López,
"Las rentas de la Iglesia española en el Antiguo Régimen", en Emilio,
La Parra López y Jesús, Pradells Nadal, Iglesia,
Sociedad y Estado en España, Francia
e Italia (SS. XVIII al XX), Alicante, Diputación Provincial de Alicante,
1991, pp. 15-40; Jaime Vicens Vives, Historia
social y económica…, op. cit, Vol. 4. p. 65.
19
En el año 816 se documenta el nombre de Rucandio, y
por su emplazamiento fue un lugar de refugio de los cristianos que llegaron de
la cuenca del Duero huyendo de la conquista musulmana dentro del proceso de
“repoblación” en tiempos de Alfonso I. véase Javier Ortiz Real y Rogelio Pérez
Bustamante, “Cantabria en la Baja Edad Media”, en Historia General de Cantabria, Vol. 3, Santander, Ediciones Tantín,
1987; Fermín Sojo y Lomba, “Junta de Cudeyo. Los lugares de Hermosa, Rubayo,
Pontejos y Rucandio”, Altamira. Revista
del Centro de Estudios Montañeses, Santander, Institución cultural
Cantabria, 1983-84, Tomo. XLIV, pp. 283-294.
29
Sobre
las rentas de los obispos ver, Maximiliano Barrio Gonzalo, “Rentas de los
obispos españoles y pensiones que las gravan en el Antiguo Régimen
(1556-1834)”, Revista de Historia Moderna,
núm.32, 2014, pp. 219-244.
39
Fermín
Sojo y Lomba, Ilustraciones…op. cit,
T.II, 422-423.