domingo, 10 de diciembre de 2017

LA LABOR SOCIAL DEL CLERO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII: EL EJEMPLO DEL ARZOBISPO DE ZARAGOZA D. TOMÁS CRESPO DE AGÜERO (1668-1742)

Ver más abajo la Comunicación presentada en la XIV REUNIÓN CIENTÍFICA DE LA FUNDACIÓN ESPAÑOLA DE HISTORIA MODERNA, Universidad de Zaragoza, el 3 de junio de 2016.
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LA LABOR SOCIAL DEL CLERO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII: EL EJEMPLO DEL ARZOBISPO DE ZARAGOZA D. TOMÁS CRESPO DE AGÜERO (1668-1742).
RESUMEN

En este trabajo se analiza la figura del arzobispo de Zaragoza Crespo de Agüero, encuadrado en la historia de la Iglesia del Antiguo Régimen. El objetivo consiste en integrar la biografía de este prelado en la vida colectiva. Se le puede definir como un pre-reformista, en una época de importantes cambios, que pusieron las bases de la Ilustración española de la segunda mitad del siglo XVIII.

Se parte desde la subjetividad y la creatividad humana de este personaje, proyectada en la sociedad de su tiempo, y se aborda aquello que trasciende a la vida del individuo, que le condiciona y perdura más allá de su persona. Metodológicamente se ha adoptado el paradigma de la biografía histórica, ya que no se puede prescindir de las personas y de su influencia en los acontecimientos; de ahí la transcendencia del factor humano.

Palabras claves: Arzobispo, Zaragoza, Crespo de Agüero, Ceuta, Rucandio, Carrera episcopal. 

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THE SOCIAL WORK OF THE CLERGY IN THE FIRST HALF OF THE 18TH CENTURY: THE EXAMPLE OF THE ARCHBISHOP OF ZARAGOZA Sir.TOMÁS CRESPO DE AGÜERO (1668-1742)

SUMMARY

This paper analyzes the figure of the Archbishop of Zaragoza Crespo de Agüero, framed in the history of the Church in Ancient Regime. The objective is to integrate the biography of this prelate in the collective life. He can be defined as a pre-reformist, in a time of major changes, which laid the foundations of the Spanish Enlightenment in the second half of the 18th century.

It starts from the subjectivity and human creativity of this celebrity, projected in the society of his time, and deals with that which goes beyond the life of the individual, which conditions him and endures beyond himself. Methodologically it has been adopted the paradigm of historical biography, because it is not possible to do without the people and their influence on events; hence the importance of the human factor.

Key words: Archbishop, Zaragoza, Crespo de Agüero, Ceuta, Rucandio, Episcopal career.
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LA LABOR SOCIAL DEL CLERO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII: EL EJEMPLO DEL ARZOBISPO DE ZARAGOZA D. TOMÁS CRESPO DE AGÜERO (1668-1742)

INTRODUCCIÓN

“Quiero simplemente, intentar ver el mundo como lo veían estos hombres”. Georges Duby.

Este trabajo se basa en incluir la biografía del arzobispo de Zaragoza D. Tomás Crespo de Agüero (1668-1742) en la historia de la Iglesia de la primera mitad del siglo XVIII; es decir, pretendo incorporar los relatos de la vida de este prelado en la historia de su tiempo, y a través de su función eclesiástica y de la labor social que desarrolló nos pueda conducir a una visión más diáfana de la Iglesia, y de la sociedad española1.

Quiero ir más allá de la vida individual de este prelado para aproximarme a la vida colectiva, porque las experiencias personales se proyectan en la sociedad a la que se pertenece. De modo que mi intención no es hacer una biografía al estilo convencional sobre el arzobispo Crespo de Agüero, sino proporcionar explicaciones de carácter sociocultural, y reconstruir un mundo a través de los testimonios de este protagonista de excepción.

 Sin embargo, la relación de la biografía y la historia ha conocido a lo largo del tiempo desencuentros y aproximaciones. En la primera mitad del siglo XX, la historia académica trazó una línea de separación entre biografía e historia. En cambio, la segundad mitad puede ser considerada como la edad de oro de las biografías, y a partir de los cambios operados en los paradigmas de la Historia en los años ochenta la biografía política gozará de la aceptación de la historiografía académica, ese cambio de rumbo se vio favorecido por la microhistoria y la historia cultural2.

 La biografía en los últimos años ha experimentado un cambio sustancial, y la biografía y la historia no aparecen como géneros distintos, al contrario van unidas, hasta el punto de que la simbiosis empieza a tener un nombre propio, que es la biografía histórica, capaz de ofrecernos “una visión del pasado más plural, más abierta, más capaz de proyectar una luz nueva o de elaborar de otra forma problemas históricos sustanciales”3.

Las razones de esta elección son heterogéneas; desde la empatía, y la relación emocional con el personaje, y el deseo de hacer visible a esta figura históricamente relevante, hasta la aspiración de contextualizar sus logros en un marco más amplio; y al mismo tiempo explorar otras variables históricas, como analizar la función del clero, su evolución, el papel del clero pre-reformista, y el ascenso social a través de la carrera eclesiástica, que en el Antiguo Régimen no respondía tanto a una vocación definida, cuanto a unas estrategias familiares.

En definitiva, consideré que el arzobispo Crespo de Agüero, se merecía una biografía dentro de las actuales corrientes historiográficas, pues hasta la fecha no existe ninguna de este prelado, que llevó a cabo una importante obra social, desde la desarrollada en su pueblo natal, la Villa de Rucandio ubicada en Trasmiera, una de las comunidades más antiguas de Cantabria, a las obras que realizó, primero como obispo de Ceuta (1721-1727), y más tarde siendo arzobispo de Zaragoza (1727-1742)4.

También, es necesario consignar, que tanto los documentos eclesiásticos como los episcopologios de Ceuta y Zaragoza tienen un carácter hagiográfico. Así que no he encontrado nada negativo en la vida y obra de Crespo de Agüero, por lo que su biografía nace con un toque casi “angelical”, es una biografía blanca, aunque lógicamente estaría sujeto a defectos como todos los seres humanos. Por otra parte, contamos con informaciones sobre la vida personal de este Arzobispo que no podemos documentar. En el tiempo que le tocó vivir, los eclesiásticos ejercían un oficio, no podían ser espiritualmente puros, pues formaban parte del paradigma de eclesiástico propio del Antiguo Régimen, que era un modelo profesional y corporativo. Resulta imposible que el clérigo en palabras de Jean Delumeau se situara “fuera del mundo”, cuando tantos lazos familiares, sociales, honoríficos y económicos le unían a él5.

Las fuentes que posibilitan el estudio del perfil sociológico del arzobispo Crespo Agüero se encuentran en los fondos documentales de diferentes archivos: desde el Archivo Secreto Vaticano, Archivo de la Embajada de España ante la Santa Sede, a los archivos eclesiásticos de la diócesis de Ceuta, Santander, y Zaragoza, Archivo del Colegio de las Escuelas Pías de Zaragoza, Archivo Histórico Nacional y Archivo de Simancas6.

Al arzobispo Crespo de Agüero le tocó vivir en tiempos de cambio, o de intentos de cambio. De modo que abordaré el complejo mundo del clero en el último cuarto del siglo XVII y la primera mitad del XVIII desde la labor social a través de las experiencias que vivió el protagonista de esta biografía7.

Este estudio se estructura a partir de dos perspectivas que se complementan. En la primera parte, se analiza el papel del clero desde la labor social, para dar inteligibilidad al arzobispo Crespo de Agüero, y en la segunda se exponen ciertas facetas de este prelado enfocadas a su labor social. La finalidad consiste en destacar la transcendencia del clero durante la primera parte del siglo XVIII, que iba a determinar el paso del pre-reformismo a las grandes opciones ideológicas de la Ilustración y de la monarquía de los Borbones en la segunda mitad del setecientos8.

Al plantearme este trabajo debía responder a una serie de preguntas entre ellas ¿por qué este prelado llevó a cabo tantas obras sociales?, ¿por qué tuvo tal grado repercusión en su época?, ¿cuáles fueron las necesidades con las que conectó? y ¿cómo lo hizo?

La labor eclesial y social de Crespo de Agüero contribuye al conocimiento de la historia eclesiástica de España; y a través de su biografía no solamente se ofrecen datos de contenido religioso, sino también podemos conocer valiosos aspectos sociológicos y culturales; además, de ser clave para entender la historia de las diócesis de Ceuta y Zaragoza de donde fue titular.

1. La labor social del clero en el Antiguo Régimen

Para llegar a saber lo que significó la vida y la obra social de Crespo de Agüero, hay que situarse en el contexto histórico de su época, para lo cual me limitaré a realizar una breve reflexión sobre el Clero en el Antiguo Régimen. El gran corte hay que fijarlo en las reformas religiosas de mediados del quinientos como consecuencia del proceso tridentino, hasta mediados del siglo XVIII con el Concordato de 1753; durante este periodo la Iglesia española apenas experimentó transformaciones importantes9.

Todas las manifestaciones de la vida religiosa española estaban presididas por la Iglesia, era indudable la fuerte influencia social del clero, y junto a la autoridad moral disfrutaba de importantes privilegios, y acumulaba una riqueza incalculable; ahora bien, una parte de esos recursos los empleaba en obras pías, escuelas, hospitales, asilos, fundaciones de inclusas en las grandes ciudades, y limosnas a los necesitados, que era uno de los motivos de la popularidad de la Iglesia10. Los recursos económicos provenían de la explotación de sus propiedades mobiliarias e inmobiliarias, tanto rústicas como urbanas, de las rentas decimales, diezmos y primicias, misas, matrimonios, entierros, funciones religiosas, las aportaciones de los derechos de estola, y pie de altar, de donativos, limosnas, y demás donaciones, y recursos extraordinarios11.

El clero poseía las tres cuartas partes de las haciendas y la mayoría de los censo. En un documento de 1630 las rentas eclesiásticas de Castilla se estimaban en 10.410.000 ducados, y los totales en 113 millones. Ambas evaluaciones pecan por defecto del 50 por 100, se puede decir que durante el siglo XVII las rentas eclesiásticas representaban la sexta o la séptima parte del total nacional, se supone que en la Corona de Aragón las proporciones eran análogas, y según el Catastro de Ensenada fijaba la renta del clero castellano en 346 millones, algo más de un octavo del total de 2.650 millones de reales de vellón del producto bruto de sus tierras, pero se omite otros ingresos, como las ofrendas, y los derechos de estola12.

En cuanto a la distribución de las rentas eclesiásticas había grandes diferencias entre los altos dignatarios de la Iglesia española y el bajo clero rural. Los valores anuales de las mitras según un documento oficial hacia 1800 se estimaban en 3 millones y medio de reales para la Sede primada, la de Valencia 1.800. 000, Santiago 1.500.000, Sevilla 1.360.000 y Zaragoza 1.000.000; en cambio había sedes episcopales, como las de Albarracín, Barbastro, Ceuta, Ibiza, Jaca, Menorca, Tudela, Tuy, Urgel y Valladolid que no llegaban a los 100.000 reales, bien por la exigüidad de su territorio o la pobreza de su suelo13.

Otro aspecto a tener en cuenta era la estrecha relación de los eclesiásticos con los demás grupos sociales, con su familia, su pueblo, su región, y su nación, de modo que una parte de las rentas se destinaban a obras sociales. El clero era todo lo contrario de una clase cerrada y exclusiva, en parte porque se reclutaba de todos los medios sociales; además, debido a su educación en común con los seglares, dado que escaseaban todavía los seminarios en el siglo XVIII, compartían ideas, sentimientos y preocupaciones, y sobre todo el clero secular practicaba una enorme solidaridad familiar, y se mantenía muy unido a su pueblo natal y a su región14. Dentro de esta mentalidad del estamento eclesiástico hay que situar la figura del arzobispo Crespo de Agüero.

2. Las claves de la biografía del ilustre prelado D. Tomás Crespo de Agüero

Para la biografía del arzobispo Crespo de Agüero, parto de la idea de que “Una imagen dice más que mil palabras” (Kurt Tucholsky)15. De manera que analizaré el retrato sobre lienzo del Arzobispo, que se halla a la izquierda del presbiterio en la iglesia de Santa María Magdalena de Rucandio, su pueblo natal, que fundó en 1740. El retrato preside las ceremonias religiosas, y como recuerdo de su generosidad para todas las generaciones. Sobre el autor del retrato y la fecha de ejecución existen discrepancias, por una parte se le atribuye a José Félix Rabiella y Sánchez, que pertenecía a una destacada familia de pintores aragoneses de los siglos XVII y XVIII, y por otra al pintor José Luzán Martínez, maestro de los Bayeus y de Goya16.  



 



Retrato al óleo del arzobispo Crespo de Agüero

Según el historiador Peter Burke, la imagen puede mostrar al individuo como encarnación de ideas y de valores. Por otro lado, desde el enfoque psicoanalítico de las imágenes su interpretación resulta especulativa, pero también hay que tener en cuenta, que las personas proyectan sobre las imágenes sus fantasías inconscientes, pero además hay que contar con los testimonios17.

Haré una serie de observaciones por cuenta propia. El retrato del Arzobispo desde la técnica pictórica es austero, como su vida; la mirada es inteligente, viva y desprende serenidad, se intuye un carácter reflexivo, y así debía de ser porque fue concienzudo en todas las empresas que inició. Transmite un profundo sentido de majestad episcopal, gravedad y mesura, y no exterioriza riqueza, sino humildad, el porte es digno de su cargo; asimismo cumplía con las disposiciones referentes a la forma de vestir de manera honesta, vestía con moderación, sencillez y modestia. Sin embargo, hay que destacar un detalle, en la parte superior derecha del retrato está pintado el escudo familiar con el deseo de ilustrar su apellido, y sobresalir entre sus convecinos, era propio de su tiempo y no se debe de tomar como un signo de vanidad. En definitiva, transmite una serie de virtudes, y concluyo con esta afirmación apoyada en documentos, Crespo de Agüero encarnaba los valores del carácter montañés, “fue un trasmerano listo y piadoso”18.

Nació el 8 de diciembre de 1668 en el pequeño pueblo de Rucandio de la comarca de Trasmiera, en Cantabria19. Debido a lo abrupto del terreno, obtenían las subsistencias con muchas dificultades. La mayor parte de los vecinos eran humildes labradores, y algunos ejercían el oficio de canteros, eran famosos por su buen hacer. Casi el total de la población pertenecía a la baja nobleza, salvo los privilegios de su estado, económicamente no se diferenciaban en los trabajos con los pecheros, pero estaban orgullosos de su hidalguía, y obsesionados con “la limpieza de sangre”; en sus casas lucían los blasones heráldicos. La emigración era la válvula de escape a una pobreza secular, y casi la única posibilidad de movilidad social estaba en el clero20.

La población era escasa en número, a pesar de no tener cifras de los habitantes para el siglo XVII, y primera mitad del XVIII, se podrían extrapolar con reservas las cifras recogidas en las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, que alcanzaban un total de 50 vecinos, por lo que nos aproximaríamos a unas 200 personas utilizando un índice generoso de 4 personas por vecino21.

Los padres del Arzobispo fueron D. Juan Crespo del Hoyo y Dña. Francisca de Agüero y Sierra, ambos del estado noble, su madre descendía del poderoso linaje de los Agüero, uno de los más importantes en la baja Edad Media en Trasmiera, por parte de sus padres contaba con un notable número de parientes ligados al clero según consta en los Padrones de Hidalguía de Rucandio22. Sobre su familia, y la primera etapa de su vida no contamos con testimonios, y algunos datos se deben a la tradición. Era de familia humilde y de escasos recursos. Su padre murió en 1678 sin testar, caben dos posibilidades, que careciera de bienes o le sobreviniera repentinamente la muerte y no hubiera tenido tiempo de dejar sus últimas voluntades, murió cuando el Arzobispo contaba con 10 años23.

Sobre la carrera episcopal, se sabe que emigró a Gijón, y un familiar cura D. García Agüero sufragó sus estudios de gramática en el colegio de los jesuitas de Oviedo, y se graduó en la Universidad de esta ciudad. Después, pasó a la Universidad de Alcalá de Henares, fue profesor de metafísica, y regentó la cátedra de Teología de Santo Tomás, y Colegial mayor de San Idelfonso. Opositó a la magistralía de Antequera, y más tarde obtuvo por oposición la Canongía Electoral de la catedral de Cádiz; pasó después a la catedral de Sevilla ganando por oposición la Canongía Electoral hasta que en 1720 fue nombrado obispo de Ceuta, y en 1726 arzobispo de Zaragoza, y del Consejo de Su Majestad24.

3. Las fundaciones de D. Tomás Crespo de Agüero en Ceuta, Zaragoza, y Rucandio

Siguió un auténtico cursus honorum hasta ser designado para la mitra de Ceuta, gracias a cumplir con los criterios reales para el nombramiento de los obispos, como era la formación universitaria, tener las órdenes sagradas, ser honesto, ejemplar, y limpio de sangre25.

Cuando llegó a Ceuta se encontró con una ciudad sometida a un largo asedio iniciado en 1694 por el sultán de Marruecos Muley Ismail. Lo que supuso un incremento de soldados y desterrados; en 1720 llegaron 16.000 soldados que liberaron la ciudad, y unos meses más tarde se declaró una epidemia de peste, el asedio continuó hasta la muerte del sultán en 1727. Durante el asedio muchos edificios fueron destruidos y tuvieron que ser reconstruidos empezando por la catedral. No sólo le había correspondido una de las diócesis más pobre de España, sino que se enfrentaba a una gran labor espiritual y de reconstrucción de los edificios religiosos26. La obra más importante que llevó a cabo fue la reedificación de la catedral, que había sido demolida por ruina después de haber servido de hospital de sangre, y de acuartelamiento de las tropas en tiempos del obispo D. Antonio Ibáñez de la Riva Herrera (1686-1688) familiar de Crespo de Agüero, que más tarde fue arzobispo de Zaragoza (1688-1710), arzobispo electo de Toledo, Inquisidor General, y presidente del Consejo de Castilla27.

En 1726 el Cabildo de Ceuta volvió a la catedral después de 54 años cerrada al culto. El ornato fue obra sencilla y pobre, y el Obispo mandó pintar a sus expensas cuatro cuadros de carácter religioso. Continuando con las obras de los templos, concluyó las iniciadas por sus antecesores, realizó varias reparaciones en el santuario de Nuestra Señora de África, en la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios y la del Valle, colocó la primera piedra de la iglesia del convento de los Trinitarios Descalzos bajo la advocación de Nuestra Señora de Gracia, reedificó la ermita de San Antonio, concluyó la capilla de Santiago, y el convento de San Francisco28.

En 1726 Crespo de Agüero fue promovido a la mitra del arzobispado de Zaragoza. Un indicador para la promoción era el cursus anterior del obispo teniendo en cuenta la carrera episcopal, y la experiencia personal; el nombramiento estaba en relación directa con la importancia socioeconómica de la sede, si las rentas de la mitra eran de tipo medio o bajo el preconizado tenía más oportunidades de acceder a una mitra más rica, como fue el caso de Crespo de Agüero29.

 Desde 1727 hasta su muerte en 1742, estuvo al frente de la archidiócesis de Zaragoza; se pueden destacar tres aspectos: el religioso, el mecenazgo cultural y el artístico. En primer lugar, realizó una visita pastoral al arzobispado, para conocer el marco cotidiano de la vida de sus clérigos y feligreses, con el fin de predicar y repartir las tareas pastorales, además de dar limosnas, y enterarse de las cuestiones económicas, dio sobre todo ejemplo. Las siguientes visitas las realizaron visitadores delegados como la de los años 1731 a 1734 por D. Gregorio Galindo, y la de 1736 al 1737 por D. Juan del Cotero familiar, y secretario del Arzobispo30.

El amor a la paz que había mostrado en los Cabildos de Cádiz, Sevilla, y Ceuta le sirvieron para unir las dos Mensas canonicales de los dos templos Metropolitanos. El Salvador y el Pilar, después de la bula de unión de 1730 promulgada por el Papa Clemente XIII, para terminar con los pleitos entre las dos Iglesias31.

A través de las Cartas Pastorales logró establecer la disciplina eclesiástica, renovar el espíritu del clero, conservar las buenas costumbres, y extirpar los abusos. Fundó congregaciones en varios santuarios para la realización de ejercicios espirituales dirigidos a los clérigos, a los que acudían también seglares, instauró en Zaragoza la congregación de los “Eclesiásticos Misioneros de San Carlos Borromeo” dedicados a la predicación y a confesar. Continuó con las limosnas de sus antecesores, y entregó los cincuenta cayzes de trigo mensuales al Hospital de la Misericordia, que estaba a punto de cerrar por falta de subsistencias; socorrió a los pobres convalecientes, y a los militares que habían ocupado el Hospital, e intentó unir las rentas para beneficio de todos, pero al ser insuficientes, logró del Papa y del Rey ayuda conforme a la fundación del Hospital. Realizó otras muchas obras de caridad, y repartió cuantiosas limosnas a todas las comunidades religiosas. Se puede afirmar que llevó a cabo un proceso de re-catolización en la diócesis32.

En segundo lugar, manifestó una honda preocupación por fomentar la educación desde abajo, pensaba que a través de la enseñanza se formarían buenos cristianos, y personas útiles para el país, su gran preocupación fueron los niños pobres que no tenían acceso a la educación, por ese motivo apoyó a los Hermanos de las Escuelas Pías para fundar los colegios de, Daroca (1728), Alcañiz (1729), y Zaragoza en 173533.

El Arzobispo proporcionó a expensas de sus bienes y limosnas el dinero necesario para la construcción del Colegio de los Escolapios y la Iglesia de Santo Tomás de Aquino de Zaragoza, con el fin de instruir a los niños, y en la Iglesia se enseñara la doctrina cristiana tanto a los niños como a los adultos, y mandó que se hicieran ejercicios espirituales. En 1736 eran más de 700 alumnos los que estudiaban en el Colegio, se enseñaba la doctrina cristiana, primeras letras, contar, aritmética, matemáticas, gramática y retórica, mediante una pedagogía nueva, moderna e innovadora. En 1741 el Arzobispo otorgó una escritura dejando como patronos del Colegio y de la Iglesia después de su muerte a los sucesivos arzobispos de Zaragoza y al Cabildo, y de copatrono a su sobrino D. Vitores Crespo de Agüero oidor que fue de la Real Audiencia de Zaragoza, y a su muerte le sucederían sus descendientes. El Arzobispo pidió la preeminencia de sus blasones en la fachada de la Iglesia del Colegio que se componen de “Y pitagórica, dos estrellas y una corona orleada a la parte suprior con las ínfulas de la dignidad de Arzobispo”34.

Dentro del capítulo de la enseñanza, no discriminó al sexo femenino y se ocupó de la educación de las niñas, fue un meritorio avance dentro de la exclusión de las mujeres en el campo de la alfabetización, encargó de la educación femenina a las “Señoras de la Real Casa de la Enseñanza”, y para ello les fundó una Iglesia y les dio muchas limosnas. Fue llamado en su tiempo “Maestro de los Pobres”35.

En tercer lugar, tuvo una inquietud artística muy clara, era un persona cultísima, continuó con las obras de la basílica del Pilar, y de la iglesia del Salvador, el arquitecto de cabecera fue Domingo de Yarza; encargó renovar la iglesia de la Magdalena de Zaragoza a Juan de Yarza, y edificar la capilla de la Inmaculada Concepción en el claustro de la Cartuja; asimismo, mandó reformar varias iglesias en Teruel.

Dispuso la construcción de la capilla de San Juan Bautista en el Pilar, y mandó colocar en el alto su escudo de armas, siendo enterrado en dicha capilla, su sepulcro fue trabajado por Tomás de Mesa, y lleva gravado el siguiente texto: “HAC SUB GELIDA JACET URNA THOMAS CRISPUS DE AGÜERO, VILLAE DE RUCANDIO DIOCESIS BURGENSIS MAJORIS ILDEFONSI COLEGII ALUMNUS, GADICENSIS ET HISPALENSI LECTORALIS CANONICUS SEPTENIS EPISCOPUS. AC DEMUN HUJUS ECCLESIAE ARCHIEPISCOPUS OBIIT III MARTHII ANN. MDCCCXLII. R. I. P. 36

Por último, fue un gran protector de su pueblo natal; a costa de sus bienes fundó la iglesia de Santa María Magdalena, un ejemplo arquitectónico del barroco montañés, la construcción se inició en 1736, y finalizó en 1740, según consta en una inscripción a lo largo del interior de la iglesia, previa al arranque de la cúpula. Casi con toda seguridad realizó los planos Juan de Yarza, por ciertas similitudes con las reformas arquitectónicas que llevó a cabo en la iglesia de la de Magdalena de Zaragoza37.

Preocupado por la enseñanza dotó a su pueblo de una escuela de primeras letras, y becas para estudios mayores, la fundación de la escuela se hizo en 1736. La enseñanza de los niños y niñas debía de comprender “no solamente la doctrina cristiana, sino también leer, escribir, contar y política, de balde”. La enseñanza, impartida por un maestro, podría extenderse a los niños de pueblos inmediatos, si a juicio de los patronos no había perjuicio para los del pueblo38. También proyectó fundar unas Escuelas Pías, que no logró por la oposición del pueblo, siendo ubicadas en Villacarriedo en 1746. Fundó dotes para casar a doncellas pobres o entrar en el convento. Llevó a cabo una micro-política agraria, constituyendo el Arca de Misericordia, para socorrer a los labradores pobres en tiempos de malas cosechas39.

 Murió en Zaragoza el 3 de marzo de 1742 a la edad de 74 años en el Palacio Arzobispal, recibió los sacramentos de la Penitencia y Extremaunción, y no recibió el viático porque no dio tiempo por sobrevenirle la muerte. Hizo testamento con licencia o dispensación de su Santidad40. Dejó a su sobrino D. Vitores Crespo de Agüero colegial de Santa Cruz de Valladolid y catedrático de aquella universidad “todos los bienes que tenía en Rucandio heredados de sus padres, y la casa y la hacienda que poseía en Navajeda, con la carga de una misa cantada el día de Santo Tomás Apóstol”41.

Finalmente, conocemos la división del pontifical del difunto Arzobispo. Estuvo en el Obispado de Ceuta 5 años y medio, y su renta anual fue de 3.200 libras de plata, en total 17.600. En Zaragoza estuvo 15 años, y su renta fue de 30.060 libras de plata al año, en total 450.900. El Pontifical contenía 1030 libras de plata, correspondiendo a la Iglesia de Ceuta 38, y a la de Zaragoza 99142. Realmente era un Pontifical muy pobre, lo que justifica sus numerosas obras benéficas.

CONLUSIONES

1.      Es necesario recuperar, divulgar y perpetuar el legado del arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero; un prelado imprescindible en la historia de la Iglesia de la primera mitad del siglo XVIII, y situarle en el lugar que le corresponde. Sin él la historia no estaría completa.

2.      Le tocó vivir una época de importantes cambios políticos, sociales, económicos, religiosos y culturales aunque a veces fueran lentos.

3.      El arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero veía el futuro desde la necesidad de impulsar religiosa y culturalmente a las personas, por eso mismo puso el acento en potenciar la escuela pública popular, y en acercar la enseñanza a las clases más desfavorecidas.

4.      Desde la dimensión ética fue un prelado filántropo, se preocupó por sus semejantes. Hay que destacar su dedicación a los más necesitados, y su abnegación. Nunca olvidó sus orígenes humildes.

5.      Realizó una gran labor religiosa, social, cultural y artística al frente de las diócesis de Ceuta y Zaragoza, y por último se preocupó de mejorar las condiciones espirituales y materiales de vida de los vecinos de su pueblo natal.

Dra. María Jesús Pozas Pozas.
Universidad de Deusto -Bilbao

 

NOTAS

1 Agradezco sinceramente la documentación proporcionada sobre el Arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero a  D. José Luis Gómez Barceló, Archivero diocesano de Ceuta, al P. Maximiliano Pérez del Colegio de los PP. Escolapios de Zaragoza, y a la Asociación Cántabra de Genealogía (ASCAGEN).

2 Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México, Fondo de Cultura Económica, 1953. En la tercera parte, los acontecimientos, la política y la historia está llena de individuos importantes desde el punto de vista político o militar; Carlos Seco Serrano, “La biografía como género historiográfico”, en AA. VV, Once ensayos sobre historia, Madrid, Publicaciones de la Fundación Juan March, 1976, pp. 105-117; Giovanni Levi, “Les usages de la biographie”,   Annales ESC, vol. 44, núm. 6, 1989, pp. 1325-1336; Pedro Ruiz Torres, “La biografía y los personajes olvidados por la Historia, en Elena Hernández Sandoica, y María Alicia Langa Laorga, (coord.), Sobre la historia actual: entre política y cultura, Madrid, Abada, 2005, pp. 165-202.

3 James C. Davis, e Isabel Burdiel (eds.), La historia biográfica en Europa. Nuevas perspectivas. Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2015. Este libro recoge una cuidada selección de resultados de las actividades de la Red Europea sobre Teoría y Práctica de la Biografía/European Network on the Theory and Practice of Biography, desde su creación en 2008 hasta la actualidad; Bárbara Caine, Biography and History, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2010.

4 Sobre la historia de la comarca de Trasmiera de donde era natural el arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero véase, Fermín Sojo y Lomba: Ilustraciones a la Historia de la M. N. Y S. L. Merindad de Trasmiera, Santander, Ediciones Librería Estudio, 1988, 2 Vols; José Xiqués, Episcopologio de la Diócesis de Ceuta, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, www.cervantesvirtual.com; Armando Serrano Martínez,” Episcopologio de Zaragoza,” Aragonia sacra, núms. 16-17, 2001-2003, pp. 197-246.

5 Jean Delumeau, El catolicismo de Lutero a Voltaire. Barcelona, Labor, 1973; Arturo Morgado García, “El clero en España de los siglos XVI y XVII. Estado de la cuestión y últimas tendencias”, Manuscrit, núm. 25, 2007, pp.75-100.

6 Sobre los obispos consultar los fondos del Archivo Secreto Vaticano véase, Maximiliano Barrio Gonzalo, “La jerarquía eclesiástica en la España Moderna”, Cuadernos de Historia Moderna, núm. 25, 2000, pp. 19-22.

7 Maximiliano Barrio González, El clero en la España moderna, Córdoba, CSIC, 2010; Enrique Martínez Ruiz (ed.), “Iglesia y sociedad en el Antiguo Régimen”, en Actas de la III Reunión Científica de la Asociación Española de Historia Moderna, 1994, Vol. 1, 23-25, Las Palmas, Universidad de las Palmas, 1995.

8 Ricardo García Cárcel (Coord.), Historia de España siglo XVIII. La España de los Borbones, Madrid, Cátedra, 2002. Sobre la historia de España en el siglo XVIII existe una abundante bibliografía; sin embargo, esta obra introduce algunas novedades en los planteamientos.

9 El historiador Antonio Domínguez Ortiz ha sido el mejor especialista en los dos estamentos privilegiados, la nobleza y el clero en España del Antiguo Régimen. véase, Las clases privilegiadas en el Antiguo Régimen, Madrid, Ediciones Istmo, 1979, 2ª ed, y Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, Madrid, Ariel, 1976.

10 Antonio Domínguez Ortiz, Sociedad y Estado…, op. cit, pp. 359-382; Stanley G. Payne, El catolicismo español. Barcelona, Editorial Planeta, 2006, pp. 74-98. Es una obra clara, profunda e imparcial sobre el catolicismo español.

11 Jaime Vicens Vives, (dir.), Historia social y económica de España y América, Vol. 4, Editorial Vicens Vives, Barcelona, 1979, 3ª ed., pp. 62-64.

12 Antonio Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas…, op. cit, p. 339.

13 Antonio Domínguez Ortiz, "Patrimonio y rentas de la Iglesia", en Enciclopedia de Historia de España, ed. Miguel Artola. III. Iglesia. Pensamiento. Cultura. Madrid, Alianza, 1988, pp. 75-126, y la ponencia de Antonio Miguel, Bernal y Antonio Luis, Martínez López, "Las rentas de la Iglesia española en el Antiguo Régimen", en Emilio, La Parra López y Jesús, Pradells Nadal, Iglesia, Sociedad y Estado en España, Francia e Italia (SS. XVIII al XX), Alicante, Diputación Provincial de Alicante, 1991, pp. 15-40; Jaime Vicens Vives, Historia social y económica…, op. cit, Vol. 4. p. 65.
14 Antonio Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas…op. cit. pp. 383-387.

15 Sobre la imagen como documento histórico véase, Peter Burke, Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico, Barcelona, Crítica, 2001.

16 Arturo Ansón Navarro,” La pintura aragonesa del siglo XVIII anterior a Goya”, en Atlas de Arte Aragonés, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1981, y Colección de retratos de obispos y arzobispos de Zaragoza, hasta el siglo XVIII”, en AA.VV., El espejo de nuestra historia: la diócesis de Zaragoza a través de los siglos, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1991, pp. 145-148; Enrique Campuzano Ruiz, Pintura barroca en Cantabria, Catálogo de la exposición, Fundación Santillana, 1992. Atribuye el retrato al pintor aragonés José Luzán Martínez.

17 Peter Burke, Visto y no visto…op. cit, pp. 216-218.

18 Sobre el carácter de los montañeses véase, Fermín Sojo y Lomba, Ilustraciones…op. cit, T. II, pp.453-508.

19 En el año 816 se documenta el nombre de Rucandio, y por su emplazamiento fue un lugar de refugio de los cristianos que llegaron de la cuenca del Duero huyendo de la conquista musulmana dentro del proceso de “repoblación” en tiempos de Alfonso I. véase Javier Ortiz Real y Rogelio Pérez Bustamante, “Cantabria en la Baja Edad Media”, en Historia General de Cantabria, Vol. 3, Santander, Ediciones Tantín, 1987; Fermín Sojo y Lomba, “Junta de Cudeyo. Los lugares de Hermosa, Rubayo, Pontejos y Rucandio”, Altamira. Revista del Centro de Estudios Montañeses, Santander, Institución cultural Cantabria, 1983-84, Tomo. XLIV, pp. 283-294.
20 Archivo del Ayuntamiento de Medio Cudeyo [AAMC]. Libro de padrones de la Villa de Rucandio desde 1616 a 1831, leg. 73, núm.2. La presencia de los apellidos Crespo y Agüero fue constante en estos padrones.

21 Archivo General de Simancas, [AGS]. Dirección General de Rentas, 1ª Remesa, Catastro de Ensenada, Respuestas Generales, L047-680-jpg, f. 671.

22 AAMC. Libro de padrones de la Villa de Rucandio del año 1737, leg. 73, núm. 2, fs. 50 -51.

23 Biblioteca Menéndez Pelayo [BMP], Colección Pedraja, Doc. 1035, Ms. 612

24 José Antonio del Rio y Sainz, La provincia de Santander considerada bajo todos sus aspectos, Santander, Imp. Rio Hermanos,  1889, T.II, pp. 157-159; Miguel de Asúa y Campos, Hijos Ilustres de Cantabria que vistieron hábitos religiosos, Madrid, Talleres del Instituto Geográfico y Catastral, 1945, pp. 125-131.

25 Maximiliano Barrio Gonzalo, “La jerarquía eclesiástica en la España moderna. Sociología de una élite de poder (1556-1834), Cuadernos de Historia Moderna, 2000, núm.25, pp. 17-59.

26 José Montes Ramos, El sitio de Ceuta, 1694-1727: el ejército de Carlos II y Felipe V, Madrid, Agualarga, 1999, pp. 42-43.

27 Sobre el parentesco entre D. Antonio Ibáñez de la Riva Herrera y D. Tomás Crespo de Agüero no está claro que eran nietos del mismo abuelo como afirmaba en su obra inédita Salvador Ros y Calaf, Historia eclesiástica y civil de la célebre ciudad de Ceuta, Ceuta, 1912. El padre de D. Antonio Ibáñez de la Riva Herrera y la madre de Crespo de Agüero pertenecían al antiguo linaje de los Agüero, uno de los más antiguos de Trasmiera.

28 José Xiqués, “Episcopologio de Ceuta”, Boletín de la Real Academia de la Historia, T. XVIII, 1891, pp. 401-426; Atanasio López, Obispos en el África Septentrional desde el siglo XIII. Tánger, Tip. Hispano Arábiga, 1941, 2ª ed. corregida y aumentada, pp. 236-237; José Luis Gómez Barceló (cood.), Historia de las diócesis españolas. Iglesias de Sevilla, Huelva, Jerez y Cádiz y Ceuta, Madrid-Córdoba, Biblioteca de Autores Cristianos, MMII.

29 Sobre las rentas de los obispos ver, Maximiliano Barrio Gonzalo, “Rentas de los obispos españoles y pensiones que las gravan en el Antiguo Régimen (1556-1834)”, Revista de Historia Moderna, núm.32, 2014, pp. 219-244.     
30 Pilar Pueyo Colomina, “Noticia sobre uno de los libros de la visita pastoral hecha al arzobispado zaragozano los años 1731 a 1734”, Anales de la Universidad de Alicante. Historia medieval, núm. 4-5, 1986, pp.323-336.

31 Manifiesto historial en contradicción a las memorias de los racioneros de mensa de la Santa Iglesia Metropolitana y templo del Salvador de Zaragoza publicadas por el racionero D. Félix Latasa, dispuesto y ordenado por D. Eusebio Ximénez, Presbítero, Racionero, Secretario y Archivero de la misma Santa Iglesia y templo Metropolitano. Madrid, Oficina de D. Benito García de Lastra y Compañía, MDCCXCIX.

32 P. Fr. Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico de las Iglesias del Reyno de Aragón, Pamplona, Imprenta de la Viuda de Don Joseph Miguel de Ezquerro, 1785, T. IV, pp.170-172.

33 De la fundación del colegio de Zaragoza y de la iglesia de Santo Tomás de Aquino, existe una documentación magnífica en el Archivo provincial de las Escuelas Pías de Aragón [APEPA]. Fundación del Colegio de los Escolapios de Zaragoza, 1733-1741, fs. 14-15; 22-29; 37-3 8, y 89.

34 Ibídem, fs. 76-77.

35 P. Fr. Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico…op. cit, T. IV, p.171.

36  Ibídem, pp. 173-174.

37 Miguel Ángel García Guinea, Guía artística de Cantabria, Santander, Ediciones Librería Estudio, 1988, pp. 58-59.

38 Archivo Histórico Diocesano de Santander [AHDS] Obra pía Escuela de primeras letras [Rucandio]: cuentas, 1736/1809, leg. R- 0507.

39 Fermín Sojo y Lomba, Ilustraciones…op. cit, T.II, 422-423.
40 Archivo Diocesano de Zaragoza [ADZ], Archivos parroquiales. La Seo, T. 7, pp. 783-784.

41 Mateo Escagedo Salmón, Solares Montañeses, Torrelavega, Artes Gráficas Antonino Fernández, 1932, T. V, pp. 74-75.

42 Archivo Diocesano de Ceuta [ADC], leg. 001023. Copia en respuesta del Cabildo [de Ceuta] al de Zaragoza sobre el expolio de Agüero,