domingo, 10 de diciembre de 2017

LA LABOR SOCIAL DEL CLERO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII: EL EJEMPLO DEL ARZOBISPO DE ZARAGOZA D. TOMÁS CRESPO DE AGÜERO (1668-1742)

Ver más abajo la Comunicación presentada en la XIV REUNIÓN CIENTÍFICA DE LA FUNDACIÓN ESPAÑOLA DE HISTORIA MODERNA, Universidad de Zaragoza, el 3 de junio de 2016.
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LA LABOR SOCIAL DEL CLERO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII: EL EJEMPLO DEL ARZOBISPO DE ZARAGOZA D. TOMÁS CRESPO DE AGÜERO (1668-1742).
RESUMEN

En este trabajo se analiza la figura del arzobispo de Zaragoza Crespo de Agüero, encuadrado en la historia de la Iglesia del Antiguo Régimen. El objetivo consiste en integrar la biografía de este prelado en la vida colectiva. Se le puede definir como un pre-reformista, en una época de importantes cambios, que pusieron las bases de la Ilustración española de la segunda mitad del siglo XVIII.

Se parte desde la subjetividad y la creatividad humana de este personaje, proyectada en la sociedad de su tiempo, y se aborda aquello que trasciende a la vida del individuo, que le condiciona y perdura más allá de su persona. Metodológicamente se ha adoptado el paradigma de la biografía histórica, ya que no se puede prescindir de las personas y de su influencia en los acontecimientos; de ahí la transcendencia del factor humano.

Palabras claves: Arzobispo, Zaragoza, Crespo de Agüero, Ceuta, Rucandio, Carrera episcopal. 

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THE SOCIAL WORK OF THE CLERGY IN THE FIRST HALF OF THE 18TH CENTURY: THE EXAMPLE OF THE ARCHBISHOP OF ZARAGOZA Sir.TOMÁS CRESPO DE AGÜERO (1668-1742)

SUMMARY

This paper analyzes the figure of the Archbishop of Zaragoza Crespo de Agüero, framed in the history of the Church in Ancient Regime. The objective is to integrate the biography of this prelate in the collective life. He can be defined as a pre-reformist, in a time of major changes, which laid the foundations of the Spanish Enlightenment in the second half of the 18th century.

It starts from the subjectivity and human creativity of this celebrity, projected in the society of his time, and deals with that which goes beyond the life of the individual, which conditions him and endures beyond himself. Methodologically it has been adopted the paradigm of historical biography, because it is not possible to do without the people and their influence on events; hence the importance of the human factor.

Key words: Archbishop, Zaragoza, Crespo de Agüero, Ceuta, Rucandio, Episcopal career.
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LA LABOR SOCIAL DEL CLERO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII: EL EJEMPLO DEL ARZOBISPO DE ZARAGOZA D. TOMÁS CRESPO DE AGÜERO (1668-1742)

INTRODUCCIÓN

“Quiero simplemente, intentar ver el mundo como lo veían estos hombres”. Georges Duby.

Este trabajo se basa en incluir la biografía del arzobispo de Zaragoza D. Tomás Crespo de Agüero (1668-1742) en la historia de la Iglesia de la primera mitad del siglo XVIII; es decir, pretendo incorporar los relatos de la vida de este prelado en la historia de su tiempo, y a través de su función eclesiástica y de la labor social que desarrolló nos pueda conducir a una visión más diáfana de la Iglesia, y de la sociedad española1.

Quiero ir más allá de la vida individual de este prelado para aproximarme a la vida colectiva, porque las experiencias personales se proyectan en la sociedad a la que se pertenece. De modo que mi intención no es hacer una biografía al estilo convencional sobre el arzobispo Crespo de Agüero, sino proporcionar explicaciones de carácter sociocultural, y reconstruir un mundo a través de los testimonios de este protagonista de excepción.

 Sin embargo, la relación de la biografía y la historia ha conocido a lo largo del tiempo desencuentros y aproximaciones. En la primera mitad del siglo XX, la historia académica trazó una línea de separación entre biografía e historia. En cambio, la segundad mitad puede ser considerada como la edad de oro de las biografías, y a partir de los cambios operados en los paradigmas de la Historia en los años ochenta la biografía política gozará de la aceptación de la historiografía académica, ese cambio de rumbo se vio favorecido por la microhistoria y la historia cultural2.

 La biografía en los últimos años ha experimentado un cambio sustancial, y la biografía y la historia no aparecen como géneros distintos, al contrario van unidas, hasta el punto de que la simbiosis empieza a tener un nombre propio, que es la biografía histórica, capaz de ofrecernos “una visión del pasado más plural, más abierta, más capaz de proyectar una luz nueva o de elaborar de otra forma problemas históricos sustanciales”3.

Las razones de esta elección son heterogéneas; desde la empatía, y la relación emocional con el personaje, y el deseo de hacer visible a esta figura históricamente relevante, hasta la aspiración de contextualizar sus logros en un marco más amplio; y al mismo tiempo explorar otras variables históricas, como analizar la función del clero, su evolución, el papel del clero pre-reformista, y el ascenso social a través de la carrera eclesiástica, que en el Antiguo Régimen no respondía tanto a una vocación definida, cuanto a unas estrategias familiares.

En definitiva, consideré que el arzobispo Crespo de Agüero, se merecía una biografía dentro de las actuales corrientes historiográficas, pues hasta la fecha no existe ninguna de este prelado, que llevó a cabo una importante obra social, desde la desarrollada en su pueblo natal, la Villa de Rucandio ubicada en Trasmiera, una de las comunidades más antiguas de Cantabria, a las obras que realizó, primero como obispo de Ceuta (1721-1727), y más tarde siendo arzobispo de Zaragoza (1727-1742)4.

También, es necesario consignar, que tanto los documentos eclesiásticos como los episcopologios de Ceuta y Zaragoza tienen un carácter hagiográfico. Así que no he encontrado nada negativo en la vida y obra de Crespo de Agüero, por lo que su biografía nace con un toque casi “angelical”, es una biografía blanca, aunque lógicamente estaría sujeto a defectos como todos los seres humanos. Por otra parte, contamos con informaciones sobre la vida personal de este Arzobispo que no podemos documentar. En el tiempo que le tocó vivir, los eclesiásticos ejercían un oficio, no podían ser espiritualmente puros, pues formaban parte del paradigma de eclesiástico propio del Antiguo Régimen, que era un modelo profesional y corporativo. Resulta imposible que el clérigo en palabras de Jean Delumeau se situara “fuera del mundo”, cuando tantos lazos familiares, sociales, honoríficos y económicos le unían a él5.

Las fuentes que posibilitan el estudio del perfil sociológico del arzobispo Crespo Agüero se encuentran en los fondos documentales de diferentes archivos: desde el Archivo Secreto Vaticano, Archivo de la Embajada de España ante la Santa Sede, a los archivos eclesiásticos de la diócesis de Ceuta, Santander, y Zaragoza, Archivo del Colegio de las Escuelas Pías de Zaragoza, Archivo Histórico Nacional y Archivo de Simancas6.

Al arzobispo Crespo de Agüero le tocó vivir en tiempos de cambio, o de intentos de cambio. De modo que abordaré el complejo mundo del clero en el último cuarto del siglo XVII y la primera mitad del XVIII desde la labor social a través de las experiencias que vivió el protagonista de esta biografía7.

Este estudio se estructura a partir de dos perspectivas que se complementan. En la primera parte, se analiza el papel del clero desde la labor social, para dar inteligibilidad al arzobispo Crespo de Agüero, y en la segunda se exponen ciertas facetas de este prelado enfocadas a su labor social. La finalidad consiste en destacar la transcendencia del clero durante la primera parte del siglo XVIII, que iba a determinar el paso del pre-reformismo a las grandes opciones ideológicas de la Ilustración y de la monarquía de los Borbones en la segunda mitad del setecientos8.

Al plantearme este trabajo debía responder a una serie de preguntas entre ellas ¿por qué este prelado llevó a cabo tantas obras sociales?, ¿por qué tuvo tal grado repercusión en su época?, ¿cuáles fueron las necesidades con las que conectó? y ¿cómo lo hizo?

La labor eclesial y social de Crespo de Agüero contribuye al conocimiento de la historia eclesiástica de España; y a través de su biografía no solamente se ofrecen datos de contenido religioso, sino también podemos conocer valiosos aspectos sociológicos y culturales; además, de ser clave para entender la historia de las diócesis de Ceuta y Zaragoza de donde fue titular.

1. La labor social del clero en el Antiguo Régimen

Para llegar a saber lo que significó la vida y la obra social de Crespo de Agüero, hay que situarse en el contexto histórico de su época, para lo cual me limitaré a realizar una breve reflexión sobre el Clero en el Antiguo Régimen. El gran corte hay que fijarlo en las reformas religiosas de mediados del quinientos como consecuencia del proceso tridentino, hasta mediados del siglo XVIII con el Concordato de 1753; durante este periodo la Iglesia española apenas experimentó transformaciones importantes9.

Todas las manifestaciones de la vida religiosa española estaban presididas por la Iglesia, era indudable la fuerte influencia social del clero, y junto a la autoridad moral disfrutaba de importantes privilegios, y acumulaba una riqueza incalculable; ahora bien, una parte de esos recursos los empleaba en obras pías, escuelas, hospitales, asilos, fundaciones de inclusas en las grandes ciudades, y limosnas a los necesitados, que era uno de los motivos de la popularidad de la Iglesia10. Los recursos económicos provenían de la explotación de sus propiedades mobiliarias e inmobiliarias, tanto rústicas como urbanas, de las rentas decimales, diezmos y primicias, misas, matrimonios, entierros, funciones religiosas, las aportaciones de los derechos de estola, y pie de altar, de donativos, limosnas, y demás donaciones, y recursos extraordinarios11.

El clero poseía las tres cuartas partes de las haciendas y la mayoría de los censo. En un documento de 1630 las rentas eclesiásticas de Castilla se estimaban en 10.410.000 ducados, y los totales en 113 millones. Ambas evaluaciones pecan por defecto del 50 por 100, se puede decir que durante el siglo XVII las rentas eclesiásticas representaban la sexta o la séptima parte del total nacional, se supone que en la Corona de Aragón las proporciones eran análogas, y según el Catastro de Ensenada fijaba la renta del clero castellano en 346 millones, algo más de un octavo del total de 2.650 millones de reales de vellón del producto bruto de sus tierras, pero se omite otros ingresos, como las ofrendas, y los derechos de estola12.

En cuanto a la distribución de las rentas eclesiásticas había grandes diferencias entre los altos dignatarios de la Iglesia española y el bajo clero rural. Los valores anuales de las mitras según un documento oficial hacia 1800 se estimaban en 3 millones y medio de reales para la Sede primada, la de Valencia 1.800. 000, Santiago 1.500.000, Sevilla 1.360.000 y Zaragoza 1.000.000; en cambio había sedes episcopales, como las de Albarracín, Barbastro, Ceuta, Ibiza, Jaca, Menorca, Tudela, Tuy, Urgel y Valladolid que no llegaban a los 100.000 reales, bien por la exigüidad de su territorio o la pobreza de su suelo13.

Otro aspecto a tener en cuenta era la estrecha relación de los eclesiásticos con los demás grupos sociales, con su familia, su pueblo, su región, y su nación, de modo que una parte de las rentas se destinaban a obras sociales. El clero era todo lo contrario de una clase cerrada y exclusiva, en parte porque se reclutaba de todos los medios sociales; además, debido a su educación en común con los seglares, dado que escaseaban todavía los seminarios en el siglo XVIII, compartían ideas, sentimientos y preocupaciones, y sobre todo el clero secular practicaba una enorme solidaridad familiar, y se mantenía muy unido a su pueblo natal y a su región14. Dentro de esta mentalidad del estamento eclesiástico hay que situar la figura del arzobispo Crespo de Agüero.

2. Las claves de la biografía del ilustre prelado D. Tomás Crespo de Agüero

Para la biografía del arzobispo Crespo de Agüero, parto de la idea de que “Una imagen dice más que mil palabras” (Kurt Tucholsky)15. De manera que analizaré el retrato sobre lienzo del Arzobispo, que se halla a la izquierda del presbiterio en la iglesia de Santa María Magdalena de Rucandio, su pueblo natal, que fundó en 1740. El retrato preside las ceremonias religiosas, y como recuerdo de su generosidad para todas las generaciones. Sobre el autor del retrato y la fecha de ejecución existen discrepancias, por una parte se le atribuye a José Félix Rabiella y Sánchez, que pertenecía a una destacada familia de pintores aragoneses de los siglos XVII y XVIII, y por otra al pintor José Luzán Martínez, maestro de los Bayeus y de Goya16.  



 



Retrato al óleo del arzobispo Crespo de Agüero

Según el historiador Peter Burke, la imagen puede mostrar al individuo como encarnación de ideas y de valores. Por otro lado, desde el enfoque psicoanalítico de las imágenes su interpretación resulta especulativa, pero también hay que tener en cuenta, que las personas proyectan sobre las imágenes sus fantasías inconscientes, pero además hay que contar con los testimonios17.

Haré una serie de observaciones por cuenta propia. El retrato del Arzobispo desde la técnica pictórica es austero, como su vida; la mirada es inteligente, viva y desprende serenidad, se intuye un carácter reflexivo, y así debía de ser porque fue concienzudo en todas las empresas que inició. Transmite un profundo sentido de majestad episcopal, gravedad y mesura, y no exterioriza riqueza, sino humildad, el porte es digno de su cargo; asimismo cumplía con las disposiciones referentes a la forma de vestir de manera honesta, vestía con moderación, sencillez y modestia. Sin embargo, hay que destacar un detalle, en la parte superior derecha del retrato está pintado el escudo familiar con el deseo de ilustrar su apellido, y sobresalir entre sus convecinos, era propio de su tiempo y no se debe de tomar como un signo de vanidad. En definitiva, transmite una serie de virtudes, y concluyo con esta afirmación apoyada en documentos, Crespo de Agüero encarnaba los valores del carácter montañés, “fue un trasmerano listo y piadoso”18.

Nació el 8 de diciembre de 1668 en el pequeño pueblo de Rucandio de la comarca de Trasmiera, en Cantabria19. Debido a lo abrupto del terreno, obtenían las subsistencias con muchas dificultades. La mayor parte de los vecinos eran humildes labradores, y algunos ejercían el oficio de canteros, eran famosos por su buen hacer. Casi el total de la población pertenecía a la baja nobleza, salvo los privilegios de su estado, económicamente no se diferenciaban en los trabajos con los pecheros, pero estaban orgullosos de su hidalguía, y obsesionados con “la limpieza de sangre”; en sus casas lucían los blasones heráldicos. La emigración era la válvula de escape a una pobreza secular, y casi la única posibilidad de movilidad social estaba en el clero20.

La población era escasa en número, a pesar de no tener cifras de los habitantes para el siglo XVII, y primera mitad del XVIII, se podrían extrapolar con reservas las cifras recogidas en las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, que alcanzaban un total de 50 vecinos, por lo que nos aproximaríamos a unas 200 personas utilizando un índice generoso de 4 personas por vecino21.

Los padres del Arzobispo fueron D. Juan Crespo del Hoyo y Dña. Francisca de Agüero y Sierra, ambos del estado noble, su madre descendía del poderoso linaje de los Agüero, uno de los más importantes en la baja Edad Media en Trasmiera, por parte de sus padres contaba con un notable número de parientes ligados al clero según consta en los Padrones de Hidalguía de Rucandio22. Sobre su familia, y la primera etapa de su vida no contamos con testimonios, y algunos datos se deben a la tradición. Era de familia humilde y de escasos recursos. Su padre murió en 1678 sin testar, caben dos posibilidades, que careciera de bienes o le sobreviniera repentinamente la muerte y no hubiera tenido tiempo de dejar sus últimas voluntades, murió cuando el Arzobispo contaba con 10 años23.

Sobre la carrera episcopal, se sabe que emigró a Gijón, y un familiar cura D. García Agüero sufragó sus estudios de gramática en el colegio de los jesuitas de Oviedo, y se graduó en la Universidad de esta ciudad. Después, pasó a la Universidad de Alcalá de Henares, fue profesor de metafísica, y regentó la cátedra de Teología de Santo Tomás, y Colegial mayor de San Idelfonso. Opositó a la magistralía de Antequera, y más tarde obtuvo por oposición la Canongía Electoral de la catedral de Cádiz; pasó después a la catedral de Sevilla ganando por oposición la Canongía Electoral hasta que en 1720 fue nombrado obispo de Ceuta, y en 1726 arzobispo de Zaragoza, y del Consejo de Su Majestad24.

3. Las fundaciones de D. Tomás Crespo de Agüero en Ceuta, Zaragoza, y Rucandio

Siguió un auténtico cursus honorum hasta ser designado para la mitra de Ceuta, gracias a cumplir con los criterios reales para el nombramiento de los obispos, como era la formación universitaria, tener las órdenes sagradas, ser honesto, ejemplar, y limpio de sangre25.

Cuando llegó a Ceuta se encontró con una ciudad sometida a un largo asedio iniciado en 1694 por el sultán de Marruecos Muley Ismail. Lo que supuso un incremento de soldados y desterrados; en 1720 llegaron 16.000 soldados que liberaron la ciudad, y unos meses más tarde se declaró una epidemia de peste, el asedio continuó hasta la muerte del sultán en 1727. Durante el asedio muchos edificios fueron destruidos y tuvieron que ser reconstruidos empezando por la catedral. No sólo le había correspondido una de las diócesis más pobre de España, sino que se enfrentaba a una gran labor espiritual y de reconstrucción de los edificios religiosos26. La obra más importante que llevó a cabo fue la reedificación de la catedral, que había sido demolida por ruina después de haber servido de hospital de sangre, y de acuartelamiento de las tropas en tiempos del obispo D. Antonio Ibáñez de la Riva Herrera (1686-1688) familiar de Crespo de Agüero, que más tarde fue arzobispo de Zaragoza (1688-1710), arzobispo electo de Toledo, Inquisidor General, y presidente del Consejo de Castilla27.

En 1726 el Cabildo de Ceuta volvió a la catedral después de 54 años cerrada al culto. El ornato fue obra sencilla y pobre, y el Obispo mandó pintar a sus expensas cuatro cuadros de carácter religioso. Continuando con las obras de los templos, concluyó las iniciadas por sus antecesores, realizó varias reparaciones en el santuario de Nuestra Señora de África, en la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios y la del Valle, colocó la primera piedra de la iglesia del convento de los Trinitarios Descalzos bajo la advocación de Nuestra Señora de Gracia, reedificó la ermita de San Antonio, concluyó la capilla de Santiago, y el convento de San Francisco28.

En 1726 Crespo de Agüero fue promovido a la mitra del arzobispado de Zaragoza. Un indicador para la promoción era el cursus anterior del obispo teniendo en cuenta la carrera episcopal, y la experiencia personal; el nombramiento estaba en relación directa con la importancia socioeconómica de la sede, si las rentas de la mitra eran de tipo medio o bajo el preconizado tenía más oportunidades de acceder a una mitra más rica, como fue el caso de Crespo de Agüero29.

 Desde 1727 hasta su muerte en 1742, estuvo al frente de la archidiócesis de Zaragoza; se pueden destacar tres aspectos: el religioso, el mecenazgo cultural y el artístico. En primer lugar, realizó una visita pastoral al arzobispado, para conocer el marco cotidiano de la vida de sus clérigos y feligreses, con el fin de predicar y repartir las tareas pastorales, además de dar limosnas, y enterarse de las cuestiones económicas, dio sobre todo ejemplo. Las siguientes visitas las realizaron visitadores delegados como la de los años 1731 a 1734 por D. Gregorio Galindo, y la de 1736 al 1737 por D. Juan del Cotero familiar, y secretario del Arzobispo30.

El amor a la paz que había mostrado en los Cabildos de Cádiz, Sevilla, y Ceuta le sirvieron para unir las dos Mensas canonicales de los dos templos Metropolitanos. El Salvador y el Pilar, después de la bula de unión de 1730 promulgada por el Papa Clemente XIII, para terminar con los pleitos entre las dos Iglesias31.

A través de las Cartas Pastorales logró establecer la disciplina eclesiástica, renovar el espíritu del clero, conservar las buenas costumbres, y extirpar los abusos. Fundó congregaciones en varios santuarios para la realización de ejercicios espirituales dirigidos a los clérigos, a los que acudían también seglares, instauró en Zaragoza la congregación de los “Eclesiásticos Misioneros de San Carlos Borromeo” dedicados a la predicación y a confesar. Continuó con las limosnas de sus antecesores, y entregó los cincuenta cayzes de trigo mensuales al Hospital de la Misericordia, que estaba a punto de cerrar por falta de subsistencias; socorrió a los pobres convalecientes, y a los militares que habían ocupado el Hospital, e intentó unir las rentas para beneficio de todos, pero al ser insuficientes, logró del Papa y del Rey ayuda conforme a la fundación del Hospital. Realizó otras muchas obras de caridad, y repartió cuantiosas limosnas a todas las comunidades religiosas. Se puede afirmar que llevó a cabo un proceso de re-catolización en la diócesis32.

En segundo lugar, manifestó una honda preocupación por fomentar la educación desde abajo, pensaba que a través de la enseñanza se formarían buenos cristianos, y personas útiles para el país, su gran preocupación fueron los niños pobres que no tenían acceso a la educación, por ese motivo apoyó a los Hermanos de las Escuelas Pías para fundar los colegios de, Daroca (1728), Alcañiz (1729), y Zaragoza en 173533.

El Arzobispo proporcionó a expensas de sus bienes y limosnas el dinero necesario para la construcción del Colegio de los Escolapios y la Iglesia de Santo Tomás de Aquino de Zaragoza, con el fin de instruir a los niños, y en la Iglesia se enseñara la doctrina cristiana tanto a los niños como a los adultos, y mandó que se hicieran ejercicios espirituales. En 1736 eran más de 700 alumnos los que estudiaban en el Colegio, se enseñaba la doctrina cristiana, primeras letras, contar, aritmética, matemáticas, gramática y retórica, mediante una pedagogía nueva, moderna e innovadora. En 1741 el Arzobispo otorgó una escritura dejando como patronos del Colegio y de la Iglesia después de su muerte a los sucesivos arzobispos de Zaragoza y al Cabildo, y de copatrono a su sobrino D. Vitores Crespo de Agüero oidor que fue de la Real Audiencia de Zaragoza, y a su muerte le sucederían sus descendientes. El Arzobispo pidió la preeminencia de sus blasones en la fachada de la Iglesia del Colegio que se componen de “Y pitagórica, dos estrellas y una corona orleada a la parte suprior con las ínfulas de la dignidad de Arzobispo”34.

Dentro del capítulo de la enseñanza, no discriminó al sexo femenino y se ocupó de la educación de las niñas, fue un meritorio avance dentro de la exclusión de las mujeres en el campo de la alfabetización, encargó de la educación femenina a las “Señoras de la Real Casa de la Enseñanza”, y para ello les fundó una Iglesia y les dio muchas limosnas. Fue llamado en su tiempo “Maestro de los Pobres”35.

En tercer lugar, tuvo una inquietud artística muy clara, era un persona cultísima, continuó con las obras de la basílica del Pilar, y de la iglesia del Salvador, el arquitecto de cabecera fue Domingo de Yarza; encargó renovar la iglesia de la Magdalena de Zaragoza a Juan de Yarza, y edificar la capilla de la Inmaculada Concepción en el claustro de la Cartuja; asimismo, mandó reformar varias iglesias en Teruel.

Dispuso la construcción de la capilla de San Juan Bautista en el Pilar, y mandó colocar en el alto su escudo de armas, siendo enterrado en dicha capilla, su sepulcro fue trabajado por Tomás de Mesa, y lleva gravado el siguiente texto: “HAC SUB GELIDA JACET URNA THOMAS CRISPUS DE AGÜERO, VILLAE DE RUCANDIO DIOCESIS BURGENSIS MAJORIS ILDEFONSI COLEGII ALUMNUS, GADICENSIS ET HISPALENSI LECTORALIS CANONICUS SEPTENIS EPISCOPUS. AC DEMUN HUJUS ECCLESIAE ARCHIEPISCOPUS OBIIT III MARTHII ANN. MDCCCXLII. R. I. P. 36

Por último, fue un gran protector de su pueblo natal; a costa de sus bienes fundó la iglesia de Santa María Magdalena, un ejemplo arquitectónico del barroco montañés, la construcción se inició en 1736, y finalizó en 1740, según consta en una inscripción a lo largo del interior de la iglesia, previa al arranque de la cúpula. Casi con toda seguridad realizó los planos Juan de Yarza, por ciertas similitudes con las reformas arquitectónicas que llevó a cabo en la iglesia de la de Magdalena de Zaragoza37.

Preocupado por la enseñanza dotó a su pueblo de una escuela de primeras letras, y becas para estudios mayores, la fundación de la escuela se hizo en 1736. La enseñanza de los niños y niñas debía de comprender “no solamente la doctrina cristiana, sino también leer, escribir, contar y política, de balde”. La enseñanza, impartida por un maestro, podría extenderse a los niños de pueblos inmediatos, si a juicio de los patronos no había perjuicio para los del pueblo38. También proyectó fundar unas Escuelas Pías, que no logró por la oposición del pueblo, siendo ubicadas en Villacarriedo en 1746. Fundó dotes para casar a doncellas pobres o entrar en el convento. Llevó a cabo una micro-política agraria, constituyendo el Arca de Misericordia, para socorrer a los labradores pobres en tiempos de malas cosechas39.

 Murió en Zaragoza el 3 de marzo de 1742 a la edad de 74 años en el Palacio Arzobispal, recibió los sacramentos de la Penitencia y Extremaunción, y no recibió el viático porque no dio tiempo por sobrevenirle la muerte. Hizo testamento con licencia o dispensación de su Santidad40. Dejó a su sobrino D. Vitores Crespo de Agüero colegial de Santa Cruz de Valladolid y catedrático de aquella universidad “todos los bienes que tenía en Rucandio heredados de sus padres, y la casa y la hacienda que poseía en Navajeda, con la carga de una misa cantada el día de Santo Tomás Apóstol”41.

Finalmente, conocemos la división del pontifical del difunto Arzobispo. Estuvo en el Obispado de Ceuta 5 años y medio, y su renta anual fue de 3.200 libras de plata, en total 17.600. En Zaragoza estuvo 15 años, y su renta fue de 30.060 libras de plata al año, en total 450.900. El Pontifical contenía 1030 libras de plata, correspondiendo a la Iglesia de Ceuta 38, y a la de Zaragoza 99142. Realmente era un Pontifical muy pobre, lo que justifica sus numerosas obras benéficas.

CONLUSIONES

1.      Es necesario recuperar, divulgar y perpetuar el legado del arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero; un prelado imprescindible en la historia de la Iglesia de la primera mitad del siglo XVIII, y situarle en el lugar que le corresponde. Sin él la historia no estaría completa.

2.      Le tocó vivir una época de importantes cambios políticos, sociales, económicos, religiosos y culturales aunque a veces fueran lentos.

3.      El arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero veía el futuro desde la necesidad de impulsar religiosa y culturalmente a las personas, por eso mismo puso el acento en potenciar la escuela pública popular, y en acercar la enseñanza a las clases más desfavorecidas.

4.      Desde la dimensión ética fue un prelado filántropo, se preocupó por sus semejantes. Hay que destacar su dedicación a los más necesitados, y su abnegación. Nunca olvidó sus orígenes humildes.

5.      Realizó una gran labor religiosa, social, cultural y artística al frente de las diócesis de Ceuta y Zaragoza, y por último se preocupó de mejorar las condiciones espirituales y materiales de vida de los vecinos de su pueblo natal.

Dra. María Jesús Pozas Pozas.
Universidad de Deusto -Bilbao

 

NOTAS

1 Agradezco sinceramente la documentación proporcionada sobre el Arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero a  D. José Luis Gómez Barceló, Archivero diocesano de Ceuta, al P. Maximiliano Pérez del Colegio de los PP. Escolapios de Zaragoza, y a la Asociación Cántabra de Genealogía (ASCAGEN).

2 Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México, Fondo de Cultura Económica, 1953. En la tercera parte, los acontecimientos, la política y la historia está llena de individuos importantes desde el punto de vista político o militar; Carlos Seco Serrano, “La biografía como género historiográfico”, en AA. VV, Once ensayos sobre historia, Madrid, Publicaciones de la Fundación Juan March, 1976, pp. 105-117; Giovanni Levi, “Les usages de la biographie”,   Annales ESC, vol. 44, núm. 6, 1989, pp. 1325-1336; Pedro Ruiz Torres, “La biografía y los personajes olvidados por la Historia, en Elena Hernández Sandoica, y María Alicia Langa Laorga, (coord.), Sobre la historia actual: entre política y cultura, Madrid, Abada, 2005, pp. 165-202.

3 James C. Davis, e Isabel Burdiel (eds.), La historia biográfica en Europa. Nuevas perspectivas. Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2015. Este libro recoge una cuidada selección de resultados de las actividades de la Red Europea sobre Teoría y Práctica de la Biografía/European Network on the Theory and Practice of Biography, desde su creación en 2008 hasta la actualidad; Bárbara Caine, Biography and History, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2010.

4 Sobre la historia de la comarca de Trasmiera de donde era natural el arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero véase, Fermín Sojo y Lomba: Ilustraciones a la Historia de la M. N. Y S. L. Merindad de Trasmiera, Santander, Ediciones Librería Estudio, 1988, 2 Vols; José Xiqués, Episcopologio de la Diócesis de Ceuta, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, www.cervantesvirtual.com; Armando Serrano Martínez,” Episcopologio de Zaragoza,” Aragonia sacra, núms. 16-17, 2001-2003, pp. 197-246.

5 Jean Delumeau, El catolicismo de Lutero a Voltaire. Barcelona, Labor, 1973; Arturo Morgado García, “El clero en España de los siglos XVI y XVII. Estado de la cuestión y últimas tendencias”, Manuscrit, núm. 25, 2007, pp.75-100.

6 Sobre los obispos consultar los fondos del Archivo Secreto Vaticano véase, Maximiliano Barrio Gonzalo, “La jerarquía eclesiástica en la España Moderna”, Cuadernos de Historia Moderna, núm. 25, 2000, pp. 19-22.

7 Maximiliano Barrio González, El clero en la España moderna, Córdoba, CSIC, 2010; Enrique Martínez Ruiz (ed.), “Iglesia y sociedad en el Antiguo Régimen”, en Actas de la III Reunión Científica de la Asociación Española de Historia Moderna, 1994, Vol. 1, 23-25, Las Palmas, Universidad de las Palmas, 1995.

8 Ricardo García Cárcel (Coord.), Historia de España siglo XVIII. La España de los Borbones, Madrid, Cátedra, 2002. Sobre la historia de España en el siglo XVIII existe una abundante bibliografía; sin embargo, esta obra introduce algunas novedades en los planteamientos.

9 El historiador Antonio Domínguez Ortiz ha sido el mejor especialista en los dos estamentos privilegiados, la nobleza y el clero en España del Antiguo Régimen. véase, Las clases privilegiadas en el Antiguo Régimen, Madrid, Ediciones Istmo, 1979, 2ª ed, y Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, Madrid, Ariel, 1976.

10 Antonio Domínguez Ortiz, Sociedad y Estado…, op. cit, pp. 359-382; Stanley G. Payne, El catolicismo español. Barcelona, Editorial Planeta, 2006, pp. 74-98. Es una obra clara, profunda e imparcial sobre el catolicismo español.

11 Jaime Vicens Vives, (dir.), Historia social y económica de España y América, Vol. 4, Editorial Vicens Vives, Barcelona, 1979, 3ª ed., pp. 62-64.

12 Antonio Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas…, op. cit, p. 339.

13 Antonio Domínguez Ortiz, "Patrimonio y rentas de la Iglesia", en Enciclopedia de Historia de España, ed. Miguel Artola. III. Iglesia. Pensamiento. Cultura. Madrid, Alianza, 1988, pp. 75-126, y la ponencia de Antonio Miguel, Bernal y Antonio Luis, Martínez López, "Las rentas de la Iglesia española en el Antiguo Régimen", en Emilio, La Parra López y Jesús, Pradells Nadal, Iglesia, Sociedad y Estado en España, Francia e Italia (SS. XVIII al XX), Alicante, Diputación Provincial de Alicante, 1991, pp. 15-40; Jaime Vicens Vives, Historia social y económica…, op. cit, Vol. 4. p. 65.
14 Antonio Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas…op. cit. pp. 383-387.

15 Sobre la imagen como documento histórico véase, Peter Burke, Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico, Barcelona, Crítica, 2001.

16 Arturo Ansón Navarro,” La pintura aragonesa del siglo XVIII anterior a Goya”, en Atlas de Arte Aragonés, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1981, y Colección de retratos de obispos y arzobispos de Zaragoza, hasta el siglo XVIII”, en AA.VV., El espejo de nuestra historia: la diócesis de Zaragoza a través de los siglos, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1991, pp. 145-148; Enrique Campuzano Ruiz, Pintura barroca en Cantabria, Catálogo de la exposición, Fundación Santillana, 1992. Atribuye el retrato al pintor aragonés José Luzán Martínez.

17 Peter Burke, Visto y no visto…op. cit, pp. 216-218.

18 Sobre el carácter de los montañeses véase, Fermín Sojo y Lomba, Ilustraciones…op. cit, T. II, pp.453-508.

19 En el año 816 se documenta el nombre de Rucandio, y por su emplazamiento fue un lugar de refugio de los cristianos que llegaron de la cuenca del Duero huyendo de la conquista musulmana dentro del proceso de “repoblación” en tiempos de Alfonso I. véase Javier Ortiz Real y Rogelio Pérez Bustamante, “Cantabria en la Baja Edad Media”, en Historia General de Cantabria, Vol. 3, Santander, Ediciones Tantín, 1987; Fermín Sojo y Lomba, “Junta de Cudeyo. Los lugares de Hermosa, Rubayo, Pontejos y Rucandio”, Altamira. Revista del Centro de Estudios Montañeses, Santander, Institución cultural Cantabria, 1983-84, Tomo. XLIV, pp. 283-294.
20 Archivo del Ayuntamiento de Medio Cudeyo [AAMC]. Libro de padrones de la Villa de Rucandio desde 1616 a 1831, leg. 73, núm.2. La presencia de los apellidos Crespo y Agüero fue constante en estos padrones.

21 Archivo General de Simancas, [AGS]. Dirección General de Rentas, 1ª Remesa, Catastro de Ensenada, Respuestas Generales, L047-680-jpg, f. 671.

22 AAMC. Libro de padrones de la Villa de Rucandio del año 1737, leg. 73, núm. 2, fs. 50 -51.

23 Biblioteca Menéndez Pelayo [BMP], Colección Pedraja, Doc. 1035, Ms. 612

24 José Antonio del Rio y Sainz, La provincia de Santander considerada bajo todos sus aspectos, Santander, Imp. Rio Hermanos,  1889, T.II, pp. 157-159; Miguel de Asúa y Campos, Hijos Ilustres de Cantabria que vistieron hábitos religiosos, Madrid, Talleres del Instituto Geográfico y Catastral, 1945, pp. 125-131.

25 Maximiliano Barrio Gonzalo, “La jerarquía eclesiástica en la España moderna. Sociología de una élite de poder (1556-1834), Cuadernos de Historia Moderna, 2000, núm.25, pp. 17-59.

26 José Montes Ramos, El sitio de Ceuta, 1694-1727: el ejército de Carlos II y Felipe V, Madrid, Agualarga, 1999, pp. 42-43.

27 Sobre el parentesco entre D. Antonio Ibáñez de la Riva Herrera y D. Tomás Crespo de Agüero no está claro que eran nietos del mismo abuelo como afirmaba en su obra inédita Salvador Ros y Calaf, Historia eclesiástica y civil de la célebre ciudad de Ceuta, Ceuta, 1912. El padre de D. Antonio Ibáñez de la Riva Herrera y la madre de Crespo de Agüero pertenecían al antiguo linaje de los Agüero, uno de los más antiguos de Trasmiera.

28 José Xiqués, “Episcopologio de Ceuta”, Boletín de la Real Academia de la Historia, T. XVIII, 1891, pp. 401-426; Atanasio López, Obispos en el África Septentrional desde el siglo XIII. Tánger, Tip. Hispano Arábiga, 1941, 2ª ed. corregida y aumentada, pp. 236-237; José Luis Gómez Barceló (cood.), Historia de las diócesis españolas. Iglesias de Sevilla, Huelva, Jerez y Cádiz y Ceuta, Madrid-Córdoba, Biblioteca de Autores Cristianos, MMII.

29 Sobre las rentas de los obispos ver, Maximiliano Barrio Gonzalo, “Rentas de los obispos españoles y pensiones que las gravan en el Antiguo Régimen (1556-1834)”, Revista de Historia Moderna, núm.32, 2014, pp. 219-244.     
30 Pilar Pueyo Colomina, “Noticia sobre uno de los libros de la visita pastoral hecha al arzobispado zaragozano los años 1731 a 1734”, Anales de la Universidad de Alicante. Historia medieval, núm. 4-5, 1986, pp.323-336.

31 Manifiesto historial en contradicción a las memorias de los racioneros de mensa de la Santa Iglesia Metropolitana y templo del Salvador de Zaragoza publicadas por el racionero D. Félix Latasa, dispuesto y ordenado por D. Eusebio Ximénez, Presbítero, Racionero, Secretario y Archivero de la misma Santa Iglesia y templo Metropolitano. Madrid, Oficina de D. Benito García de Lastra y Compañía, MDCCXCIX.

32 P. Fr. Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico de las Iglesias del Reyno de Aragón, Pamplona, Imprenta de la Viuda de Don Joseph Miguel de Ezquerro, 1785, T. IV, pp.170-172.

33 De la fundación del colegio de Zaragoza y de la iglesia de Santo Tomás de Aquino, existe una documentación magnífica en el Archivo provincial de las Escuelas Pías de Aragón [APEPA]. Fundación del Colegio de los Escolapios de Zaragoza, 1733-1741, fs. 14-15; 22-29; 37-3 8, y 89.

34 Ibídem, fs. 76-77.

35 P. Fr. Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico…op. cit, T. IV, p.171.

36  Ibídem, pp. 173-174.

37 Miguel Ángel García Guinea, Guía artística de Cantabria, Santander, Ediciones Librería Estudio, 1988, pp. 58-59.

38 Archivo Histórico Diocesano de Santander [AHDS] Obra pía Escuela de primeras letras [Rucandio]: cuentas, 1736/1809, leg. R- 0507.

39 Fermín Sojo y Lomba, Ilustraciones…op. cit, T.II, 422-423.
40 Archivo Diocesano de Zaragoza [ADZ], Archivos parroquiales. La Seo, T. 7, pp. 783-784.

41 Mateo Escagedo Salmón, Solares Montañeses, Torrelavega, Artes Gráficas Antonino Fernández, 1932, T. V, pp. 74-75.

42 Archivo Diocesano de Ceuta [ADC], leg. 001023. Copia en respuesta del Cabildo [de Ceuta] al de Zaragoza sobre el expolio de Agüero,

 

 

 

 

domingo, 9 de julio de 2017

EL CONTROL HISPANO-LUSO DE LA MARGEN SUR DEL MEDITERRANEO CON FINES DEFENSIVOS EN LOS SIGLOS XV Y XVI


Ver más abajo la Comunicación presentada en el: Congreso Internacional “Los orígenes de la expansión europea. Ceuta 1415”. VI centenario de la toma de Ceuta 1415 – 2015. Organizado por el Instituto de Estudios Ceutíes. Campus Universitario de Ceuta. 1, 2 y 3 de octubre de 2015.

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Publicado 23 de Marzo de 2014

LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL EN EL S.XX: DE LA CONSTITUCIÓN REPUBLICANA DE 1931, A LA DEL ACTUAL CONSENSO DE 1978

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Publicado 20 de Agosto de 2014



El PUERTO DE SANTANDER Y EL COMERCIO MARÍTIMO EN EL S. XVIII ____________________________________________________________

Publicado 15 de febrero de 2015




LA PRETENDIDA NEUTRALIDAD DE ESPAÑA EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y LA LABOR HUMANITARIA DEL REY ALFONSO XIII

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Publicado 26 de diciembre de 2015

NUEVAS APROXIMACIONES A LA EDUCACIÓN Y A LA CULTURA EN SANTANDER DURANTE EL S.XVIII
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Publicado 21 de agosto de 2016

LAS MEDIDAS POLÍTICAS E INQUISITORIALES DURANTE LA REVOLUCIÓN FRANCESA EN LA CIUDAD DE SANTANDER





EL CONTROL HISPANO-LUSO DE LA MARGEN SUR DEL MEDITERRÁNEO CON FINES DEFENSIVOS EN LOS SIGLOS XV Y XVI

Introducción:

En este trabajo analizaremos la ideología de Reconquista, basada en los principios de Guerra Santa, y Justa, con claras conexiones con el fenómeno de Cruzada, para justificar la continuación de la guerra contra el Islam en el Norte de África después de la Reconquista Peninsular. Además, habría que añadir otro factor, como fue la aportación de los valores del Humanismo, que reforzaban la fe en el hombre mediante la idea de que merecía la pena pelear por la fama, la gloria de este mundo, y realizar grandes hazañas.

Estos principios se convirtieron en el catalizador para dominar con fines defensivos por parte de España y Portugal la margen sur del Mediterráneo en los siglos XV y XVI, y así poder asegurar las costas ibéricas e italianas de los ataques berberiscos, de posibles invasiones, y  proteger las rutas comerciales a las Indias. Los portugueses fueron los primeros en finalizar la Reconquista en 1249, después de liberar el Algarbe en poder de los musulmanes, y en 1415 conquistaron Ceuta para controlar el estrecho de Gibraltar. En cambio, la Reconquista castellana finalizó en 1492 con la conquista del Reino de Granada. Posteriormente, sería el Duque de Medina Sidonia quien llevaría a cabo la primera conquista norteafricana ocupando Melilla en 1497 en nombre de los Reyes Católicos. España y Portugal buscaron su expansión  territorial en el Norte de África.

Las conquistas españolas y portuguesas del Magreb en el S. XV, y durante la primera década del XVI fueron notables, pero a partir de 1520 se produjo un desinterés en continuar la ocupación del Norte de África por motivos económicos, militares, y de política exterior. Sin embargo, hay que destacar, que a partir de estas conquistas se inició la expansión colonial europea, y de la formación de los imperios luso y español, convirtiéndose éste último en el primer imperio global de la historia (Ferro,2000).

El tema de este trabajo es tan amplio, que en ningún momento pretendemos decirlo todo sobre el mismo, ni contestar al conjunto de los problemas, sólo intentamos pasar revista a las diferentes cuestiones planteadas, y hemos insistido en las más importantes, si tenemos en cuenta la limitación del espacio asignado a esta comunicación. Quede claro, que se trata de una síntesis limitada al pensamiento europeo, pues no hemos abordado el tema de la Reconquista desde la historiografía islámica, aún teniendo en cuenta la necesidad de la historia compara para comprender el complejo proceso de la Reconquista desde las dos márgenes del Mediterráneo (1).

En cuanto a la estructura del trabajo, se ha dividido en tres apartados, que se articulan entre sí, con la finalidad de ofrecer una visión de conjunto. En el primer apartado nos centramos en un intento de definir el concepto de “ideología” a partir de sus características intrínsecas, y abordar brevemente una especie de estado de la cuestión sobre la polémica suscitada acerca del concepto “Reconquista”, a fin de contrastar  los puntos de vista, que distintos autores han aportado sobre el mismo. Desde esta perspectiva, analizamos los procesos de la Reconquista, a partir de las ideologías y las mentalidades, así como la aportación de los factores psicológicos del Humanismo.

 En el segundo apartado, ofrecemos una síntesis sobre los fines políticos, militares, económicos, y religiosos de los portugueses y españoles en el Norte de África. Finalmente, en el tercer apartado, conscientes de la magnitud del tema, abordamos la génesis de las conquistas españolas y portuguesas al sur del Mediterráneo desde una panorámica abreviada. Destacando, que estas conquistas constituyeron el punto de partida de la expansión colonial europea, y de la formación de los grandes imperios ibéricos.

Por último, hay que subrayar que existe una abundantísima bibliografía sobre el tema tratado, y a veces contradictoria, solamente una pequeña parte se ha incorporado al apartado de referencias bibliográficas, porque no se trata de una obra erudita. Sin despreciar la bibliografía tradicional, optamos por la consulta bibliográfica de las últimas décadas, que ha transformado profundamente nuestros conocimientos sobre la Reconquista. Ciertamente, no entramos en cuestiones de detalle, y  la bibliografía no es exhaustiva, sino práctica y selectiva. Mi intención en este trabajo ha consistido en tratar de entender mejor el papel de las ideologías y las mentalidades en la Edad Media, como expresiones de la vida de aquel tiempo, y también como impulsoras de las conquistas en el Norte de África por parte de los reinos ibéricos; propósito que no sé si habré conseguido en parte por tratarse de un periodo complejo, y de  larga duración. Por último, me siento en deuda con una serie de historiadores, que con una mayor autoridad que la mía han tratado sobre estos temas.

1. La ideología de Reconquista y los valores del Humanismo como justificación de las conquistas en el Norte de África en los siglos XV y XVI.

De entrada no podemos postular una misma actitud ideológica entre los grupos sociales de hoy y los de ayer, al referirnos a la ideología de  Reconquista, porque “toda historia es historia del presente”. El factor ideológico debe de ser tenido en cuenta por el historiador para comprender los procesos históricos dentro de los nuevos paradigmas de la Historia. Partiendo de este planteamiento, no se puede comprender el sentido de la Reconquista, si se prescinde de un análisis del largo proceso del desarrollo de las formas mentales, de los intereses de clase, de las estructuras socioeconómicas, políticas, culturales, y religiosas interrelacionadas entre sí, para explicar la continuación de la Reconquista en el Norte de África, y la idea de Cruzada y de Utopía en el descubrimiento y colonización de América.

Según nuestro criterio, en la historia de la Reconquista y la expansión ultramarina hay que tener en cuenta especialmente los motivos ideológicos que las impulsaron. Pero en cualquier caso, que entendemos por “ideología”. En primer lugar el concepto de “ideología” hay que situarlo en el tiempo largo, en la confluencia de lo individual y lo colectivo, en lo estructural y lo coyuntural (Le Goff, 1988: 445). Según la definición de Louis Althusser se entiende por “ideología “un sistema (con su lógica y rigor propios) de representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos según los casos) dotado de una existencia y un papel histórico en el seno de una sociedad dada” (Duby, 1985:159).

Por otra parte, la palabra ideología es vaga, y el uso que se ha hecho de ella desde la política ha vuelto ambiguo su significado. Sin embargo, el concepto de “ideología” se debe de tomar en un sentido amplio, y eliminar los tonos peyorativos de  los que a menudo está cargada (Duby, 1985:159). El estudio de las ideologías, es un terreno mal explorado y abierto a investigaciones futuras.

 Es evidente el papel que han jugado las ideologías en la historia de las sociedades, y dentro de la renovación actual de la historia hay que elaborar nuevos cuestionarios, analizar una reestructura de los documentos, explorar nuevas fuentes, y plantear nuevos campos de investigación; porque para comprender las sociedades es necesario prestar atención a los fenómenos mentales, que son tan determinantes como los políticos, económicos, sociales, demográficos, religiosos, y culturales (Le Goff, 1999).  Tanto la historia de las ideologías, como  de las mentalidades comparten el territorio de una psicología de la historia, y según Jacques Le Goff, la “mentalidad sería el contenido espiritual del pensamiento. Es decir, las formas que un determinado grupo socio-cultural tiene de “sentir, pensar y actuar” (Le Goff, 1985: 81-98). En cambio, para Michel Vovelle (1985), el concepto de “mentalidad” se inscribiría dentro del concepto de “ideología”, que es más amplio, y permanece entre las motivaciones inconscientes (2). En este mismo sentido, matizaba Michel Vovelle  que la “ideología invade las mentalidades, las penetra y las subvierte. ¡Como si pudiera haber mentalidades al margen de la ideología!” (1989: 7).

En el caso del concepto de Reconquista, existen discrepancias entre los historiadores según su posición historiográfica, hay que señalar a los que defienden el concepto tradicional, que se fundamenta en “la lucha llevada a cabo por los cristianos durante ocho siglos contra el Islam para restaurar el antiguo reino visigodo”, los historiadores Claudio Sánchez Albornoz, José Antonio Maravall, y Julián Marías defendieron esta corriente;  desde una óptica opuesta se  sitúa la teoría indigenista, basada únicamente en motivos económicos, y no políticos ni religiosos; los historiadores Abilio Barbero y Marcelo Vigil, influenciados por el materialismo histórico fueron pioneros en el desarrollo de esta teoría en los años sesenta del siglo pasado. Desde otra perspectiva, el medievalista José Ángel García de Cortázar ha considerado la Reconquista como “la ofensiva y expansión de Europa en el escenario español” (García de Cortázar, 1974: 11-12). En cambio, Álvarez Borges defiende la teoría de que la Reconquista fue “la expansión de las sociedades cristianas hacia el sur, encabezadas por unos grupos dominantes que ven en la confrontación con el Islam la mejor forma de afianzar su poder político, social y económico, y en el ideal reconquistador un mero andamiaje ideológico, que tenía como único objetivo el de servir de cohesión”. En consecuencia, nos encontramos con defensores y detractores de la idea de Reconquista. Sin embargo, desde posiciones historiográficas muy diferentes se ha mantenido el término “Reconquista” pero con diferentes interpretaciones; así el historiador medievalista Armando Besga Marroquín considera que es correcto utilizar el nombre de Reconquista, y lo justifica en sus trabajos (2011: 9-94). Estas teorías sobre si existió o no la Reconquista han sido analizadas por los historiadores García Fitz y Novoa Portela en un reciente estudio (2014: 31-53).

  A pesar de estas discrepancias historiográficas acerca del concepto de Reconquista, se puede afirmar por una parte, que en la Edad Media el cristianismo era una religión englobante con una misión providencialista y redentora; y a partir de San Agustín (354-430) con su obra “De civitate Dei contra paganos” se  impondría una concepción religiosa de la historia, cuya función ideológica iba a legitimar el poder económico, social y político del feudalismo, estos mismos planteamientos sostenía San Isidoro de Sevilla (560-636), que defendía la unidad religiosa, y tuvo gran influencia en el desarrollo de las doctrinas políticas a partir de la noción agustiniana de “civitas christiana”,  que  justificaban la guerra justa.(3). Partiendo de estas premisas, cabe afirmar que la ideología cristiana se convirtió en uno de los ejes ideológicos de la Reconquista, junto con la política de los reyes, y de la nobleza feudal, que a partir de la revolución feudal del S.XI optaron por la agresión militar sistemática contra los musulmanes, y se puso en marcha un proyecto militar, económico y deliberadamente ideológico para desalojar a los musulmanes de los territorios ocupados, y extender la evangelización. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la civilización occidental medieval fue construida con la herencia romana y bárbara, y se desarrolló bajo la supervisión política de las jerarquías feudales e intelectuales de la Iglesia  (Le Goff, 1999).

En cierta medida, el permanente conflicto con los musulmanes marcó a las sociedades medievales hispánicas, en la organización política de los reinos, en el papel predominante de la monarquía, en la configuración de las élites nobiliarias, en la permeabilidad social, en las estructuras económicas, en la formación de las mentalidades, de una ideología, y de una sensibilidad religiosa concreta (García Fitz, 2009: 159). En definitiva, dentro de la complejidad de la Reconquista se desarrolló una ideología de guerra reconquistadora dirigida a la expansión territorial de los reinos hispánicos, desde la idea de “guerra justa, guerra santa y cruzada” (Flori, 2004).

La ideología de Cruzada nació según la mayoría de los historiadores medievalistas en 1095 cuando el papa Urbano II (1042-1099) siguiendo las huellas de la reforma del papa Gregorio VII (1020- 1085), convocó a los cristianos con el fin de liberar Jerusalén en poder de los musulmanes mediante la Guerra Santa; aunque la idea de Cruzada se extendería a otros marcos geográficos como fue el caso de la Península Ibérica en su lucha contra los musulmanes, para recuperar los territorios cristianos (Riley-Smith, 2012). Parece claro que a partir del S.XI la Iglesia había cristianizado ciertas actividades bélicas como vías de salvación personal de los guerreros que participaran en las batallas, cuyos pecados les serían perdonados y alcanzarían la salvación, la génesis del concepto de Cruzada tenía un importante significado escatológico. Sin duda, la idea de Cruzada consistía en defender a la Iglesia universal ( García-Guijarro Ramos, 1995) pero al mismo tiempo la Cruzada supuso un salto cualitativo con respecto a la ideología de Guerra Santa que estaba ligada a consideraciones del bien público, a la defensa del territorio, al honor nacional o a los intereses del Estado (Flori, 2003). Sin embargo, existen diferentes puntos de vista contrarios a la hora de clarificar los conceptos de Guerra Santa y Cruzada, hay autores que separan los dos conceptos, y para otros no se pueden separar porque son idénticos.

 Igualmente, es interesante señalar una serie de principios que adoptó la nobleza en el contexto de la Reconquista como fueron los valores del Humanismo (Buckhardt, 2004). Según afirmaba la filóloga y medievalista María Rosa Lida de Malkiel (2006), en el hombre renacentista se produjo un cambio con respecto al  medieval, que se orientaba hacia lo ultra terreno, y despreciaba la fama, esta mentalidad correspondía a la etapa ascética medieval, que veía con desprecio la fama coetánea y póstuma, apoyándose fundamentalmente en santos y héroes. En cambio, en la Edad Medía caballeresca y cortesana los valores del individuo adquieren importancia, su vida estaba regida por los preceptos del “honor”, el centro será el hombre deseoso de la gloria para sí, y para sus obras (Buckhardt, 2004). En el S.XV se quebraron los fundamentos de la vida medieval, y se fueron perdiendo los valores y las prerrogativas tradicionales, de modo que una parte de la aristocracia desarrolló una cultura cortesana, y los sentimientos triunfaron en la segunda mitad del S.XV (Kohut, 1982).

Una vez terminada la Reconquista, la nobleza como casta perdió su carácter guerrero, y surgió un nuevo sistema de valores; así pues, se empezó a elaborar el concepto de virtud, de honor, y de honra cercano a las nuevas corrientes del Humanismo, (Huizinga, 2004) que se difundieron en la Península Ibérica, lo que llevaba a la práctica de nuevos valores morales. Aparecieron “valores caballerescos” en los que sobresalían, la dignidad, la fidelidad, la prudencia, la generosidad, el linaje, los hechos heroicos, y la guerra como salvación (Maravall, J.A., 1983).    

Llegados a este punto, es importante señalar que cuando el rey de Portugal Juan I y los Reyes Católicos acometieron las conquistas en el Norte de África, y la expansión colonial, permanecía en la memoria colectiva el recuerdo de la Reconquista, de la Cruzada y, de los valores del Humanismo, que iban a tener unas implicaciones clarísimas en las conquistas de España y Portugal. Por tanto, es preciso entender con claridad el proceso de la Reconquista para comprender la historia de los reinos ibéricos.

2. Los fines políticos, militares, económicos, y religiosos de los portugueses y españoles en el Magreb.

La intención política de la monarquía española y portuguesa de atacar al poderío islámico adversario de la Cristiandad, tuvo una continuidad concluida la Reconquista en la Península Ibérica, y se puso en práctica una estrategia militar y diplomática unida al espíritu evangelizador heredado de las Cruzadas, para llevar a cabo las conquistas en el Magreb. A partir del S.XV España y Portugal siguieron luchando contra los Estados musulmanes norteafricanos con fines defensivos para evitar su retorno a la Península, y además se continuó con el espíritu de conquista y cristianización de los pueblos musulmanes. Serán los portugueses los primeros en  lanzarse a las empresas oceánicas con la excusa de seguir con las Cruzadas para difundir el cristianismo. Portugal centró su expansión en el océano Atlántico (Santana Pérez, 2014: 11-25), y en 1415 el ejército portugués conquistó Ceuta ( Gouveia Monteiro, y Martins Costa, 2015), y dicho sea de paso, existe unanimidad entre los historiadores para afirmar, que esta conquista sería la punta de  la lanza para las que se llevarían a cabo posteriormente en el Norte de África, como las conquistas de las plazas de Tánger en 1471, Magazán en 1502, Agadir 1505, y Mogador en 1516; sin embargo, a lo largo del S.XVI perdería todas estas plazas (4). Después de la breve unión de España y Portugal (1580 a 1640), Ceuta permanecería bajo el dominio de España, por el Tratado de Lisboa de 1668 (Martín, 2014), en el que se reconoció la independencia de Portugal, y se le devolvieron todas sus antiguas  posesiones y territorios a excepción de Ceuta, que permanecería bajo la corona de España.


Posesiones portuguesas en el norte de África. El mapa no incluye a Madeira (1415-1769).

En el caso de España, la incorporación a las conquistas del Norte de África fue más tardía, tuvo que esperar a conquistar el reino de Granada en 1492, el último reino musulmán en la Península Ibérica, finalizando así el proceso histórico de la larga duración en el que se inscribe la Reconquista iniciada en el S.VIII. Los Reyes Católicos en la guerra de Granada utilizaron las justificaciones ideológicas del pasado, desde la idea de Cruzada para la recuperación de las tierras hispanas usurpadas por los musulmanes enemigos del cristianismo. Queda claro, que la guerra de Granada fue a la vez medieval y moderna, en el primer caso porque se mantuvo la ideología medieval; y en el segundo se puede observar el afianzamiento de la autoridad real, y el desarrollo de las tácticas bélicas que marcaron un hito en la estrategia militar (Ladero Quesada, 1993); desde luego, se experimentó una nueva formación militar mixta al combinar la artillería (picas, espigardas y arcabuces), la infantería, y la caballería; se utilizaron contingentes de mercenarios y numerosos no combatientes, que se ocupaban de tareas tácticas y estratégicas; al final de la guerra, el ejército castellano adoptó la mejor de las tácticas musulmanas basadas en las emboscadas, las falsas huídas, y los golpes de mano; todos estos elementos fueron incorporados a los avances administrativos y técnicos del ejército español, surgiendo una infantería que se emplearía en las campañas militares del norte  de África (Ladero Quesada, 2010), y además triunfaría en Europa durante 150 años hasta el hundimiento del ejército español en la batalla de Rocroi en 1643.

Después de la conquista de Granada, los Reyes Católicos se sumaron a las conquista portuguesas  del Norte de África con un doble objetivo: primero eliminar los focos de la piratería berberisca en la zona, y segundo  continuar la Reconquista-Cruzada para la cristiandad de la Nova Hispania (El Magreb) (González Jiménez, 2000: 155-178). El Norte de África a finales del S.XV y comienzos del XVI se convirtió en una prolongación de la Península Ibérica y de la Reconquista, En el periodo comprendido entre la conquista del reino de Granada, y la muerte de Fernando el Católico en 1516 se conquistó para España,  la plaza de Melilla en 1497, y en 1505 se reanudaron las conquistas con la ocupación de Orán, y Mazalquivir (1505), Velez (1509), Argel (1510), Bugía (1510) y Trípoli (1510), (Téllez Alarcia, 2000: 385-420). Es evidente, que los asentamientos españoles y portugueses en Berbería coincidían geográficamente con el actual Magreb, desde Trípoli hasta Agadir. (5). En suma, las conquistas en el Norte de África respondieron a un entramado político, económico, religioso e ideológico.



Sin embargo, a partir de 1453 con la caída de Constantinopla en poder de los turcos, también musulmanes, se produjo una importante preocupación en los países mediterráneos. De ahí, que durante el reinado de los Reyes Católicos se levantaron numerosas fortalezas tras las conquistas de Melilla y Orán. Posteriormente, Carlos V continuó con estas construcciones desde Marruecos a Trípoli. Por otra parte, las hostilidades entre los cristianos-europeos y el mundo musulmán afroasiático venían precedidas de siglos de hostilidad y odio durante la Edad media. Sin embargo, a partir del S.XVII, tanto la decadencia del Imperio Español como del Turco hizo que no tuviera sentido el mantenimiento de las fortalezas defensivas; en cambio, el rechazo entre cristianos y musulmanes se mantuvo, porque estaba arraigado en la memoria colectiva, y desafortunadamente  ha llegado hasta el presente (6).

Si nos fijamos en los motivos religiosos, éstos fueron una prolongación  de los políticos, pues en la mentalidad de la época, la política y la religión no eran esferas independientes, y se establecía una dialéctica entre ambas. No deja de ser significativo, a este respecto, que la Iglesia a partir del S.XI sacralizara algunas acciones militares inspiradas por la propia Iglesia, se proponía una progresiva cristianización de la guerra, y los guerreros que participaran en la lucha encontrarían una vía de salvación personal  (García Fitz. Y Novoa, 2014: 24).  Fue el papa Urbano II (1042-1099) quien llamó a la Guerra Santa para reconquistar los Santos Lugares, pero también hay que tener en cuenta, que la idea de Cruzada podía aplicarse a la expansión cristiana a otros lugares de infieles o donde existían determinadas herejías (Rodríguez García, 2000: 394-395). En esta línea, se explica la intervención de los Papas de Roma, como mediadores de los conflictos entre portugueses y españoles por los intereses en las conquistas, primero en el Norte de África, y después en el continente americano (7).


Mapa del Tratado de Tordesillas, 1494

 A las conquistas del Norte de África se les dio un carácter de Reconquista ampliada (Rumeu de Armas, 1956-1957: 222) dentro de la propia dinámica de la Ideología de la Reconquista Peninsular, desde los postulados del pensamiento cristiano; pues no se trataba únicamente de conquistas territoriales, de la lucha contra los corsarios, o de  intereses comerciales, del control de las comunicaciones en el estrecho de Gibraltar, y del Mediterráneo occidental y central, o de evitar posibles invasiones como en el pasado; si no que ciertamente, pesaban los motivos religiosos dirigidos a la evangelización de los infieles, a rescatar a los cautivos, y a continuar con la Guerra Santa, y desde planteamientos mentales significaba mantener un prestigio ganado con la conquista del reino de Granada, y la expulsión definitiva de los musulmanes de España (Ladero-Quesada, M.A, 1988), que será utilizada como aparato propagandístico.

En cualquier caso, la política exterior de los Reyes Católicos fue agresiva y expansionista, se puede resumir en la expresión medieval “Pax inter christianos bellum contra paganos”. Las conquistas de las plazas del Norte de África, no eran anacronismos, ni acciones fuera de lugar; al revés, entraban dentro de la lógica histórica, puesto que el estrecho de Gibraltar había servido de puente entre África del Norte y la Península Ibérica para la conquista musulmana, y durante siglos el mismo poder había sido ejercido simultáneamente en las dos orillas; después de la conquista de Granada se restablecería el poder cristiano al sur del Mediterráneo.

Un elemento determinante para llevarse a cabo el proceso de la expansión marítima portuguesa, fue el afianzamiento en el poder del rey Juan I a partir de 1383, después de los enfrentamientos con la nobleza que le disputaba la autoridad, en la que aún persistía el espíritu de Cruzada, la curiosidad renacentista, y los deseos de gloria y honores dentro de la mentalidad caballeresca del Renacimiento. Los nobles se lanzaron a las conquistas africanas junto al príncipe Don Enrique el Navegante (1394-1460), que fomentó los descubrimientos como representante cualificado de los intereses de la monarquía (Antelo Iglesia, 1961). Así mismo, la burguesía mercantil, al conjuro del incipiente capitalismo se iba a beneficiar del comercio, y de la extracción de materias primas gracias a las conquistas de ultramar. Por otra parte, a los clérigos en su afán evangelizador les interesaba expandir el cristianismo fuera de las fronteras de Portugal, y por último las clases populares veían  una oportunidad de liberarse de las cargas señoriales, y de mejorar sus condiciones de vida en las nuevas tierras descubiertas (Cortesâo, 1993).

 La expansión portuguesa no cabe duda de que estuvo impulsada también por el final de la Reconquista, y por motivaciones principalmente de carácter económico, aunque no únicamente, pues había que añadir otros  factores como los políticos, sociales, ideológicos, y religiosos (Peres Damiâo ,1983) que iban a contribuir a delinear el mapa del mundo, y a buscar rutas alternativas al comercio del Mediterráneo (García, 2007), una vez que la “ruta de la seda” por donde llegaban las especias de Oriente había quedado bloqueada por los musulmanes, después de la caída de Constantinopla en 1453. Todas estas causas motivaron la búsqueda de una ruta por el Atlántico rodeando África para llegar a la India, además de anticiparse en la expansión marítima a los reyes de Castilla. En cuanto a los viajes marítimos y a la expansión colonial entre 1415 y 1543 (García, 2007) se pretendía monopolizar el comercio de las especias, de un gran valor económico debido al esfuerzo de traerlas desde Asia, y conseguir bienes de lujo que eran escasos y caros en Europa, como sedas, porcelanas y piedras preciosas. También, se buscaba un acceso directo a las fuentes de abastecimiento del trigo de Marruecos, y otra de las motivaciones de las exploraciones consistía en controlar el comercio del oro proveniente de Sudán y  Senegal, y el tráfico de esclavos.

Al hilo de lo expuesto en este apartado, se puede afirmar que tanto la sociedad portuguesa como la española estaban interesadas en la expansión marítima por múltiples causas.

3. Los nuevos horizontes: Los imperios ibéricos y la expansión colonial europea.

El fenómeno de los grandes descubrimientos se venía preparando desde el S.XIII gracias a los contactos de Occidente con los países del Extremo Oriente, Mongolia y China; Marco Polo a finales del S.XIII, en su “Libro de las Maravillas” había dado a conocer las riquezas que existían en China; pero será en el S.XIV cuando los europeos salgan de sus marcos geográficos desde incentivos políticos, económicos, religiosos, y mentales. España y Portugal por su posición geográfica contaban con elementos suficientes para llevar a cabo la primera etapa descubridora, gracias a una serie de condicionantes como fueron el final de la Reconquista, y las dificultades para proseguir la cruzada religiosa en el Norte de África. Por otra parte se había llevado a cabo la unidad territorial con la expulsión de los musulmanes del suelo de la antigua Iberia, el apaciguamiento de la nobleza feudal, y la organización de estados autoritarios; además influía  la vieja tradición marinera mediterránea, y la incorporación de las nuevas técnicas de las navegaciones atlánticas, el incipiente capitalismo, el espíritu renacentista, y el incentivo cristiano de convertir a los salvajes siguiendo el espíritu de Cruzada del Medievo con una visión evangelizadora y apostólica (Vicens Vives, 1981, vol.1.75:89). Todos estos elementos hicieron que las energías luso-hispanas se encauzaran hacia los descubrimientos atlánticos. En el caso de Portugal se puede afirmar que “tenía trazada una misión  nacional” (Vicens Vives, 1981, vol.1.85).

La primera expansión marítima y comercial de los portugueses y españoles arranca en los siglos XV y XVI con las nuevas rutas que nacieron en el Mediterráneo y se alargaron hacia la India y América, a partir de ese momento, ya no interesaba dominar el Mediterráneo, sino las rutas Atlánticas e Índicas iniciándose la “era de los descubrimientos” desde la llegada de Colón a América en 1492, de Vasco de Gama en 1498 a las Indias Orientales, y Juan Sebastián Elcano en 1522 completaba la vuelta al mundo que había iniciado con Magallanes. Por lo que respecta al estudio del sistema atlántico hay que matizar que desde comienzos del siglo XXI se han suscitado renovados debates (8).

Con la apertura del estrecho de Gibraltar se produjo un desplazamiento del comercio hacia el Atlántico, y en ocasiones iban a colisionar los intereses hispano-lusos (García de Cortázar, 1974:394). En cuanto a los grandes descubrimientos hay que inclinarse por motivaciones no sólo económicas sino también mentales, por una nueva forma de pensar y vivir típica del final de la Edad Media, y que estaba presente en todo el Occidente europeo desde principios del S.XIV; la gente aspiraba a vivir mejor que sus antepasados siempre al borde del hambre y la muerte. Europa demandaba substancias conservantes para preservar los alimentos como era la sal, especias y artículos de lujo. A finales de la Edad Media se impusieron nuevas formas de vida, se fomentó el lujo y la ostentación, para lo cual se necesitaba dinero, lo que hizo que apareciera una enorme sed de oro por parte de los sectores más representativos de la sociedad como eran los reyes, cortesanos y nobles, que buscaban la forma de procurarse más ingresos (Vicens Vives, 1979: 433-434).

El conjunto de estos motivos impulsaron, primero a los portugueses y después a los españoles, a emprender la Guerra Santa en las costas occidentales de África, y al mismo tiempo buscar beneficios comerciales, de modo que se combinaban los intereses materiales con los espirituales. Toda esta tradición peninsular se repitió en la conquista de América, y la casuística era la misma, por encima de cualquier proyecto mercantil, uno de los grandes objetivos de la Corona española era que en los nuevos territorios imperara la unidad cristiana. Pero no cabe apenas duda de que, el proyecto de la conquista del Nuevo Mundo tenía también una finalidad “materialista”, pues los conquistadores en su afán oportunista pretendían enriquecerse, aunque afirmaran que su intención era servir a Dios y a la corona.

 El espíritu de la Reconquista estuvo presente en la colonización y cristianización de América; Claudio Sánchez Albornoz entendió la conquista como una prolongación de la que España llevó a cabo durante ocho siglos contra los moros peninsulares, otros historiadores como Menéndez Pidal y Julián Marías, encuadrados en la historiografía española tradicional consideraban que la conquista de América estuvo impregnada del espíritu de Cruzada (Sánchez Albornoz, 1983); en cambio hay algunos historiadores que lo consideran un anacronismo como es el caso de Manuel Lucena Samoral, especialista en Historia de América.  


La expansión de Portugal y España.

Después de todo lo expuesto, otro factor fundamental en la colonización y cristianización de la América ibérica, se debe de enmarcar dentro de la idea de “Utopía” puesta de moda en el Renacimiento; esta idea se hallaba por ejemplo en  las bulas del papa Alejandro VI cuya finalidad consistía en salvar al mundo (Fernández Herrero, 1994). Además, la exaltación patriótica y mesiánica estaba presente en el contexto hispano-luso. El propio Colón se creía el mensajero de Dios, elegido para colaborar en la conversión de los infieles, y así queda recogido en su Diario (García-Arenal, 1992:45). El descubrimiento y la conquista de América se convertiría en la oportunidad de hacer posible la “Utopía” (Fernández Herrero, 1994). En suma, los descubrimientos y las conquistas de los españoles y portugueses, fueron una consecuencia de la fuerza expansiva de la sociedad occidental durante el Renacimiento, en este mismo contexto hay incluir la participación de Inglaterra y Francia en la aventura de las empresas descubridoras americanas, y a posteriori les seguirían otros países en la expansión colonial europea. Queda claro que, los descubrimientos geográficos y la configuración de los imperios coloniales marcaron el futuro de Europa, y cambiaron la historia de la Humanidad.

A partir de todo lo expuesto hemos llegado a las siguientes conclusiones.

 

CONCLUSIONES:

 

  Las ideologías son uno de los objetos de la Historia para comprender el movimiento de las sociedades, pero no podemos olvidar las dificultades de la Historia de las ideologías y de las mentalidades para ofrecer una visión global del pasado histórico. Al abordar el problema de la ideología de Reconquista como uno de los motores en las conquistas hispano-lusas en el Norte de África, nos ha ayudado a progresar hacia una percepción más afinada de la expansión colonial, y de los actuales problemas en el Magreb, y con el Islán.

A partir de las ideologías, de las mentalidades, del imaginario colectivo, de la idea de utopía, y de factores políticos, sociales, económicos, demográficos, religiosos, y culturales se llevaron a cabo los grandes descubrimientos entre los siglos XV y XVI. Después de la Guerra de Granada (1481-1492) los Reyes Católicos, aprovecharon la ideología de Reconquista, la idea de Guerra Santa y de Cruzada, para llevar a cabo los planes expansionistas de Castilla en el Norte de África en abierta competencia con los portugueses, que habían aplicado el mismo paradigma en la conquista de Ceuta en 1415, y de las demás plazas fuertes en las costas norteafricanas. Lo que si podemos afirmar que tanto en el caso de Portugal como en el de España la expansión en el Norte de África fue una Reconquista ampliada. Los descubrimientos geográficos, y la expansión europea transformaron la civilización occidental, y se produjo la europeización del mundo.

La ideología de Cruzada funcionó como una fuerza motriz en la colonización española y portuguesa en el Norte de África y en la India, en este universo mental los conquistadores afrontaron la empresa colonizadora de América, colocando a España y a Portugal a la cabeza de la cristiandad. Finalmente, Portugal y España, buscaron en las conquistas del Norte de África el reconocimiento de Europa como grandes países, y marcaron el comienzo de un tiempo nuevo en la construcción de los grandes imperios coloniales.

 

Dra. María Jesús Pozas Pozas.

 

Universidad de Deusto-Bilbao

 

Comunicación presentada en el Congreso Internacional “Los orígenes de la expansión europea. Ceuta 1415”. VI centenario de la toma de Ceuta 1415 – 2015.

Organizado por el Instituto de Estudios Ceutíes

Campus Universitario de Ceuta. 1, 2 y 3 de octubre de 2015

 

 

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

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((2) Sobre el tema de la “mentalidad” y de los “sentimientos” en la época de la Reconquista le ha dedicado abundantes páginas en su obra cumbre, y de imprescindible consulta, Sánchez Albornoz, C., 1962, España un enigma histórico, 2ª ed. 2 tomos.  Ed. Sudamericana, Buenos Aires, pp. 793; Eagleton, T., 2005 (1ª ed.1997). Ideología. Una introducción. Ed. Paidós, Barcelona. Es un ensayista excepcional, y en esta obra explica las distintas definiciones de “ideología” desde la Ilustración hasta la postmodernidad.

 

(3) San Agustín y San Isidoro, defendían tres causas para justificar la “guerra justa” : 1. “La recuperación de los bienes que un enemigo hubiera robado en el curso de una campaña: 2. La defensa de la integridad territorial cuando un adversario pretendiera invadirlo, o su expulsión si se hubiese llegado a materializar una anexión: 3. La venganza de una injuria, esto es, la reacción frente a la violación de un derecho o el quebrantamiento de un orden político y religioso”. Véase García Fitz, F., 2009. “La Reconquista: un estado de la cuestión”. Clio&Crimen : Revista del Centro del Crimen de Durango, nº 6, p. 142-215. En este mismo sentido véase la obra de Arquillière, H-X., 2005. El agustinismo político. Ensayo sobre la formación de las teorías políticas en la Edad Media. Universidad de Granada- Universitat de València, Granada. 189 pp.

 

(4) Portugal creó un vasto imperio entre los siglos XV y XVI convirtiéndose en una potencia mundial. Sería el rey portugués Juan I quien impulsaría el comercio marítimo para llenar las arcas reales vacías después de la guerra con Castilla cuyo ejército fue derrotado en la batalla de Aljubarrota en 1385, y de poner fin a los enfrentamientos con la nobleza portuguesa que le disputaba la autoridad real. La expansión marítima también le interesaba a la Iglesia portuguesa para extender el cristianismo en tierras de infieles, y a la burguesía, en especial a los banqueros judíos para comerciar con nuevas tierras, y hacer préstamos a las monarquías y a los nobles; de igual modo favorecía a las clases populares para emanciparse de la nobleza y buscar mejores formas de vida. Sobre la expansión marítima portuguesas existe una amplia bibliografía; en el momento presente estamos en un periodo de revisión sobre este tema, porque como afirmaba Ortega Gasset “nuestra situación actual es el resultado de todo el pretérito del pasado”, es de consulta obligatoria la obra ya clásica dirigida por, Peres, D,. 1928-1981. História de Portugal. 10 vols. Ed. Portucalense Editora, Porto. Véase los volúmenes 3 y 4.

 

(5) Casi toda la historiografía que se ha ocupado de la política africana de los Reyes Católicos lo hace de un modo muy marginal. Sin embargo, en las últimas décadas se están realizando planteamientos globales, y se pone el acento en el carácter defensivo, porque los móviles religiosos no fueron una parte importante en las conquistas del Norte de África. No obstante los móviles religiosos cuentan con una especial veneración historiográfica.

 

(6) Sobre los Reyes Católicos existe una abundantísima bibliografía. Por una parte, contamos con la historiografía tradicional que les considera los fundadores de la unidad de España. En cambio, la historiografía actual los presenta de forma muy distinta; el matrimonio de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón significó una unión personal y dinástica, pero no se avanzó hacia una fusión de reinos, por lo tanto España no existió como una realidad político-constitucional hasta el S.XVIII con el advenimiento de la dinastía borbónica, pero con objeciones. Muchos hechos contra los cristianos que suceden hoy en el mundo por la intolerancia de grupos musulmanes radicales, tienen muchas concomitancias con la confrontación religiosa cristiana-musulmana en la Península Ibérica a finales del S.XI. Actualmente el Estado Islámico (EI) pretende hacer retroceder a la civilización actual al S.VII, y culminar sus acciones con la llegada del Apocalipsis, pretende purificar el mundo mediante el asesinato del mayor número de personas. Por otra parte, el estado Islámico ha retrocedido al primer Islam, y reproduce al pie de la letra sus normas básicas, se sitúan en la tradición medieval, y han revivido tradiciones que llevaban cientos de años olvidadas dentro de la ideología mesiánica y escatológica. Los integristas musulmanes han declarado la guerra a los cristianos, en definitiva a la civilización occidental. Véase la obra de un especialista en el Islam. Ibrahim. R., 2013. Crucified Again: Exposing Islam New War on Christianisty. Regnery Publishing Inc, Washington D. C. 256 pp.

 

(7) La expansión por el Atlántico de España y Portugal generó enfrentamientos entre los dos países; los portugueses se habían adelantado en los descubrimientos desde mediados del S.XV, pero dada la interrelación entre la política y la religión acudieron a los Papas de Roma para que les adjudicaran en exclusiva las conquistas realizadas mediante las llamadas “bulas pontificias”, por las que se les concedía conquistar tierras de musulmanes y paganos. Mediante la Bula Inter Caetera de 1493 se van a repartir las tierras descubiertas entre España y Portugal, que en un principio benefició a España, el Tratado de Tordesillas de 1494 se delimitaron los nuevos descubrimientos. Sobre las “bulas papales” véase el estudio de García-Gallo. A,.  1957-1958. “Las bulas de Alejandro VI y el ordenamiento jurídico de la expansión portuguesa y castellana en África e Indias”. En Anuario de historia del derecho español, nº 27-28. Madrid, pp.461-830.

 

(8) Sobre los Imperios hispano-luso existe una extensa producción historiográfica desde la influencia de la construcción de los estados, de gobiernos centralizados, a los modelos de imperios. El sistema atlántico ha suscitado renovados debates desde comienzos del S.XXI, las propuestas actuales proponen una historia interdisciplinar dentro del paradigma de la historia global. Hoy en día se debate la existencia de uno o varios sistemas atlánticos. Carabias Torres, Ana. M. (Ed), 1994, Las relaciones entre Portugal y Castilla. Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, pp. 376; Elliot, J. H., 2006. Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en América (1492-1830). Ed. Taurus, Madrid, pp. 830. Sobre la “cooperación mercantil en los siglos de la primera edad global” véase el artículo de, Crespo Solana, Ana., 2015, “El más amplio Atlántico: Redes mercantiles, Comunidades globales”. En: Comercio y Cultura en la Edad Moderna. Actas de la XIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna. Ed. Universidad de Sevilla, Sevilla, pp.47-68.

                                                        

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