domingo, 9 de julio de 2017

EL CONTROL HISPANO-LUSO DE LA MARGEN SUR DEL MEDITERRANEO CON FINES DEFENSIVOS EN LOS SIGLOS XV Y XVI


Ver más abajo la Comunicación presentada en el: Congreso Internacional “Los orígenes de la expansión europea. Ceuta 1415”. VI centenario de la toma de Ceuta 1415 – 2015. Organizado por el Instituto de Estudios Ceutíes. Campus Universitario de Ceuta. 1, 2 y 3 de octubre de 2015.

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Publicado 23 de Marzo de 2014

LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL EN EL S.XX: DE LA CONSTITUCIÓN REPUBLICANA DE 1931, A LA DEL ACTUAL CONSENSO DE 1978

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Publicado 20 de Agosto de 2014



El PUERTO DE SANTANDER Y EL COMERCIO MARÍTIMO EN EL S. XVIII ____________________________________________________________

Publicado 15 de febrero de 2015




LA PRETENDIDA NEUTRALIDAD DE ESPAÑA EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y LA LABOR HUMANITARIA DEL REY ALFONSO XIII

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Publicado 26 de diciembre de 2015

NUEVAS APROXIMACIONES A LA EDUCACIÓN Y A LA CULTURA EN SANTANDER DURANTE EL S.XVIII
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Publicado 21 de agosto de 2016

LAS MEDIDAS POLÍTICAS E INQUISITORIALES DURANTE LA REVOLUCIÓN FRANCESA EN LA CIUDAD DE SANTANDER





EL CONTROL HISPANO-LUSO DE LA MARGEN SUR DEL MEDITERRÁNEO CON FINES DEFENSIVOS EN LOS SIGLOS XV Y XVI

Introducción:

En este trabajo analizaremos la ideología de Reconquista, basada en los principios de Guerra Santa, y Justa, con claras conexiones con el fenómeno de Cruzada, para justificar la continuación de la guerra contra el Islam en el Norte de África después de la Reconquista Peninsular. Además, habría que añadir otro factor, como fue la aportación de los valores del Humanismo, que reforzaban la fe en el hombre mediante la idea de que merecía la pena pelear por la fama, la gloria de este mundo, y realizar grandes hazañas.

Estos principios se convirtieron en el catalizador para dominar con fines defensivos por parte de España y Portugal la margen sur del Mediterráneo en los siglos XV y XVI, y así poder asegurar las costas ibéricas e italianas de los ataques berberiscos, de posibles invasiones, y  proteger las rutas comerciales a las Indias. Los portugueses fueron los primeros en finalizar la Reconquista en 1249, después de liberar el Algarbe en poder de los musulmanes, y en 1415 conquistaron Ceuta para controlar el estrecho de Gibraltar. En cambio, la Reconquista castellana finalizó en 1492 con la conquista del Reino de Granada. Posteriormente, sería el Duque de Medina Sidonia quien llevaría a cabo la primera conquista norteafricana ocupando Melilla en 1497 en nombre de los Reyes Católicos. España y Portugal buscaron su expansión  territorial en el Norte de África.

Las conquistas españolas y portuguesas del Magreb en el S. XV, y durante la primera década del XVI fueron notables, pero a partir de 1520 se produjo un desinterés en continuar la ocupación del Norte de África por motivos económicos, militares, y de política exterior. Sin embargo, hay que destacar, que a partir de estas conquistas se inició la expansión colonial europea, y de la formación de los imperios luso y español, convirtiéndose éste último en el primer imperio global de la historia (Ferro,2000).

El tema de este trabajo es tan amplio, que en ningún momento pretendemos decirlo todo sobre el mismo, ni contestar al conjunto de los problemas, sólo intentamos pasar revista a las diferentes cuestiones planteadas, y hemos insistido en las más importantes, si tenemos en cuenta la limitación del espacio asignado a esta comunicación. Quede claro, que se trata de una síntesis limitada al pensamiento europeo, pues no hemos abordado el tema de la Reconquista desde la historiografía islámica, aún teniendo en cuenta la necesidad de la historia compara para comprender el complejo proceso de la Reconquista desde las dos márgenes del Mediterráneo (1).

En cuanto a la estructura del trabajo, se ha dividido en tres apartados, que se articulan entre sí, con la finalidad de ofrecer una visión de conjunto. En el primer apartado nos centramos en un intento de definir el concepto de “ideología” a partir de sus características intrínsecas, y abordar brevemente una especie de estado de la cuestión sobre la polémica suscitada acerca del concepto “Reconquista”, a fin de contrastar  los puntos de vista, que distintos autores han aportado sobre el mismo. Desde esta perspectiva, analizamos los procesos de la Reconquista, a partir de las ideologías y las mentalidades, así como la aportación de los factores psicológicos del Humanismo.

 En el segundo apartado, ofrecemos una síntesis sobre los fines políticos, militares, económicos, y religiosos de los portugueses y españoles en el Norte de África. Finalmente, en el tercer apartado, conscientes de la magnitud del tema, abordamos la génesis de las conquistas españolas y portuguesas al sur del Mediterráneo desde una panorámica abreviada. Destacando, que estas conquistas constituyeron el punto de partida de la expansión colonial europea, y de la formación de los grandes imperios ibéricos.

Por último, hay que subrayar que existe una abundantísima bibliografía sobre el tema tratado, y a veces contradictoria, solamente una pequeña parte se ha incorporado al apartado de referencias bibliográficas, porque no se trata de una obra erudita. Sin despreciar la bibliografía tradicional, optamos por la consulta bibliográfica de las últimas décadas, que ha transformado profundamente nuestros conocimientos sobre la Reconquista. Ciertamente, no entramos en cuestiones de detalle, y  la bibliografía no es exhaustiva, sino práctica y selectiva. Mi intención en este trabajo ha consistido en tratar de entender mejor el papel de las ideologías y las mentalidades en la Edad Media, como expresiones de la vida de aquel tiempo, y también como impulsoras de las conquistas en el Norte de África por parte de los reinos ibéricos; propósito que no sé si habré conseguido en parte por tratarse de un periodo complejo, y de  larga duración. Por último, me siento en deuda con una serie de historiadores, que con una mayor autoridad que la mía han tratado sobre estos temas.

1. La ideología de Reconquista y los valores del Humanismo como justificación de las conquistas en el Norte de África en los siglos XV y XVI.

De entrada no podemos postular una misma actitud ideológica entre los grupos sociales de hoy y los de ayer, al referirnos a la ideología de  Reconquista, porque “toda historia es historia del presente”. El factor ideológico debe de ser tenido en cuenta por el historiador para comprender los procesos históricos dentro de los nuevos paradigmas de la Historia. Partiendo de este planteamiento, no se puede comprender el sentido de la Reconquista, si se prescinde de un análisis del largo proceso del desarrollo de las formas mentales, de los intereses de clase, de las estructuras socioeconómicas, políticas, culturales, y religiosas interrelacionadas entre sí, para explicar la continuación de la Reconquista en el Norte de África, y la idea de Cruzada y de Utopía en el descubrimiento y colonización de América.

Según nuestro criterio, en la historia de la Reconquista y la expansión ultramarina hay que tener en cuenta especialmente los motivos ideológicos que las impulsaron. Pero en cualquier caso, que entendemos por “ideología”. En primer lugar el concepto de “ideología” hay que situarlo en el tiempo largo, en la confluencia de lo individual y lo colectivo, en lo estructural y lo coyuntural (Le Goff, 1988: 445). Según la definición de Louis Althusser se entiende por “ideología “un sistema (con su lógica y rigor propios) de representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos según los casos) dotado de una existencia y un papel histórico en el seno de una sociedad dada” (Duby, 1985:159).

Por otra parte, la palabra ideología es vaga, y el uso que se ha hecho de ella desde la política ha vuelto ambiguo su significado. Sin embargo, el concepto de “ideología” se debe de tomar en un sentido amplio, y eliminar los tonos peyorativos de  los que a menudo está cargada (Duby, 1985:159). El estudio de las ideologías, es un terreno mal explorado y abierto a investigaciones futuras.

 Es evidente el papel que han jugado las ideologías en la historia de las sociedades, y dentro de la renovación actual de la historia hay que elaborar nuevos cuestionarios, analizar una reestructura de los documentos, explorar nuevas fuentes, y plantear nuevos campos de investigación; porque para comprender las sociedades es necesario prestar atención a los fenómenos mentales, que son tan determinantes como los políticos, económicos, sociales, demográficos, religiosos, y culturales (Le Goff, 1999).  Tanto la historia de las ideologías, como  de las mentalidades comparten el territorio de una psicología de la historia, y según Jacques Le Goff, la “mentalidad sería el contenido espiritual del pensamiento. Es decir, las formas que un determinado grupo socio-cultural tiene de “sentir, pensar y actuar” (Le Goff, 1985: 81-98). En cambio, para Michel Vovelle (1985), el concepto de “mentalidad” se inscribiría dentro del concepto de “ideología”, que es más amplio, y permanece entre las motivaciones inconscientes (2). En este mismo sentido, matizaba Michel Vovelle  que la “ideología invade las mentalidades, las penetra y las subvierte. ¡Como si pudiera haber mentalidades al margen de la ideología!” (1989: 7).

En el caso del concepto de Reconquista, existen discrepancias entre los historiadores según su posición historiográfica, hay que señalar a los que defienden el concepto tradicional, que se fundamenta en “la lucha llevada a cabo por los cristianos durante ocho siglos contra el Islam para restaurar el antiguo reino visigodo”, los historiadores Claudio Sánchez Albornoz, José Antonio Maravall, y Julián Marías defendieron esta corriente;  desde una óptica opuesta se  sitúa la teoría indigenista, basada únicamente en motivos económicos, y no políticos ni religiosos; los historiadores Abilio Barbero y Marcelo Vigil, influenciados por el materialismo histórico fueron pioneros en el desarrollo de esta teoría en los años sesenta del siglo pasado. Desde otra perspectiva, el medievalista José Ángel García de Cortázar ha considerado la Reconquista como “la ofensiva y expansión de Europa en el escenario español” (García de Cortázar, 1974: 11-12). En cambio, Álvarez Borges defiende la teoría de que la Reconquista fue “la expansión de las sociedades cristianas hacia el sur, encabezadas por unos grupos dominantes que ven en la confrontación con el Islam la mejor forma de afianzar su poder político, social y económico, y en el ideal reconquistador un mero andamiaje ideológico, que tenía como único objetivo el de servir de cohesión”. En consecuencia, nos encontramos con defensores y detractores de la idea de Reconquista. Sin embargo, desde posiciones historiográficas muy diferentes se ha mantenido el término “Reconquista” pero con diferentes interpretaciones; así el historiador medievalista Armando Besga Marroquín considera que es correcto utilizar el nombre de Reconquista, y lo justifica en sus trabajos (2011: 9-94). Estas teorías sobre si existió o no la Reconquista han sido analizadas por los historiadores García Fitz y Novoa Portela en un reciente estudio (2014: 31-53).

  A pesar de estas discrepancias historiográficas acerca del concepto de Reconquista, se puede afirmar por una parte, que en la Edad Media el cristianismo era una religión englobante con una misión providencialista y redentora; y a partir de San Agustín (354-430) con su obra “De civitate Dei contra paganos” se  impondría una concepción religiosa de la historia, cuya función ideológica iba a legitimar el poder económico, social y político del feudalismo, estos mismos planteamientos sostenía San Isidoro de Sevilla (560-636), que defendía la unidad religiosa, y tuvo gran influencia en el desarrollo de las doctrinas políticas a partir de la noción agustiniana de “civitas christiana”,  que  justificaban la guerra justa.(3). Partiendo de estas premisas, cabe afirmar que la ideología cristiana se convirtió en uno de los ejes ideológicos de la Reconquista, junto con la política de los reyes, y de la nobleza feudal, que a partir de la revolución feudal del S.XI optaron por la agresión militar sistemática contra los musulmanes, y se puso en marcha un proyecto militar, económico y deliberadamente ideológico para desalojar a los musulmanes de los territorios ocupados, y extender la evangelización. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la civilización occidental medieval fue construida con la herencia romana y bárbara, y se desarrolló bajo la supervisión política de las jerarquías feudales e intelectuales de la Iglesia  (Le Goff, 1999).

En cierta medida, el permanente conflicto con los musulmanes marcó a las sociedades medievales hispánicas, en la organización política de los reinos, en el papel predominante de la monarquía, en la configuración de las élites nobiliarias, en la permeabilidad social, en las estructuras económicas, en la formación de las mentalidades, de una ideología, y de una sensibilidad religiosa concreta (García Fitz, 2009: 159). En definitiva, dentro de la complejidad de la Reconquista se desarrolló una ideología de guerra reconquistadora dirigida a la expansión territorial de los reinos hispánicos, desde la idea de “guerra justa, guerra santa y cruzada” (Flori, 2004).

La ideología de Cruzada nació según la mayoría de los historiadores medievalistas en 1095 cuando el papa Urbano II (1042-1099) siguiendo las huellas de la reforma del papa Gregorio VII (1020- 1085), convocó a los cristianos con el fin de liberar Jerusalén en poder de los musulmanes mediante la Guerra Santa; aunque la idea de Cruzada se extendería a otros marcos geográficos como fue el caso de la Península Ibérica en su lucha contra los musulmanes, para recuperar los territorios cristianos (Riley-Smith, 2012). Parece claro que a partir del S.XI la Iglesia había cristianizado ciertas actividades bélicas como vías de salvación personal de los guerreros que participaran en las batallas, cuyos pecados les serían perdonados y alcanzarían la salvación, la génesis del concepto de Cruzada tenía un importante significado escatológico. Sin duda, la idea de Cruzada consistía en defender a la Iglesia universal ( García-Guijarro Ramos, 1995) pero al mismo tiempo la Cruzada supuso un salto cualitativo con respecto a la ideología de Guerra Santa que estaba ligada a consideraciones del bien público, a la defensa del territorio, al honor nacional o a los intereses del Estado (Flori, 2003). Sin embargo, existen diferentes puntos de vista contrarios a la hora de clarificar los conceptos de Guerra Santa y Cruzada, hay autores que separan los dos conceptos, y para otros no se pueden separar porque son idénticos.

 Igualmente, es interesante señalar una serie de principios que adoptó la nobleza en el contexto de la Reconquista como fueron los valores del Humanismo (Buckhardt, 2004). Según afirmaba la filóloga y medievalista María Rosa Lida de Malkiel (2006), en el hombre renacentista se produjo un cambio con respecto al  medieval, que se orientaba hacia lo ultra terreno, y despreciaba la fama, esta mentalidad correspondía a la etapa ascética medieval, que veía con desprecio la fama coetánea y póstuma, apoyándose fundamentalmente en santos y héroes. En cambio, en la Edad Medía caballeresca y cortesana los valores del individuo adquieren importancia, su vida estaba regida por los preceptos del “honor”, el centro será el hombre deseoso de la gloria para sí, y para sus obras (Buckhardt, 2004). En el S.XV se quebraron los fundamentos de la vida medieval, y se fueron perdiendo los valores y las prerrogativas tradicionales, de modo que una parte de la aristocracia desarrolló una cultura cortesana, y los sentimientos triunfaron en la segunda mitad del S.XV (Kohut, 1982).

Una vez terminada la Reconquista, la nobleza como casta perdió su carácter guerrero, y surgió un nuevo sistema de valores; así pues, se empezó a elaborar el concepto de virtud, de honor, y de honra cercano a las nuevas corrientes del Humanismo, (Huizinga, 2004) que se difundieron en la Península Ibérica, lo que llevaba a la práctica de nuevos valores morales. Aparecieron “valores caballerescos” en los que sobresalían, la dignidad, la fidelidad, la prudencia, la generosidad, el linaje, los hechos heroicos, y la guerra como salvación (Maravall, J.A., 1983).    

Llegados a este punto, es importante señalar que cuando el rey de Portugal Juan I y los Reyes Católicos acometieron las conquistas en el Norte de África, y la expansión colonial, permanecía en la memoria colectiva el recuerdo de la Reconquista, de la Cruzada y, de los valores del Humanismo, que iban a tener unas implicaciones clarísimas en las conquistas de España y Portugal. Por tanto, es preciso entender con claridad el proceso de la Reconquista para comprender la historia de los reinos ibéricos.

2. Los fines políticos, militares, económicos, y religiosos de los portugueses y españoles en el Magreb.

La intención política de la monarquía española y portuguesa de atacar al poderío islámico adversario de la Cristiandad, tuvo una continuidad concluida la Reconquista en la Península Ibérica, y se puso en práctica una estrategia militar y diplomática unida al espíritu evangelizador heredado de las Cruzadas, para llevar a cabo las conquistas en el Magreb. A partir del S.XV España y Portugal siguieron luchando contra los Estados musulmanes norteafricanos con fines defensivos para evitar su retorno a la Península, y además se continuó con el espíritu de conquista y cristianización de los pueblos musulmanes. Serán los portugueses los primeros en  lanzarse a las empresas oceánicas con la excusa de seguir con las Cruzadas para difundir el cristianismo. Portugal centró su expansión en el océano Atlántico (Santana Pérez, 2014: 11-25), y en 1415 el ejército portugués conquistó Ceuta ( Gouveia Monteiro, y Martins Costa, 2015), y dicho sea de paso, existe unanimidad entre los historiadores para afirmar, que esta conquista sería la punta de  la lanza para las que se llevarían a cabo posteriormente en el Norte de África, como las conquistas de las plazas de Tánger en 1471, Magazán en 1502, Agadir 1505, y Mogador en 1516; sin embargo, a lo largo del S.XVI perdería todas estas plazas (4). Después de la breve unión de España y Portugal (1580 a 1640), Ceuta permanecería bajo el dominio de España, por el Tratado de Lisboa de 1668 (Martín, 2014), en el que se reconoció la independencia de Portugal, y se le devolvieron todas sus antiguas  posesiones y territorios a excepción de Ceuta, que permanecería bajo la corona de España.


Posesiones portuguesas en el norte de África. El mapa no incluye a Madeira (1415-1769).

En el caso de España, la incorporación a las conquistas del Norte de África fue más tardía, tuvo que esperar a conquistar el reino de Granada en 1492, el último reino musulmán en la Península Ibérica, finalizando así el proceso histórico de la larga duración en el que se inscribe la Reconquista iniciada en el S.VIII. Los Reyes Católicos en la guerra de Granada utilizaron las justificaciones ideológicas del pasado, desde la idea de Cruzada para la recuperación de las tierras hispanas usurpadas por los musulmanes enemigos del cristianismo. Queda claro, que la guerra de Granada fue a la vez medieval y moderna, en el primer caso porque se mantuvo la ideología medieval; y en el segundo se puede observar el afianzamiento de la autoridad real, y el desarrollo de las tácticas bélicas que marcaron un hito en la estrategia militar (Ladero Quesada, 1993); desde luego, se experimentó una nueva formación militar mixta al combinar la artillería (picas, espigardas y arcabuces), la infantería, y la caballería; se utilizaron contingentes de mercenarios y numerosos no combatientes, que se ocupaban de tareas tácticas y estratégicas; al final de la guerra, el ejército castellano adoptó la mejor de las tácticas musulmanas basadas en las emboscadas, las falsas huídas, y los golpes de mano; todos estos elementos fueron incorporados a los avances administrativos y técnicos del ejército español, surgiendo una infantería que se emplearía en las campañas militares del norte  de África (Ladero Quesada, 2010), y además triunfaría en Europa durante 150 años hasta el hundimiento del ejército español en la batalla de Rocroi en 1643.

Después de la conquista de Granada, los Reyes Católicos se sumaron a las conquista portuguesas  del Norte de África con un doble objetivo: primero eliminar los focos de la piratería berberisca en la zona, y segundo  continuar la Reconquista-Cruzada para la cristiandad de la Nova Hispania (El Magreb) (González Jiménez, 2000: 155-178). El Norte de África a finales del S.XV y comienzos del XVI se convirtió en una prolongación de la Península Ibérica y de la Reconquista, En el periodo comprendido entre la conquista del reino de Granada, y la muerte de Fernando el Católico en 1516 se conquistó para España,  la plaza de Melilla en 1497, y en 1505 se reanudaron las conquistas con la ocupación de Orán, y Mazalquivir (1505), Velez (1509), Argel (1510), Bugía (1510) y Trípoli (1510), (Téllez Alarcia, 2000: 385-420). Es evidente, que los asentamientos españoles y portugueses en Berbería coincidían geográficamente con el actual Magreb, desde Trípoli hasta Agadir. (5). En suma, las conquistas en el Norte de África respondieron a un entramado político, económico, religioso e ideológico.



Sin embargo, a partir de 1453 con la caída de Constantinopla en poder de los turcos, también musulmanes, se produjo una importante preocupación en los países mediterráneos. De ahí, que durante el reinado de los Reyes Católicos se levantaron numerosas fortalezas tras las conquistas de Melilla y Orán. Posteriormente, Carlos V continuó con estas construcciones desde Marruecos a Trípoli. Por otra parte, las hostilidades entre los cristianos-europeos y el mundo musulmán afroasiático venían precedidas de siglos de hostilidad y odio durante la Edad media. Sin embargo, a partir del S.XVII, tanto la decadencia del Imperio Español como del Turco hizo que no tuviera sentido el mantenimiento de las fortalezas defensivas; en cambio, el rechazo entre cristianos y musulmanes se mantuvo, porque estaba arraigado en la memoria colectiva, y desafortunadamente  ha llegado hasta el presente (6).

Si nos fijamos en los motivos religiosos, éstos fueron una prolongación  de los políticos, pues en la mentalidad de la época, la política y la religión no eran esferas independientes, y se establecía una dialéctica entre ambas. No deja de ser significativo, a este respecto, que la Iglesia a partir del S.XI sacralizara algunas acciones militares inspiradas por la propia Iglesia, se proponía una progresiva cristianización de la guerra, y los guerreros que participaran en la lucha encontrarían una vía de salvación personal  (García Fitz. Y Novoa, 2014: 24).  Fue el papa Urbano II (1042-1099) quien llamó a la Guerra Santa para reconquistar los Santos Lugares, pero también hay que tener en cuenta, que la idea de Cruzada podía aplicarse a la expansión cristiana a otros lugares de infieles o donde existían determinadas herejías (Rodríguez García, 2000: 394-395). En esta línea, se explica la intervención de los Papas de Roma, como mediadores de los conflictos entre portugueses y españoles por los intereses en las conquistas, primero en el Norte de África, y después en el continente americano (7).


Mapa del Tratado de Tordesillas, 1494

 A las conquistas del Norte de África se les dio un carácter de Reconquista ampliada (Rumeu de Armas, 1956-1957: 222) dentro de la propia dinámica de la Ideología de la Reconquista Peninsular, desde los postulados del pensamiento cristiano; pues no se trataba únicamente de conquistas territoriales, de la lucha contra los corsarios, o de  intereses comerciales, del control de las comunicaciones en el estrecho de Gibraltar, y del Mediterráneo occidental y central, o de evitar posibles invasiones como en el pasado; si no que ciertamente, pesaban los motivos religiosos dirigidos a la evangelización de los infieles, a rescatar a los cautivos, y a continuar con la Guerra Santa, y desde planteamientos mentales significaba mantener un prestigio ganado con la conquista del reino de Granada, y la expulsión definitiva de los musulmanes de España (Ladero-Quesada, M.A, 1988), que será utilizada como aparato propagandístico.

En cualquier caso, la política exterior de los Reyes Católicos fue agresiva y expansionista, se puede resumir en la expresión medieval “Pax inter christianos bellum contra paganos”. Las conquistas de las plazas del Norte de África, no eran anacronismos, ni acciones fuera de lugar; al revés, entraban dentro de la lógica histórica, puesto que el estrecho de Gibraltar había servido de puente entre África del Norte y la Península Ibérica para la conquista musulmana, y durante siglos el mismo poder había sido ejercido simultáneamente en las dos orillas; después de la conquista de Granada se restablecería el poder cristiano al sur del Mediterráneo.

Un elemento determinante para llevarse a cabo el proceso de la expansión marítima portuguesa, fue el afianzamiento en el poder del rey Juan I a partir de 1383, después de los enfrentamientos con la nobleza que le disputaba la autoridad, en la que aún persistía el espíritu de Cruzada, la curiosidad renacentista, y los deseos de gloria y honores dentro de la mentalidad caballeresca del Renacimiento. Los nobles se lanzaron a las conquistas africanas junto al príncipe Don Enrique el Navegante (1394-1460), que fomentó los descubrimientos como representante cualificado de los intereses de la monarquía (Antelo Iglesia, 1961). Así mismo, la burguesía mercantil, al conjuro del incipiente capitalismo se iba a beneficiar del comercio, y de la extracción de materias primas gracias a las conquistas de ultramar. Por otra parte, a los clérigos en su afán evangelizador les interesaba expandir el cristianismo fuera de las fronteras de Portugal, y por último las clases populares veían  una oportunidad de liberarse de las cargas señoriales, y de mejorar sus condiciones de vida en las nuevas tierras descubiertas (Cortesâo, 1993).

 La expansión portuguesa no cabe duda de que estuvo impulsada también por el final de la Reconquista, y por motivaciones principalmente de carácter económico, aunque no únicamente, pues había que añadir otros  factores como los políticos, sociales, ideológicos, y religiosos (Peres Damiâo ,1983) que iban a contribuir a delinear el mapa del mundo, y a buscar rutas alternativas al comercio del Mediterráneo (García, 2007), una vez que la “ruta de la seda” por donde llegaban las especias de Oriente había quedado bloqueada por los musulmanes, después de la caída de Constantinopla en 1453. Todas estas causas motivaron la búsqueda de una ruta por el Atlántico rodeando África para llegar a la India, además de anticiparse en la expansión marítima a los reyes de Castilla. En cuanto a los viajes marítimos y a la expansión colonial entre 1415 y 1543 (García, 2007) se pretendía monopolizar el comercio de las especias, de un gran valor económico debido al esfuerzo de traerlas desde Asia, y conseguir bienes de lujo que eran escasos y caros en Europa, como sedas, porcelanas y piedras preciosas. También, se buscaba un acceso directo a las fuentes de abastecimiento del trigo de Marruecos, y otra de las motivaciones de las exploraciones consistía en controlar el comercio del oro proveniente de Sudán y  Senegal, y el tráfico de esclavos.

Al hilo de lo expuesto en este apartado, se puede afirmar que tanto la sociedad portuguesa como la española estaban interesadas en la expansión marítima por múltiples causas.

3. Los nuevos horizontes: Los imperios ibéricos y la expansión colonial europea.

El fenómeno de los grandes descubrimientos se venía preparando desde el S.XIII gracias a los contactos de Occidente con los países del Extremo Oriente, Mongolia y China; Marco Polo a finales del S.XIII, en su “Libro de las Maravillas” había dado a conocer las riquezas que existían en China; pero será en el S.XIV cuando los europeos salgan de sus marcos geográficos desde incentivos políticos, económicos, religiosos, y mentales. España y Portugal por su posición geográfica contaban con elementos suficientes para llevar a cabo la primera etapa descubridora, gracias a una serie de condicionantes como fueron el final de la Reconquista, y las dificultades para proseguir la cruzada religiosa en el Norte de África. Por otra parte se había llevado a cabo la unidad territorial con la expulsión de los musulmanes del suelo de la antigua Iberia, el apaciguamiento de la nobleza feudal, y la organización de estados autoritarios; además influía  la vieja tradición marinera mediterránea, y la incorporación de las nuevas técnicas de las navegaciones atlánticas, el incipiente capitalismo, el espíritu renacentista, y el incentivo cristiano de convertir a los salvajes siguiendo el espíritu de Cruzada del Medievo con una visión evangelizadora y apostólica (Vicens Vives, 1981, vol.1.75:89). Todos estos elementos hicieron que las energías luso-hispanas se encauzaran hacia los descubrimientos atlánticos. En el caso de Portugal se puede afirmar que “tenía trazada una misión  nacional” (Vicens Vives, 1981, vol.1.85).

La primera expansión marítima y comercial de los portugueses y españoles arranca en los siglos XV y XVI con las nuevas rutas que nacieron en el Mediterráneo y se alargaron hacia la India y América, a partir de ese momento, ya no interesaba dominar el Mediterráneo, sino las rutas Atlánticas e Índicas iniciándose la “era de los descubrimientos” desde la llegada de Colón a América en 1492, de Vasco de Gama en 1498 a las Indias Orientales, y Juan Sebastián Elcano en 1522 completaba la vuelta al mundo que había iniciado con Magallanes. Por lo que respecta al estudio del sistema atlántico hay que matizar que desde comienzos del siglo XXI se han suscitado renovados debates (8).

Con la apertura del estrecho de Gibraltar se produjo un desplazamiento del comercio hacia el Atlántico, y en ocasiones iban a colisionar los intereses hispano-lusos (García de Cortázar, 1974:394). En cuanto a los grandes descubrimientos hay que inclinarse por motivaciones no sólo económicas sino también mentales, por una nueva forma de pensar y vivir típica del final de la Edad Media, y que estaba presente en todo el Occidente europeo desde principios del S.XIV; la gente aspiraba a vivir mejor que sus antepasados siempre al borde del hambre y la muerte. Europa demandaba substancias conservantes para preservar los alimentos como era la sal, especias y artículos de lujo. A finales de la Edad Media se impusieron nuevas formas de vida, se fomentó el lujo y la ostentación, para lo cual se necesitaba dinero, lo que hizo que apareciera una enorme sed de oro por parte de los sectores más representativos de la sociedad como eran los reyes, cortesanos y nobles, que buscaban la forma de procurarse más ingresos (Vicens Vives, 1979: 433-434).

El conjunto de estos motivos impulsaron, primero a los portugueses y después a los españoles, a emprender la Guerra Santa en las costas occidentales de África, y al mismo tiempo buscar beneficios comerciales, de modo que se combinaban los intereses materiales con los espirituales. Toda esta tradición peninsular se repitió en la conquista de América, y la casuística era la misma, por encima de cualquier proyecto mercantil, uno de los grandes objetivos de la Corona española era que en los nuevos territorios imperara la unidad cristiana. Pero no cabe apenas duda de que, el proyecto de la conquista del Nuevo Mundo tenía también una finalidad “materialista”, pues los conquistadores en su afán oportunista pretendían enriquecerse, aunque afirmaran que su intención era servir a Dios y a la corona.

 El espíritu de la Reconquista estuvo presente en la colonización y cristianización de América; Claudio Sánchez Albornoz entendió la conquista como una prolongación de la que España llevó a cabo durante ocho siglos contra los moros peninsulares, otros historiadores como Menéndez Pidal y Julián Marías, encuadrados en la historiografía española tradicional consideraban que la conquista de América estuvo impregnada del espíritu de Cruzada (Sánchez Albornoz, 1983); en cambio hay algunos historiadores que lo consideran un anacronismo como es el caso de Manuel Lucena Samoral, especialista en Historia de América.  


La expansión de Portugal y España.

Después de todo lo expuesto, otro factor fundamental en la colonización y cristianización de la América ibérica, se debe de enmarcar dentro de la idea de “Utopía” puesta de moda en el Renacimiento; esta idea se hallaba por ejemplo en  las bulas del papa Alejandro VI cuya finalidad consistía en salvar al mundo (Fernández Herrero, 1994). Además, la exaltación patriótica y mesiánica estaba presente en el contexto hispano-luso. El propio Colón se creía el mensajero de Dios, elegido para colaborar en la conversión de los infieles, y así queda recogido en su Diario (García-Arenal, 1992:45). El descubrimiento y la conquista de América se convertiría en la oportunidad de hacer posible la “Utopía” (Fernández Herrero, 1994). En suma, los descubrimientos y las conquistas de los españoles y portugueses, fueron una consecuencia de la fuerza expansiva de la sociedad occidental durante el Renacimiento, en este mismo contexto hay incluir la participación de Inglaterra y Francia en la aventura de las empresas descubridoras americanas, y a posteriori les seguirían otros países en la expansión colonial europea. Queda claro que, los descubrimientos geográficos y la configuración de los imperios coloniales marcaron el futuro de Europa, y cambiaron la historia de la Humanidad.

A partir de todo lo expuesto hemos llegado a las siguientes conclusiones.

 

CONCLUSIONES:

 

  Las ideologías son uno de los objetos de la Historia para comprender el movimiento de las sociedades, pero no podemos olvidar las dificultades de la Historia de las ideologías y de las mentalidades para ofrecer una visión global del pasado histórico. Al abordar el problema de la ideología de Reconquista como uno de los motores en las conquistas hispano-lusas en el Norte de África, nos ha ayudado a progresar hacia una percepción más afinada de la expansión colonial, y de los actuales problemas en el Magreb, y con el Islán.

A partir de las ideologías, de las mentalidades, del imaginario colectivo, de la idea de utopía, y de factores políticos, sociales, económicos, demográficos, religiosos, y culturales se llevaron a cabo los grandes descubrimientos entre los siglos XV y XVI. Después de la Guerra de Granada (1481-1492) los Reyes Católicos, aprovecharon la ideología de Reconquista, la idea de Guerra Santa y de Cruzada, para llevar a cabo los planes expansionistas de Castilla en el Norte de África en abierta competencia con los portugueses, que habían aplicado el mismo paradigma en la conquista de Ceuta en 1415, y de las demás plazas fuertes en las costas norteafricanas. Lo que si podemos afirmar que tanto en el caso de Portugal como en el de España la expansión en el Norte de África fue una Reconquista ampliada. Los descubrimientos geográficos, y la expansión europea transformaron la civilización occidental, y se produjo la europeización del mundo.

La ideología de Cruzada funcionó como una fuerza motriz en la colonización española y portuguesa en el Norte de África y en la India, en este universo mental los conquistadores afrontaron la empresa colonizadora de América, colocando a España y a Portugal a la cabeza de la cristiandad. Finalmente, Portugal y España, buscaron en las conquistas del Norte de África el reconocimiento de Europa como grandes países, y marcaron el comienzo de un tiempo nuevo en la construcción de los grandes imperios coloniales.

 

Dra. María Jesús Pozas Pozas.

 

Universidad de Deusto-Bilbao

 

Comunicación presentada en el Congreso Internacional “Los orígenes de la expansión europea. Ceuta 1415”. VI centenario de la toma de Ceuta 1415 – 2015.

Organizado por el Instituto de Estudios Ceutíes

Campus Universitario de Ceuta. 1, 2 y 3 de octubre de 2015

 

 

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Braudel, F., (2ª ed) 2001. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. Ed. F C E, Madrid. 2 vols, 1810 pp. Supo estudiar magistralmente la orilla Sur y Norte del Mediterráneo.

 

((2) Sobre el tema de la “mentalidad” y de los “sentimientos” en la época de la Reconquista le ha dedicado abundantes páginas en su obra cumbre, y de imprescindible consulta, Sánchez Albornoz, C., 1962, España un enigma histórico, 2ª ed. 2 tomos.  Ed. Sudamericana, Buenos Aires, pp. 793; Eagleton, T., 2005 (1ª ed.1997). Ideología. Una introducción. Ed. Paidós, Barcelona. Es un ensayista excepcional, y en esta obra explica las distintas definiciones de “ideología” desde la Ilustración hasta la postmodernidad.

 

(3) San Agustín y San Isidoro, defendían tres causas para justificar la “guerra justa” : 1. “La recuperación de los bienes que un enemigo hubiera robado en el curso de una campaña: 2. La defensa de la integridad territorial cuando un adversario pretendiera invadirlo, o su expulsión si se hubiese llegado a materializar una anexión: 3. La venganza de una injuria, esto es, la reacción frente a la violación de un derecho o el quebrantamiento de un orden político y religioso”. Véase García Fitz, F., 2009. “La Reconquista: un estado de la cuestión”. Clio&Crimen : Revista del Centro del Crimen de Durango, nº 6, p. 142-215. En este mismo sentido véase la obra de Arquillière, H-X., 2005. El agustinismo político. Ensayo sobre la formación de las teorías políticas en la Edad Media. Universidad de Granada- Universitat de València, Granada. 189 pp.

 

(4) Portugal creó un vasto imperio entre los siglos XV y XVI convirtiéndose en una potencia mundial. Sería el rey portugués Juan I quien impulsaría el comercio marítimo para llenar las arcas reales vacías después de la guerra con Castilla cuyo ejército fue derrotado en la batalla de Aljubarrota en 1385, y de poner fin a los enfrentamientos con la nobleza portuguesa que le disputaba la autoridad real. La expansión marítima también le interesaba a la Iglesia portuguesa para extender el cristianismo en tierras de infieles, y a la burguesía, en especial a los banqueros judíos para comerciar con nuevas tierras, y hacer préstamos a las monarquías y a los nobles; de igual modo favorecía a las clases populares para emanciparse de la nobleza y buscar mejores formas de vida. Sobre la expansión marítima portuguesas existe una amplia bibliografía; en el momento presente estamos en un periodo de revisión sobre este tema, porque como afirmaba Ortega Gasset “nuestra situación actual es el resultado de todo el pretérito del pasado”, es de consulta obligatoria la obra ya clásica dirigida por, Peres, D,. 1928-1981. História de Portugal. 10 vols. Ed. Portucalense Editora, Porto. Véase los volúmenes 3 y 4.

 

(5) Casi toda la historiografía que se ha ocupado de la política africana de los Reyes Católicos lo hace de un modo muy marginal. Sin embargo, en las últimas décadas se están realizando planteamientos globales, y se pone el acento en el carácter defensivo, porque los móviles religiosos no fueron una parte importante en las conquistas del Norte de África. No obstante los móviles religiosos cuentan con una especial veneración historiográfica.

 

(6) Sobre los Reyes Católicos existe una abundantísima bibliografía. Por una parte, contamos con la historiografía tradicional que les considera los fundadores de la unidad de España. En cambio, la historiografía actual los presenta de forma muy distinta; el matrimonio de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón significó una unión personal y dinástica, pero no se avanzó hacia una fusión de reinos, por lo tanto España no existió como una realidad político-constitucional hasta el S.XVIII con el advenimiento de la dinastía borbónica, pero con objeciones. Muchos hechos contra los cristianos que suceden hoy en el mundo por la intolerancia de grupos musulmanes radicales, tienen muchas concomitancias con la confrontación religiosa cristiana-musulmana en la Península Ibérica a finales del S.XI. Actualmente el Estado Islámico (EI) pretende hacer retroceder a la civilización actual al S.VII, y culminar sus acciones con la llegada del Apocalipsis, pretende purificar el mundo mediante el asesinato del mayor número de personas. Por otra parte, el estado Islámico ha retrocedido al primer Islam, y reproduce al pie de la letra sus normas básicas, se sitúan en la tradición medieval, y han revivido tradiciones que llevaban cientos de años olvidadas dentro de la ideología mesiánica y escatológica. Los integristas musulmanes han declarado la guerra a los cristianos, en definitiva a la civilización occidental. Véase la obra de un especialista en el Islam. Ibrahim. R., 2013. Crucified Again: Exposing Islam New War on Christianisty. Regnery Publishing Inc, Washington D. C. 256 pp.

 

(7) La expansión por el Atlántico de España y Portugal generó enfrentamientos entre los dos países; los portugueses se habían adelantado en los descubrimientos desde mediados del S.XV, pero dada la interrelación entre la política y la religión acudieron a los Papas de Roma para que les adjudicaran en exclusiva las conquistas realizadas mediante las llamadas “bulas pontificias”, por las que se les concedía conquistar tierras de musulmanes y paganos. Mediante la Bula Inter Caetera de 1493 se van a repartir las tierras descubiertas entre España y Portugal, que en un principio benefició a España, el Tratado de Tordesillas de 1494 se delimitaron los nuevos descubrimientos. Sobre las “bulas papales” véase el estudio de García-Gallo. A,.  1957-1958. “Las bulas de Alejandro VI y el ordenamiento jurídico de la expansión portuguesa y castellana en África e Indias”. En Anuario de historia del derecho español, nº 27-28. Madrid, pp.461-830.

 

(8) Sobre los Imperios hispano-luso existe una extensa producción historiográfica desde la influencia de la construcción de los estados, de gobiernos centralizados, a los modelos de imperios. El sistema atlántico ha suscitado renovados debates desde comienzos del S.XXI, las propuestas actuales proponen una historia interdisciplinar dentro del paradigma de la historia global. Hoy en día se debate la existencia de uno o varios sistemas atlánticos. Carabias Torres, Ana. M. (Ed), 1994, Las relaciones entre Portugal y Castilla. Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, pp. 376; Elliot, J. H., 2006. Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en América (1492-1830). Ed. Taurus, Madrid, pp. 830. Sobre la “cooperación mercantil en los siglos de la primera edad global” véase el artículo de, Crespo Solana, Ana., 2015, “El más amplio Atlántico: Redes mercantiles, Comunidades globales”. En: Comercio y Cultura en la Edad Moderna. Actas de la XIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna. Ed. Universidad de Sevilla, Sevilla, pp.47-68.

                                                        

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