Ver más abajo la Comunicación presentada en el: Congreso Internacional “Los orígenes de la expansión europea. Ceuta 1415”. VI centenario de la toma de Ceuta 1415 – 2015. Organizado por el Instituto de Estudios Ceutíes. Campus Universitario de Ceuta. 1, 2 y 3 de octubre de 2015.
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Publicado 23 de Marzo de 2014
LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL EN EL S.XX: DE LA CONSTITUCIÓN REPUBLICANA DE 1931, A LA DEL ACTUAL CONSENSO DE 1978
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Publicado 20 de Agosto de 2014
El PUERTO DE SANTANDER Y EL COMERCIO MARÍTIMO EN EL S. XVIII ____________________________________________________________
Publicado 15 de febrero de 2015LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONSTITUCIONALISMO ESPAÑOL EN EL S.XX: DE LA CONSTITUCIÓN REPUBLICANA DE 1931, A LA DEL ACTUAL CONSENSO DE 1978
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Publicado 20 de Agosto de 2014
El PUERTO DE SANTANDER Y EL COMERCIO MARÍTIMO EN EL S. XVIII ____________________________________________________________
LA PRETENDIDA NEUTRALIDAD DE ESPAÑA EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y LA LABOR HUMANITARIA DEL REY ALFONSO XIII
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Publicado 26 de diciembre de 2015
Publicado 26 de diciembre de 2015
NUEVAS APROXIMACIONES A LA EDUCACIÓN Y A LA CULTURA EN SANTANDER DURANTE EL S.XVIII
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Publicado 21 de agosto de 2016
LAS MEDIDAS POLÍTICAS E INQUISITORIALES DURANTE LA REVOLUCIÓN FRANCESA EN LA CIUDAD DE SANTANDER
EL CONTROL HISPANO-LUSO DE LA MARGEN SUR DEL MEDITERRÁNEO CON FINES DEFENSIVOS EN LOS SIGLOS XV Y XVI
Introducción:
En
este trabajo analizaremos la ideología de Reconquista, basada en los principios
de Guerra Santa, y Justa, con claras conexiones con el fenómeno de Cruzada,
para justificar la continuación de la guerra contra el Islam en el Norte de
África después de la Reconquista Peninsular. Además, habría que añadir otro
factor, como fue la aportación de los valores del Humanismo, que reforzaban la
fe en el hombre mediante la idea de que merecía la pena pelear por la fama, la
gloria de este mundo, y realizar grandes hazañas.
Estos
principios se convirtieron en el catalizador para dominar con fines defensivos
por parte de España y Portugal la margen sur del Mediterráneo en los siglos XV
y XVI, y así poder asegurar las costas ibéricas e italianas de los ataques
berberiscos, de posibles invasiones, y proteger
las rutas comerciales a las Indias. Los portugueses fueron los primeros en finalizar
la Reconquista en 1249, después de liberar el Algarbe en poder de los
musulmanes, y en 1415 conquistaron Ceuta para controlar el estrecho de
Gibraltar. En cambio, la Reconquista castellana finalizó en 1492 con la
conquista del Reino de Granada. Posteriormente, sería el Duque de Medina
Sidonia quien llevaría a cabo la primera conquista norteafricana ocupando
Melilla en 1497 en nombre de los Reyes Católicos. España y Portugal buscaron su
expansión territorial en el Norte de
África.
Las
conquistas españolas y portuguesas del Magreb en el S. XV, y durante la primera
década del XVI fueron notables, pero a partir de 1520 se produjo un desinterés
en continuar la ocupación del Norte de África por motivos económicos, militares,
y de política exterior. Sin embargo, hay que destacar, que a partir de estas
conquistas se inició la expansión colonial europea, y de la formación de los
imperios luso y español, convirtiéndose éste último en el primer imperio global
de la historia (Ferro,2000).
El tema de este trabajo es tan amplio, que en
ningún momento pretendemos decirlo todo sobre el mismo, ni contestar al
conjunto de los problemas, sólo intentamos pasar revista a las diferentes
cuestiones planteadas, y hemos insistido en las más importantes, si tenemos en
cuenta la limitación del espacio asignado a esta comunicación. Quede claro, que
se trata de una síntesis limitada al pensamiento europeo, pues no hemos
abordado el tema de la Reconquista desde la historiografía islámica, aún
teniendo en cuenta la necesidad de la historia compara para comprender el
complejo proceso de la Reconquista desde las dos márgenes del Mediterráneo (1).
En cuanto a la estructura del trabajo, se ha
dividido en tres apartados, que se articulan entre sí, con la finalidad de
ofrecer una visión de conjunto. En el primer apartado nos centramos en un
intento de definir el concepto de “ideología” a partir de sus características
intrínsecas, y abordar brevemente una especie de estado de la cuestión sobre la
polémica suscitada acerca del concepto “Reconquista”, a fin de contrastar los puntos de vista, que distintos autores han
aportado sobre el mismo. Desde esta perspectiva, analizamos los procesos de la
Reconquista, a partir de las ideologías y las mentalidades, así como la
aportación de los factores psicológicos del Humanismo.
En el segundo apartado, ofrecemos una síntesis
sobre los fines políticos, militares, económicos, y religiosos de los
portugueses y españoles en el Norte de África. Finalmente, en el tercer
apartado, conscientes de la magnitud del tema, abordamos la génesis de las
conquistas españolas y portuguesas al sur del Mediterráneo desde una panorámica
abreviada. Destacando, que estas conquistas constituyeron el punto de partida
de la expansión colonial europea, y de la formación de los grandes imperios
ibéricos.
Por
último, hay que subrayar que existe una abundantísima bibliografía sobre el
tema tratado, y a veces contradictoria, solamente una pequeña parte se ha
incorporado al apartado de referencias bibliográficas, porque no se trata de
una obra erudita. Sin despreciar la bibliografía tradicional, optamos por la
consulta bibliográfica de las últimas décadas, que ha transformado
profundamente nuestros conocimientos sobre la Reconquista. Ciertamente, no
entramos en cuestiones de detalle, y la
bibliografía no es exhaustiva, sino práctica y selectiva. Mi intención en este
trabajo ha consistido en tratar de entender mejor el papel de las ideologías y
las mentalidades en la Edad Media, como expresiones de la vida de aquel tiempo,
y también como impulsoras de las conquistas en el Norte de África por parte de
los reinos ibéricos; propósito que no sé si habré conseguido en parte por
tratarse de un periodo complejo, y de
larga duración. Por último, me siento en deuda con una serie de
historiadores, que con una mayor autoridad que la mía han tratado sobre estos
temas.
1. La ideología de
Reconquista y los valores del Humanismo como justificación de las conquistas en
el Norte de África en los siglos XV y XVI.
De
entrada no podemos postular una misma actitud ideológica entre los grupos
sociales de hoy y los de ayer, al referirnos a la ideología de Reconquista, porque “toda historia es historia
del presente”. El factor ideológico debe de ser tenido en cuenta por el
historiador para comprender los procesos históricos dentro de los nuevos
paradigmas de la Historia. Partiendo de este planteamiento, no se puede
comprender el sentido de la Reconquista, si se prescinde de un análisis del
largo proceso del desarrollo de las formas mentales, de los intereses de clase,
de las estructuras socioeconómicas, políticas, culturales, y religiosas
interrelacionadas entre sí, para explicar la continuación de la Reconquista en
el Norte de África, y la idea de Cruzada y de Utopía en el descubrimiento y
colonización de América.
Según
nuestro criterio, en la historia de la Reconquista y la expansión ultramarina
hay que tener en cuenta especialmente los motivos ideológicos que las
impulsaron. Pero en cualquier caso, que entendemos por “ideología”. En primer
lugar el concepto de “ideología” hay que situarlo en el tiempo largo, en la
confluencia de lo individual y lo colectivo, en lo estructural y lo coyuntural
(Le Goff, 1988: 445). Según la definición de Louis Althusser se entiende por
“ideología “un sistema (con su lógica y rigor propios) de representaciones
(imágenes, mitos, ideas o conceptos según los casos) dotado de una existencia y
un papel histórico en el seno de una sociedad dada” (Duby, 1985:159).
Por
otra parte, la palabra ideología es vaga, y el uso que se ha hecho de ella
desde la política ha vuelto ambiguo su significado. Sin embargo, el concepto de
“ideología” se debe de tomar en un sentido amplio, y eliminar los tonos
peyorativos de los que a menudo está
cargada (Duby, 1985:159). El estudio de las ideologías, es un terreno mal
explorado y abierto a investigaciones futuras.
Es evidente el papel que han jugado las
ideologías en la historia de las sociedades, y dentro de la renovación actual
de la historia hay que elaborar nuevos cuestionarios, analizar una reestructura
de los documentos, explorar nuevas fuentes, y plantear nuevos campos de investigación;
porque para comprender las sociedades es necesario prestar atención a los
fenómenos mentales, que son tan determinantes como los políticos, económicos,
sociales, demográficos, religiosos, y culturales (Le Goff, 1999). Tanto la historia de las ideologías, como de las mentalidades comparten el territorio de
una psicología de la historia, y según Jacques Le Goff, la “mentalidad sería el
contenido espiritual del pensamiento. Es decir, las formas que un determinado
grupo socio-cultural tiene de “sentir, pensar y actuar” (Le Goff, 1985: 81-98).
En cambio, para Michel Vovelle (1985), el concepto de “mentalidad” se
inscribiría dentro del concepto de “ideología”, que es más amplio, y permanece
entre las motivaciones inconscientes (2). En este mismo sentido, matizaba
Michel Vovelle que la “ideología invade
las mentalidades, las penetra y las subvierte. ¡Como si pudiera haber
mentalidades al margen de la ideología!” (1989: 7).
En
el caso del concepto de Reconquista, existen discrepancias entre los
historiadores según su posición historiográfica, hay que señalar a los que
defienden el concepto tradicional, que se fundamenta en “la lucha llevada a
cabo por los cristianos durante ocho siglos contra el Islam para restaurar el
antiguo reino visigodo”, los historiadores Claudio Sánchez Albornoz, José
Antonio Maravall, y Julián Marías defendieron esta corriente; desde una óptica opuesta se sitúa la teoría indigenista, basada
únicamente en motivos económicos, y no políticos ni religiosos; los
historiadores Abilio Barbero y Marcelo Vigil, influenciados por el materialismo
histórico fueron pioneros en el desarrollo de esta teoría en los años sesenta
del siglo pasado. Desde otra perspectiva, el medievalista José Ángel García de
Cortázar ha considerado la Reconquista como “la ofensiva y expansión de Europa
en el escenario español” (García de Cortázar, 1974: 11-12). En cambio, Álvarez
Borges defiende la teoría de que la Reconquista fue “la expansión de las
sociedades cristianas hacia el sur, encabezadas por unos grupos dominantes que
ven en la confrontación con el Islam la mejor forma de afianzar su poder
político, social y económico, y en el ideal reconquistador un mero andamiaje
ideológico, que tenía como único objetivo el de servir de cohesión”. En
consecuencia, nos encontramos con defensores y detractores de la idea de
Reconquista. Sin embargo, desde posiciones historiográficas muy diferentes se ha
mantenido el término “Reconquista” pero con diferentes interpretaciones; así el
historiador medievalista Armando Besga Marroquín considera que es correcto
utilizar el nombre de Reconquista, y lo justifica en sus trabajos (2011: 9-94).
Estas teorías sobre si existió o no la Reconquista han sido analizadas por los
historiadores García Fitz y Novoa Portela en un reciente estudio (2014: 31-53).
A pesar
de estas discrepancias historiográficas acerca del concepto de Reconquista, se
puede afirmar por una parte, que en la Edad Media el cristianismo era una
religión englobante con una misión providencialista y redentora; y a partir de
San Agustín (354-430) con su obra “De civitate Dei contra paganos” se impondría una concepción religiosa de la
historia, cuya función ideológica iba a legitimar el poder económico, social y
político del feudalismo, estos mismos planteamientos sostenía San Isidoro de
Sevilla (560-636), que defendía la unidad religiosa, y tuvo gran influencia en
el desarrollo de las doctrinas políticas a partir de la noción agustiniana de
“civitas christiana”, que justificaban la guerra justa.(3). Partiendo
de estas premisas, cabe afirmar que la ideología cristiana se convirtió en uno
de los ejes ideológicos de la Reconquista, junto con la política de los reyes,
y de la nobleza feudal, que a partir de la revolución feudal del S.XI optaron
por la agresión militar sistemática contra los musulmanes, y se puso en marcha
un proyecto militar, económico y deliberadamente ideológico para desalojar a
los musulmanes de los territorios ocupados, y extender la evangelización. Por
otra parte, hay que tener en cuenta que la civilización occidental medieval fue
construida con la herencia romana y bárbara, y se desarrolló bajo la
supervisión política de las jerarquías feudales e intelectuales de la Iglesia (Le Goff, 1999).
En
cierta medida, el permanente conflicto con los musulmanes marcó a las
sociedades medievales hispánicas, en la organización política de los reinos, en
el papel predominante de la monarquía, en la configuración de las élites
nobiliarias, en la permeabilidad social, en las estructuras económicas, en la
formación de las mentalidades, de una ideología, y de una sensibilidad
religiosa concreta (García Fitz, 2009: 159). En definitiva, dentro de la
complejidad de la Reconquista se desarrolló una ideología de guerra
reconquistadora dirigida a la expansión territorial de los reinos hispánicos,
desde la idea de “guerra justa, guerra santa y cruzada” (Flori, 2004).
La
ideología de Cruzada nació según la mayoría de los historiadores medievalistas
en 1095 cuando el papa Urbano II (1042-1099) siguiendo las huellas de la
reforma del papa Gregorio VII (1020- 1085), convocó a los cristianos con el fin
de liberar Jerusalén en poder de los musulmanes mediante la Guerra Santa;
aunque la idea de Cruzada se extendería a otros marcos geográficos como fue el
caso de la Península Ibérica en su lucha contra los musulmanes, para recuperar
los territorios cristianos (Riley-Smith, 2012). Parece claro que a partir del
S.XI la Iglesia había cristianizado ciertas actividades bélicas como vías de
salvación personal de los guerreros que participaran en las batallas, cuyos
pecados les serían perdonados y alcanzarían la salvación, la génesis del
concepto de Cruzada tenía un importante significado escatológico. Sin duda, la
idea de Cruzada consistía en defender a la Iglesia universal ( García-Guijarro
Ramos, 1995) pero al mismo tiempo la Cruzada supuso un salto cualitativo con
respecto a la ideología de Guerra Santa que estaba ligada a consideraciones del
bien público, a la defensa del territorio, al honor nacional o a los intereses
del Estado (Flori, 2003). Sin embargo, existen diferentes puntos de vista
contrarios a la hora de clarificar los conceptos de Guerra Santa y Cruzada, hay
autores que separan los dos conceptos, y para otros no se pueden separar porque
son idénticos.
Igualmente, es interesante señalar una serie
de principios que adoptó la nobleza en el contexto de la Reconquista como
fueron los valores del Humanismo (Buckhardt, 2004). Según
afirmaba la filóloga y medievalista María Rosa Lida de Malkiel (2006), en el
hombre renacentista se produjo un cambio con respecto al medieval, que se orientaba hacia lo ultra terreno,
y despreciaba la fama, esta mentalidad correspondía a la etapa ascética
medieval, que veía con desprecio la fama coetánea y póstuma, apoyándose
fundamentalmente en santos y héroes. En cambio, en la Edad Medía caballeresca y
cortesana los valores del individuo adquieren importancia, su vida estaba
regida por los preceptos del “honor”, el centro será el hombre deseoso de la
gloria para sí, y para sus obras (Buckhardt, 2004). En el S.XV se quebraron los
fundamentos de la vida medieval, y se fueron perdiendo los valores y las
prerrogativas tradicionales, de modo que una parte de la aristocracia
desarrolló una cultura cortesana, y los sentimientos triunfaron en la segunda
mitad del S.XV (Kohut, 1982).
Una
vez terminada la Reconquista, la nobleza como casta perdió su carácter guerrero,
y surgió un nuevo sistema de valores; así pues, se empezó a elaborar el
concepto de virtud, de honor, y de honra cercano a las nuevas corrientes del
Humanismo, (Huizinga, 2004) que se difundieron en la Península Ibérica, lo que llevaba
a la práctica de nuevos valores morales. Aparecieron “valores caballerescos” en
los que sobresalían, la dignidad, la fidelidad, la prudencia, la generosidad,
el linaje, los hechos heroicos, y la guerra como salvación (Maravall, J.A.,
1983).
Llegados
a este punto, es importante señalar que cuando el rey de Portugal Juan I y los
Reyes Católicos acometieron las conquistas en el Norte de África, y la
expansión colonial, permanecía en la memoria colectiva el recuerdo de la
Reconquista, de la Cruzada y, de los valores del Humanismo, que iban a tener
unas implicaciones clarísimas en las conquistas de España y Portugal. Por
tanto, es preciso entender con claridad el proceso de la Reconquista para
comprender la historia de los reinos ibéricos.
2. Los fines políticos,
militares, económicos, y religiosos de los portugueses y españoles en el
Magreb.
La
intención política de la monarquía española y portuguesa de atacar al poderío
islámico adversario de la Cristiandad, tuvo una continuidad concluida la
Reconquista en la Península Ibérica, y se puso en práctica una estrategia
militar y diplomática unida al espíritu evangelizador heredado de las Cruzadas,
para llevar a cabo las conquistas en el Magreb. A partir del S.XV España y
Portugal siguieron luchando contra los Estados musulmanes norteafricanos con
fines defensivos para evitar su retorno a la Península, y además se continuó
con el espíritu de conquista y cristianización de los pueblos musulmanes. Serán
los portugueses los primeros en lanzarse
a las empresas oceánicas con la excusa de seguir con las Cruzadas para difundir
el cristianismo. Portugal centró su expansión en el océano Atlántico (Santana
Pérez, 2014: 11-25), y en 1415 el ejército portugués conquistó Ceuta ( Gouveia
Monteiro, y Martins Costa, 2015), y dicho sea de paso, existe unanimidad entre
los historiadores para afirmar, que esta conquista sería la punta de la lanza para las que se llevarían a cabo
posteriormente en el Norte de África, como las conquistas de las plazas de
Tánger en 1471, Magazán en 1502, Agadir 1505, y Mogador en 1516; sin embargo, a
lo largo del S.XVI perdería todas estas plazas (4). Después de la breve unión
de España y Portugal (1580 a 1640), Ceuta permanecería bajo el dominio de
España, por el Tratado de Lisboa de 1668 (Martín, 2014), en el que se reconoció
la independencia de Portugal, y se le devolvieron todas sus antiguas posesiones y territorios a excepción de Ceuta,
que permanecería bajo la corona de España.
En
el caso de España, la incorporación a las conquistas del Norte de África fue
más tardía, tuvo que esperar a conquistar el reino de Granada en 1492, el
último reino musulmán en la Península Ibérica, finalizando así el proceso
histórico de la larga duración en el que se inscribe la Reconquista iniciada en
el S.VIII. Los Reyes Católicos en la guerra de Granada utilizaron las
justificaciones ideológicas del pasado, desde la idea de Cruzada para la
recuperación de las tierras hispanas usurpadas por los musulmanes enemigos del
cristianismo. Queda claro, que la guerra de Granada fue a la vez medieval y
moderna, en el primer caso porque se mantuvo la ideología medieval; y en el
segundo se puede observar el afianzamiento de la autoridad real, y el
desarrollo de las tácticas bélicas que marcaron un hito en la estrategia
militar (Ladero Quesada, 1993); desde luego, se experimentó una nueva formación
militar mixta al combinar la artillería (picas, espigardas y arcabuces), la
infantería, y la caballería; se utilizaron contingentes de mercenarios y
numerosos no combatientes, que se ocupaban de tareas tácticas y estratégicas;
al final de la guerra, el ejército castellano adoptó la mejor de las tácticas
musulmanas basadas en las emboscadas, las falsas huídas, y los golpes de mano;
todos estos elementos fueron incorporados a los avances administrativos y
técnicos del ejército español, surgiendo una infantería que se emplearía en las
campañas militares del norte de África
(Ladero Quesada, 2010), y además triunfaría en Europa durante 150 años hasta el
hundimiento del ejército español en la batalla de Rocroi en 1643.
Después
de la conquista de Granada, los Reyes Católicos se sumaron a las conquista
portuguesas del Norte de África con un
doble objetivo: primero eliminar los focos de la piratería berberisca en la
zona, y segundo continuar la
Reconquista-Cruzada para la cristiandad de la Nova Hispania (El Magreb) (González
Jiménez, 2000: 155-178). El Norte de África a finales del S.XV y comienzos del
XVI se convirtió en una prolongación de la Península Ibérica y de la
Reconquista, En el periodo comprendido entre la conquista del reino de Granada,
y la muerte de Fernando el Católico en 1516 se conquistó para España, la plaza de Melilla en 1497, y en 1505 se
reanudaron las conquistas con la ocupación de Orán, y Mazalquivir (1505), Velez
(1509), Argel (1510), Bugía (1510) y Trípoli (1510), (Téllez Alarcia, 2000:
385-420). Es evidente, que los asentamientos españoles y portugueses en
Berbería coincidían geográficamente con el actual Magreb, desde Trípoli hasta
Agadir. (5). En suma, las conquistas en el Norte de África respondieron a un
entramado político, económico, religioso e ideológico.
Sin
embargo, a partir de 1453 con la caída de Constantinopla en poder de los
turcos, también musulmanes, se produjo una importante preocupación en los
países mediterráneos. De ahí, que durante el reinado de los Reyes Católicos se
levantaron numerosas fortalezas tras las conquistas de Melilla y Orán.
Posteriormente, Carlos V continuó con estas construcciones desde Marruecos a
Trípoli. Por otra parte, las hostilidades entre los cristianos-europeos y el
mundo musulmán afroasiático venían precedidas de siglos de hostilidad y odio
durante la Edad media. Sin embargo, a partir del S.XVII, tanto la decadencia
del Imperio Español como del Turco hizo que no tuviera sentido el mantenimiento
de las fortalezas defensivas; en cambio, el rechazo entre cristianos y
musulmanes se mantuvo, porque estaba arraigado en la memoria colectiva, y
desafortunadamente ha llegado hasta el
presente (6).
Si
nos fijamos en los motivos religiosos, éstos fueron una prolongación de los políticos, pues en la mentalidad de la
época, la política y la religión no eran esferas independientes, y se
establecía una dialéctica entre ambas. No deja de ser significativo, a este
respecto, que la Iglesia a partir del S.XI sacralizara algunas acciones militares
inspiradas por la propia Iglesia, se proponía una progresiva cristianización de
la guerra, y los guerreros que participaran en la lucha encontrarían una vía de
salvación personal (García Fitz. Y Novoa,
2014: 24). Fue el papa Urbano II
(1042-1099) quien llamó a la Guerra Santa para reconquistar los Santos Lugares,
pero también hay que tener en cuenta, que la idea de Cruzada podía aplicarse a
la expansión cristiana a otros lugares de infieles o donde existían
determinadas herejías (Rodríguez García, 2000: 394-395). En esta línea, se
explica la intervención de los Papas de Roma, como mediadores de los conflictos
entre portugueses y españoles por los intereses en las conquistas, primero en
el Norte de África, y después en el continente americano (7).
A las conquistas del Norte de África se les
dio un carácter de Reconquista ampliada (Rumeu de Armas, 1956-1957: 222) dentro
de la propia dinámica de la Ideología de la Reconquista Peninsular, desde los
postulados del pensamiento cristiano; pues no se trataba únicamente de
conquistas territoriales, de la lucha contra los corsarios, o de intereses comerciales, del control de las
comunicaciones en el estrecho de Gibraltar, y del Mediterráneo occidental y
central, o de evitar posibles invasiones como en el pasado; si no que
ciertamente, pesaban los motivos religiosos dirigidos a la evangelización de
los infieles, a rescatar a los cautivos, y a continuar con la Guerra Santa, y
desde planteamientos mentales significaba mantener un prestigio ganado con la
conquista del reino de Granada, y la expulsión definitiva de los musulmanes de
España (Ladero-Quesada, M.A, 1988), que será utilizada como aparato
propagandístico.
En
cualquier caso, la política exterior de los Reyes Católicos fue agresiva y
expansionista, se puede resumir en la expresión medieval “Pax inter christianos
bellum contra paganos”. Las conquistas de las plazas del Norte de África, no
eran anacronismos, ni acciones fuera de lugar; al revés, entraban dentro de la
lógica histórica, puesto que el estrecho de Gibraltar había servido de puente
entre África del Norte y la Península Ibérica para la conquista musulmana, y
durante siglos el mismo poder había sido ejercido simultáneamente en las dos
orillas; después de la conquista de Granada se restablecería el poder cristiano
al sur del Mediterráneo.
Un
elemento determinante para llevarse a cabo el proceso de la expansión marítima
portuguesa, fue el afianzamiento en el poder del rey Juan I a partir de 1383,
después de los enfrentamientos con la nobleza que le disputaba la autoridad, en
la que aún persistía el espíritu de Cruzada, la curiosidad renacentista, y los
deseos de gloria y honores dentro de la mentalidad caballeresca del
Renacimiento. Los nobles se lanzaron a las conquistas africanas junto al
príncipe Don Enrique el Navegante (1394-1460), que fomentó los descubrimientos
como representante cualificado de los intereses de la monarquía (Antelo
Iglesia, 1961). Así mismo, la burguesía mercantil, al conjuro del incipiente
capitalismo se iba a beneficiar del comercio, y de la extracción de materias
primas gracias a las conquistas de ultramar. Por otra parte, a los clérigos en
su afán evangelizador les interesaba expandir el cristianismo fuera de las
fronteras de Portugal, y por último las clases populares veían una oportunidad de liberarse de las cargas
señoriales, y de mejorar sus condiciones de vida en las nuevas tierras
descubiertas (Cortesâo, 1993).
La expansión portuguesa no cabe duda de que
estuvo impulsada también por el final de la Reconquista, y por motivaciones
principalmente de carácter económico, aunque no únicamente, pues había que
añadir otros factores como los
políticos, sociales, ideológicos, y religiosos (Peres
Damiâo ,1983) que iban a contribuir a delinear el mapa del mundo, y a buscar
rutas alternativas al comercio del Mediterráneo (García, 2007), una vez que la
“ruta de la seda” por donde llegaban las especias de Oriente había quedado
bloqueada por los musulmanes, después de la caída de Constantinopla en 1453. Todas
estas causas motivaron la búsqueda de una ruta por el Atlántico rodeando África
para llegar a la India, además de anticiparse en la expansión marítima a los
reyes de Castilla. En cuanto a los viajes marítimos y a la expansión colonial
entre 1415 y 1543 (García, 2007) se pretendía
monopolizar el comercio de las especias, de un gran valor económico debido al esfuerzo
de traerlas desde Asia, y conseguir bienes de lujo que eran escasos y caros en
Europa, como sedas, porcelanas y piedras preciosas. También,
se buscaba un acceso directo a las fuentes de abastecimiento del trigo de
Marruecos, y otra de las motivaciones de las exploraciones consistía en
controlar el comercio del oro proveniente de Sudán y Senegal, y el tráfico de esclavos.
Al
hilo de lo expuesto en este apartado, se puede afirmar que tanto la sociedad
portuguesa como la española estaban interesadas en
la expansión marítima por múltiples causas.
3. Los nuevos
horizontes: Los imperios ibéricos y la expansión colonial europea.
El
fenómeno de los grandes descubrimientos se venía preparando desde el S.XIII
gracias a los contactos de Occidente con los países del Extremo Oriente,
Mongolia y China; Marco Polo a finales del S.XIII, en su “Libro de las
Maravillas” había dado a conocer las riquezas que existían en China; pero será
en el S.XIV cuando los europeos salgan de sus marcos geográficos desde
incentivos políticos, económicos, religiosos, y mentales. España y Portugal por
su posición geográfica contaban con elementos suficientes para llevar a cabo la
primera etapa descubridora, gracias a una serie de condicionantes como fueron
el final de la Reconquista, y las dificultades para proseguir la cruzada religiosa
en el Norte de África. Por otra parte se había llevado a cabo la unidad territorial
con la expulsión de los musulmanes del suelo de la antigua Iberia, el
apaciguamiento de la nobleza feudal, y la organización de estados autoritarios;
además influía la vieja tradición
marinera mediterránea, y la incorporación de las nuevas técnicas de las
navegaciones atlánticas, el incipiente capitalismo, el espíritu renacentista, y
el incentivo cristiano de convertir a los salvajes siguiendo el espíritu de
Cruzada del Medievo con una visión evangelizadora y apostólica (Vicens Vives,
1981, vol.1.75:89). Todos estos elementos hicieron que las energías
luso-hispanas se encauzaran hacia los descubrimientos atlánticos. En el caso de
Portugal se puede afirmar que “tenía trazada una misión nacional” (Vicens Vives, 1981, vol.1.85).
La
primera expansión marítima y comercial de los portugueses y españoles arranca
en los siglos XV y XVI con las nuevas rutas que nacieron en el Mediterráneo y
se alargaron hacia la India y América, a partir de ese momento, ya no
interesaba dominar el Mediterráneo, sino las rutas Atlánticas e Índicas
iniciándose la “era de los descubrimientos” desde la llegada de Colón a América
en 1492, de Vasco de Gama en 1498 a las Indias Orientales, y Juan Sebastián
Elcano en 1522 completaba la vuelta al mundo que había iniciado con Magallanes.
Por lo que respecta al estudio del sistema atlántico hay que matizar que desde
comienzos del siglo XXI se han suscitado renovados debates (8).
Con
la apertura del estrecho de Gibraltar se produjo un desplazamiento del comercio
hacia el Atlántico, y en ocasiones iban a colisionar los intereses
hispano-lusos (García de Cortázar, 1974:394). En cuanto a los grandes
descubrimientos hay que inclinarse por motivaciones no sólo económicas sino
también mentales, por una nueva forma de pensar y vivir típica del final de la
Edad Media, y que estaba presente en todo el Occidente europeo desde principios
del S.XIV; la gente aspiraba a vivir mejor que sus antepasados siempre al borde
del hambre y la muerte. Europa demandaba substancias conservantes para
preservar los alimentos como era la sal, especias y artículos de lujo. A
finales de la Edad Media se impusieron nuevas formas de vida, se fomentó el
lujo y la ostentación, para lo cual se necesitaba dinero, lo que hizo que
apareciera una enorme sed de oro por parte de los sectores más representativos
de la sociedad como eran los reyes, cortesanos y nobles, que buscaban la forma
de procurarse más ingresos (Vicens Vives, 1979: 433-434).
El
conjunto de estos motivos impulsaron, primero a los portugueses y después a los
españoles, a emprender la Guerra Santa en las costas occidentales de África, y
al mismo tiempo buscar beneficios comerciales, de modo que se combinaban los
intereses materiales con los espirituales. Toda esta tradición peninsular se
repitió en la conquista de América, y la casuística era la misma, por encima de
cualquier proyecto mercantil, uno de los grandes objetivos de la Corona
española era que en los nuevos territorios imperara la unidad cristiana. Pero
no cabe apenas duda de que, el proyecto de la conquista del Nuevo Mundo tenía
también una finalidad “materialista”, pues los conquistadores en su afán
oportunista pretendían enriquecerse, aunque afirmaran que su intención era
servir a Dios y a la corona.
El espíritu de la Reconquista estuvo presente
en la colonización y cristianización de América; Claudio Sánchez Albornoz
entendió la conquista como una prolongación de la que España llevó a cabo
durante ocho siglos contra los moros peninsulares, otros historiadores como
Menéndez Pidal y Julián Marías, encuadrados en la historiografía española
tradicional consideraban que la conquista de América estuvo impregnada del espíritu
de Cruzada (Sánchez Albornoz, 1983); en cambio hay algunos historiadores que lo
consideran un anacronismo como es el caso de Manuel Lucena Samoral, especialista
en Historia de América.
Después
de todo lo expuesto, otro factor fundamental en la colonización y
cristianización de la América ibérica, se debe de enmarcar dentro de la idea de
“Utopía” puesta de moda en el Renacimiento; esta idea se hallaba por ejemplo en
las bulas del papa Alejandro VI cuya
finalidad consistía en salvar al mundo (Fernández Herrero, 1994). Además, la
exaltación patriótica y mesiánica estaba presente en el contexto hispano-luso. El
propio Colón se creía el mensajero de Dios, elegido para colaborar en la
conversión de los infieles, y así queda recogido en su Diario (García-Arenal,
1992:45). El descubrimiento y la conquista de América se convertiría en la
oportunidad de hacer posible la “Utopía” (Fernández Herrero, 1994). En suma,
los descubrimientos y las conquistas de los españoles y portugueses, fueron una
consecuencia de la fuerza expansiva de la sociedad occidental durante el
Renacimiento, en este mismo contexto hay incluir la participación de Inglaterra
y Francia en la aventura de las empresas descubridoras americanas, y a
posteriori les seguirían otros países en la expansión colonial europea. Queda
claro que, los descubrimientos geográficos y la configuración de los imperios
coloniales marcaron el futuro de Europa, y cambiaron la historia de la Humanidad.
A
partir de todo lo expuesto hemos llegado a las siguientes conclusiones.
CONCLUSIONES:
Las
ideologías son uno de los objetos de la Historia para comprender el movimiento de
las sociedades, pero no podemos olvidar las dificultades de la Historia de las
ideologías y de las mentalidades para ofrecer una visión global del pasado
histórico. Al abordar el problema de la ideología de Reconquista como uno de
los motores en las conquistas hispano-lusas en el Norte de África, nos ha
ayudado a progresar hacia una percepción más afinada de la expansión colonial,
y de los actuales problemas en el Magreb, y con el Islán.
A
partir de las ideologías, de las mentalidades, del imaginario colectivo, de la
idea de utopía, y de factores políticos, sociales, económicos, demográficos,
religiosos, y culturales se llevaron a cabo los grandes descubrimientos entre
los siglos XV y XVI. Después de la Guerra de Granada (1481-1492) los Reyes
Católicos, aprovecharon la ideología de Reconquista, la idea de Guerra Santa y
de Cruzada, para llevar a cabo los planes expansionistas de Castilla en el
Norte de África en abierta competencia con los portugueses, que habían aplicado
el mismo paradigma en la conquista de Ceuta en 1415, y de las demás plazas fuertes
en las costas norteafricanas. Lo que si podemos afirmar que tanto en el caso de
Portugal como en el de España la expansión en el Norte de África fue una
Reconquista ampliada. Los descubrimientos geográficos, y la expansión europea
transformaron la civilización occidental, y se produjo la europeización del
mundo.
La ideología de Cruzada funcionó como una fuerza
motriz en la colonización española y portuguesa en el Norte de África y en la
India, en este universo mental los conquistadores afrontaron la empresa
colonizadora de América,
colocando a España y a Portugal a la cabeza de la cristiandad. Finalmente, Portugal y España,
buscaron en las conquistas del Norte de África el reconocimiento de Europa como
grandes países, y marcaron el comienzo de un tiempo nuevo en la construcción de
los grandes imperios coloniales.
Dra. María Jesús Pozas Pozas.
Universidad de Deusto-Bilbao
Comunicación presentada en el Congreso
Internacional “Los orígenes de la expansión europea. Ceuta 1415”. VI centenario
de la toma de Ceuta 1415 – 2015.
Organizado por el Instituto de
Estudios Ceutíes
Campus Universitario de Ceuta. 1, 2
y 3 de octubre de 2015
NOTAS
BIBLIOGRÁFICAS
(1) Braudel, F., (2ª
ed) 2001. El Mediterráneo y el mundo
mediterráneo en la época de Felipe II. Ed. F C E, Madrid. 2 vols, 1810 pp.
Supo estudiar magistralmente la orilla Sur y Norte del Mediterráneo.
((2)
Sobre
el tema de la “mentalidad” y de los “sentimientos” en la época de la Reconquista
le ha dedicado abundantes páginas en su obra cumbre, y de imprescindible
consulta, Sánchez Albornoz, C., 1962, España
un enigma histórico, 2ª ed. 2 tomos.
Ed. Sudamericana, Buenos Aires, pp. 793; Eagleton, T., 2005 (1ª
ed.1997). Ideología. Una introducción.
Ed. Paidós, Barcelona. Es un ensayista excepcional, y en esta obra explica las
distintas definiciones de “ideología” desde la Ilustración hasta la
postmodernidad.
(3) San Agustín y San Isidoro, defendían tres
causas para justificar la “guerra justa” : 1. “La recuperación de los bienes
que un enemigo hubiera robado en el curso de una campaña: 2. La defensa de la
integridad territorial cuando un adversario pretendiera invadirlo, o su
expulsión si se hubiese llegado a materializar una anexión: 3. La venganza de
una injuria, esto es, la reacción frente a la violación de un derecho o el
quebrantamiento de un orden político y religioso”. Véase García Fitz, F., 2009.
“La Reconquista: un estado de la cuestión”. Clio&Crimen
: Revista del Centro del Crimen de Durango, nº 6, p. 142-215. En este mismo
sentido véase la obra de Arquillière, H-X., 2005. El agustinismo político. Ensayo sobre la formación de las teorías
políticas en la Edad Media. Universidad de Granada- Universitat de
València, Granada. 189 pp.
(4) Portugal
creó un vasto imperio entre los siglos XV y XVI convirtiéndose en una potencia
mundial. Sería el rey portugués Juan I quien impulsaría el comercio marítimo
para llenar las arcas reales vacías después de la guerra con Castilla cuyo
ejército fue derrotado en la batalla de Aljubarrota en 1385, y de poner fin a
los enfrentamientos con la nobleza portuguesa que le disputaba la autoridad
real. La expansión marítima también le interesaba a la Iglesia portuguesa para
extender el cristianismo en tierras de infieles, y a la burguesía, en especial
a los banqueros judíos para comerciar con nuevas tierras, y hacer préstamos a
las monarquías y a los nobles; de igual modo favorecía a las clases populares
para emanciparse de la nobleza y buscar mejores formas de vida. Sobre la
expansión marítima portuguesas existe una amplia bibliografía; en el momento
presente estamos en un periodo de revisión sobre este tema, porque como
afirmaba Ortega Gasset “nuestra situación actual es el resultado de todo el pretérito del pasado”,
es de consulta obligatoria la obra ya clásica dirigida por, Peres, D,.
1928-1981. História de Portugal. 10
vols. Ed. Portucalense Editora, Porto. Véase los volúmenes 3 y 4.
(5) Casi toda la
historiografía que se ha ocupado de la política africana de los Reyes Católicos
lo hace de un modo muy marginal. Sin embargo, en las últimas décadas se están
realizando planteamientos globales, y se pone el acento en el carácter
defensivo, porque los móviles religiosos no fueron una parte importante en las
conquistas del Norte de África. No obstante los móviles religiosos cuentan con
una especial veneración historiográfica.
(6) Sobre los Reyes Católicos existe
una abundantísima bibliografía. Por una parte, contamos con la historiografía
tradicional que les considera los fundadores de la unidad de España. En cambio,
la historiografía actual los presenta de forma muy distinta; el matrimonio de
Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón significó una unión personal y
dinástica, pero no se avanzó hacia una fusión de reinos, por lo tanto España no
existió como una realidad político-constitucional hasta el S.XVIII con el
advenimiento de la dinastía borbónica, pero con objeciones. Muchos hechos contra
los cristianos que suceden hoy en el mundo por la intolerancia de grupos
musulmanes radicales, tienen muchas concomitancias con la confrontación
religiosa cristiana-musulmana en la Península Ibérica a finales del S.XI.
Actualmente el Estado Islámico (EI) pretende hacer retroceder a la civilización
actual al S.VII, y culminar sus acciones con la llegada del Apocalipsis,
pretende purificar el mundo mediante el asesinato del mayor número de personas.
Por otra parte, el estado Islámico ha retrocedido al primer Islam, y reproduce
al pie de la letra sus normas básicas, se sitúan en la tradición medieval, y
han revivido tradiciones que llevaban cientos de años olvidadas dentro de la
ideología mesiánica y escatológica. Los integristas musulmanes han declarado la
guerra a los cristianos, en definitiva a la civilización occidental. Véase la
obra de un especialista en el Islam. Ibrahim. R., 2013. Crucified Again: Exposing Islam New War on
Christianisty. Regnery Publishing Inc, Washington D. C. 256 pp.
(7) La expansión por el Atlántico de España y
Portugal generó enfrentamientos entre los dos países; los portugueses se habían
adelantado en los descubrimientos desde mediados del S.XV, pero dada la
interrelación entre la política y la religión acudieron a los Papas de Roma
para que les adjudicaran en exclusiva las conquistas realizadas mediante las
llamadas “bulas pontificias”, por las que se les concedía conquistar tierras de
musulmanes y paganos. Mediante la Bula Inter Caetera de 1493 se van a repartir
las tierras descubiertas entre España y Portugal, que en un principio benefició
a España, el Tratado de Tordesillas de 1494 se delimitaron los nuevos
descubrimientos. Sobre las “bulas papales” véase el estudio de García-Gallo.
A,. 1957-1958. “Las bulas de Alejandro
VI y el ordenamiento jurídico de la expansión portuguesa y castellana en África
e Indias”. En Anuario de historia del
derecho español, nº 27-28. Madrid, pp.461-830.
(8) Sobre los Imperios
hispano-luso existe una extensa producción historiográfica desde la influencia
de la construcción de los estados, de gobiernos centralizados, a los modelos de
imperios. El sistema atlántico ha suscitado renovados debates desde comienzos
del S.XXI, las propuestas actuales proponen una historia interdisciplinar dentro
del paradigma de la historia global. Hoy en día se debate la existencia de uno
o varios sistemas atlánticos. Carabias Torres, Ana. M. (Ed), 1994, Las relaciones entre Portugal y Castilla.
Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, pp. 376; Elliot, J. H., 2006. Imperios del mundo atlántico. España y Gran
Bretaña en América (1492-1830). Ed. Taurus, Madrid, pp. 830. Sobre la
“cooperación mercantil en los siglos de la primera edad global” véase el
artículo de, Crespo Solana, Ana., 2015, “El más amplio Atlántico: Redes
mercantiles, Comunidades globales”. En: Comercio
y Cultura en la Edad Moderna. Actas
de la XIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna. Ed.
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